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La trompeta divina evangelística suena con fuerza

La trompeta divina de la movilización evangelista suena con fuerza. Dios ama a esta perversa generación y quiere rescatar a muchos, antes que la nave de esta humanidad perdida se hunda en el mismo infierno.

Pero permíteme decirte, que tú mismo/a, puedes marcar la diferencia; yo soy un convencido, que tú puedes y debes marcarla, esto si no quieres convertir tu fe y tu experiencia cristiana en una simple reliquia espiritual.

Mientras que el mundo actual está cambiando en todas las direcciones, y los cambios sociales y políticos se precipitan como nunca antes, la iglesia de Jesús no acaba de encontrar su verdadero papel en este maremágnum de acontecimientos mundiales. Por eso hoy quiero proponerte un cambio radical, en tu estilo de vida cristiana actual, te estoy hablando de una revolución inmediata en lo espiritual, porque esta determinación te llevara a un poderoso y renovador encuentro con el Espíritu Santo.

Ha llegado la hora de la verdad respecto a nuestro compromiso sincero y continuo con Dios, este es el tiempo de las grandes siembras y como resultado de las grandes cosechas, al decir grandes me estoy refiriendo a siembras continuas, trabajando los campos con tenacidad y audacia, labrándolos con oraciones y ayunos para ablandar los corazones de mármol que son muchos; se trata de abonarlos con los mejores fertilizantes y plantar las semillas hábilmente para no perder las cosechas.

Si conseguimos movilizarnos continuamente diseñando estrategias evangelistas inteligentes a todos los niveles, en lo personal, en el ámbito eclesial y con diferentes eventos públicos de persuasión evangelista, si nos damos cuenta de la hora que nos ha tocado vivir y de que hoy los campos ya están blancos para la siega, (aunque pueda no parecerlo, según las apariencias) estoy seguro de que nos encontraremos con nuevas y grandes sorpresas. Si no salimos a sembrar de continuo, no segaremos nada.

Si no salimos a pescar, aprendiendo las destrezas del pescador de almas no ganaremos a nadie, pero esta es la hora de intensificar nuestras acciones evangelistas, de toda manera posible (por los medios de comunicación, por los grupos Alfa, por la obra social, y también a través de eventos imaginativos de carácter creativo y artístico).

Por supuesto que el evangelismo personal sigue siendo el método más eficaz por excelencia y hemos de volver a él porque como dice el sabio Salomón, hemos de afilar nuestra hacha para ser efectivos en nuestras relaciones sociales, utilizando hábilmente el insustituible poder de la conversación.

En la inspiradora parábola del sembrador se nos relata a un sembrador que esparce las semillas por los labrados y endurecidos campos de Palestina y mientras siembra la semilla esta cae en cuatro partes diferentes del terreno, pero solo una cuarta parte de la siembra resulta fructífera, pero lo llamativo y yo diría que hasta lo determinante de esta parábola es como empieza, diciéndonos “que el sembrador salió a sembrar…” y esta es la clave de nuestra cuestión y el germen de la revolución espiritual.

Tenemos algo que la gente necesita urgentemente y este es el mensaje de la Salvación en Cristo que es la fórmula magistral de la medicina para el alma, y tampoco debemos de olvidar que el favor de Dios está con nosotros (Su Gracia). Desde mi humilde experiencia quiero animarte a entrar en acción en el cumplimiento de la gran comisión para nuestras ciudades, porque definitivamente ya ha llegado el momento de la revolución espiritual que tanto necesita nuestro mundo, esta es sin duda alguna una revolución inmediata que no puede esperar.

La trompeta divina de la movilización evangelista está sonando con fuerza. Dios ama a esta perversa generación y quiere rescatar a muchos, antes de que la nave de esta humanidad perdida El ministerio terrenal de Cristo fue sucedido por el ministerio del Espíritu Santo, prometido por Cristo (Hch 1:8), y recibido por los creyentes (Hch 2). En este hecho el apóstol Pedro proclamó que la manifestación era el cumplimiento de la profecía de Jl 2 (Hch. 2:16) y deja claro que la investidura (bautismo) y llenura del Espíritu Santo serían extensiva a toda la iglesia, en todas las edades, pues alcanzaría a todo aquel que “el Señor nuestro Dios llamare” (Hch. 2:39).

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