Se atrevería alguien a ponerle el nombre de Judas a un hijo suyo? En los últimos tiempos en nuestro país muchos gustan de inventar nombres nuevos para sus hijos e hijas y hacer combinaciones buscando originalidad. Los padres no quieren poner nombres comunes a sus descendientes. Ya nadie llama María o Marta a una hija ni José o Humberto a un varón. Todos quieren nombres originales.
Entonces se ha puesto de moda poner el nombre del padre o la madre al revés, o hacer combinaciones de ambos, o adaptar un nombre extranjero. El resultado es que andan muchos niños por ahí que probablemente cuando sean adultos correrán a cambiarse el nombre. Por eso creo que el nombre de Judas puede ser llamativo. Nadie más lo tiene en el mundo. Es corto y significa “alabanza de Dios”. Pero, ¿quién se atrevería a usarlo?
Me intriga que no solo los cristianos lo rechazan. Tal nombre desapareció del mundo desde que lo usó Judas Iscariote. ¡Qué historia más triste la de este hombre! Judas formó parte del selecto y pequeñísimo grupo de los doce apóstoles. Durante los tres años que Jesús estuvo predicando y enseñando en Palestina, Judas estuvo junto a él. Escuchó todas sus historias, contempló los milagros, disfrutó del carácter y la vida inigualable del Hijo de Dios. Sin embargo, terminó entregándole por treinta piezas de plata. Su nombre devino así sinónimo de la traición más execrable y esa es la razón por la que nadie ya lo usa.
Siempre he pensado que la mayor traición de Judas fue la que hizo a su propia alma. En definitiva Jesús iba a morir en la cruz le entregara Judas o quien fuese. ¡Pero vivir junto al hijo de Dios en su breve paso por el mundo y perderse es un contrasentido total y muy trágico! Judas no entendió nada de lo que escuchó ni vio durante los tres años que convivió con el Hijo de Dios. Es evidente que repudió mucho su error al traicionarlo y decidió ahorcarse cuando lo que tenía que hacer era arrepentirse y pedir perdón. Si lo hubiera hecho, su historia sería diferente. Pero Judas, tristemente, no entendió nada y así negó a su vida la posibilidad de salvación.
Nadie lleva el nombre de Judas en la actualidad pero muchos siguen su camino. Escuchan el evangelio, viven cerca de otros que han tenido una experiencia de conversión, ¡hasta se emocionan alguna vez por alguna predicación o un testimonio cristiano! Pero piensan que para ellos no hay esperanza. Espero que este no sea el caso de ninguno que lea estas líneas. No importa lo que hayas hecho, Dios quiere perdonarte. No importa cuán bajo hayamos caído, siempre hay esperanza de perdón y restauración para quien busque a Dios con un corazón arrepentido.
Él jamás desprecia al corazón contrito y humillado
¡Dios les bendiga!