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La tibieza espiritual: una forma de falta de fe

Muchos cristianos están conscientes de que en el país se produzca una revolución espiritual que implique grandes transformaciones en las personas que integran la sociedad humana y cambios notables en el orden económico y social dentro de un ambiente donde prevalezca la paz de Dios que sobrepuja todo entendimiento.

Pero esa revolución espiritual debe ser el trabajo de una iglesia cristiana fuerte y poderosa, con una visión de trabajo arduo para llevar las almas, mediante la predicación del evangelio, a la obediencia y a los pies de Cristo.

La revolución, que implica cambios radicales en el orden espiritual y material, debe estar a cargo de una iglesia que esté dispuesta a pagar el precio, tal como ocurrió en el primer siglo del cristianismo, donde los apóstoles y demás discípulos, llenos del Espíritu Santo y fortalecidos, se desplazaron por todo el mundo conocido, llevando el mensaje de salvación y vida eterna, desafiando reinos e imperios, cumpliendo así el mandato de Cristo de «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo, más el que no creyere, será condenado», Marcos 16:15-16.

Hoy por hoy, lamentablemente la situación es diferente cuando vemos la tibieza de muchas iglesias, no solo aquí, sino en todo el mundo, donde los creyentes, a nivel de simples miembros, líderes de iglesia, de grandes concilios, y de organizaciones religiosas, solo buscan el confort y disfrutar de las cosas materiales antes que las espirituales, encajonándose en las cuatro paredes de sus congregaciones. La tibieza se considera la enfermedad más peligrosa de la vida espiritual.

La tibieza consiste pues, en un relajamiento espiritual: frena las energías de la voluntad y retarda pesadamente los movimientos del vivir cristiano. Se caracteriza por la aridez del espíritu frente a las cosas de Dios. Muchas veces, es una aridez consciente, como quien estando en un cuarto donde hace mucho frío y teniendo un fuego en la chimenea, la persona no se acerca a él. Siente el frío, pero no tiene el ánimo ni el coraje para acercarse al calentador.3

Los síntomas son: Desaliento o frialdad de la indiferencia: Se apodera de la voluntad en forma paulatina hasta hacerla caer en un estado de terrible indiferencia. La relajación del espíritu: El jóven y el adulto vanidosos y hambrientos de notoriedad, se convierten, especialmente, en presas fáciles de este letargo o conformismo. El individuo se conforma con valores, actitudes y comportamientos lejanos del ideal cristiano. Entre las posibles clases de conformismo podemos distinguir el conformismo de las costumbres y el de las ideas. Pero los actos pecaminosos no son peores que la ociosidad. Si no incurrimos en hacer el mal, pero nos reclinamos cómodamente en nuestras sillas, y permanecemos inertes olvidando hacer el bien, caemos también en una forma de tibieza espiritual. La necesidad de satisfacciones inferiores: La persona siente un gran disgusto al hacer las cosas que anteriormente le llenaban de satisfacción: la oración, leer la Biblia, evangelizar, mostrar los frutos del espíritu etc. Empieza a claudicar y cambia sus valores por otros menos valiosos.

Otros síntomas son: Cuando la persona consagrada no vive por convicción interna sino por miedo a defraudar la imagen proyectada por otros en ella; cuando se hacen las cosas solo por ganarse la estima de alguien, cuando el valor y la convicción personal son deficientes, la persona actúa por respeto humano, por el qué dirán, y eso es un cristianismo de apariencias. Un cristianismo que se trata de aparentar un día a la semana, pero no se vive con convicción el resto de la semana.

Congregaciones enteras pueden estar en esta condición, como fue el caso de Laodicea en los días de Juan. Vida fácil, comodidad y placer eran cosas a las que aquellos cristianos estaban acostumbrados.

La Biblia nos dice: Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución. ¿Por qué entonces parece adormecida la persecución en nuestros días?. El único motivo es que la iglesia se ha conformado a las reglas del mundo y por lo tanto no despierta oposición.

Si el cristianismo es aparentemente tan popular en el mundo, ello se debe tan sólo al espíritu de transigencia, a que las grandes verdades de la Palabra de Dios son miradas con indiferencia y a la poca piedad vital que hay en la iglesia. Revivan la fe y el poder de la iglesia primitiva y el espíritu de persecución revivirá también, y el fuego de persecución volverá a encenderse.

en las vidas tibias, automáticamente queda fuera el espíritu de sacrificio. Todo cuanto implique sacrificio, renuncia, esfuerzo o lucha, queda descargado.

Otros síntomas: Fiebre de un temperamento iracundo, Inflamación de la lengua chismosa y calumniosa, mal aliento del lenguaje profano, palpitaciones de un corazón mundano, falta de energía para trabajar por Cristo y por la verdad, cabeza hinchada de orgullo, laringitis que nos impide orar y compartir la fe con otros.

Esta enfermedad se vuelve degenerante por que no nace de un día para otro. Todo comienza por detalles mínimos hasta llegarse a convertir en un hábito. Se vive con tranquilidad, y no se hace nada para salir de ella. La tibieza se convierte así en un proceso donde la conciencia se va apagando poco a poco hasta llegar al punto donde ya no reclama, donde todo lo justifica, donde ya sólo se ve la propia conveniencia.

Muchas de nuestras iglesias han dejado de ser hospitales para los enfermos espirituales y se han convertido en funeraria para los muertos espirituales. Muchas, así como dijera Jesús en Mateo 23 :27, están llenas «de huesos muertos y de toda inmundicia». Muchas otras son tan frías entre sus miembros como un congelador, abundando en ellas la crítica y la falta de misericordia.

Vibran iniquidad y vileza en Las iglesias; sin embargo, sus miembros profesan ser cristianos, la profesión que hacen, sus oraciones y sus exhortaciones, son abominación a la vista de Dios, el manto de la religión cubre los mayores crímenes e iniquidades.

«Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. Ojalá fueses frío o caliente. Por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente te vomitaré de mi boca. Porque tu dices: Yo soy rico y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por lo tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé pues celoso y arrepiéntete. He aqui yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oíga lo que el Espíritu dice a las iglesias» (Apocalipsis 3: 15-22).

En otras palabras, los cristianos invocan el nombre de Cristo, nombre que da vida; sin embargo, muchos de ellos yacen muertos o agonizantes . La iglesia de Sardis padecía de este mismo mal, encubría sus pecados. «Tienes nombre de que vives, y estás muerto». Apocalipsis 3:1.

No es necesario ser un asesino, un ladrón, un traficante de drogas, un adúltero o un criminal para ser transgresor de la ley de Dios. Podemos ofenderle, siguiendo como doctrinas mandamientos de hombres. El que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto se hace culpable de todos. (Santiago 2:10).

Todos hemos sido infectados con el virus del pecado, y si no aplicamos el tratamiento, este virus nos llevará a la muerte eterna (Romanos 3:23; 6:23).

Cuando descuidamos la fe, dejamos de comer el pan de vida, dejamos de creer en Jesús y de beber el agua de la vida; como resultado, enfermamos espiritualmente. No existe una cura inmediata para la enfermedad espiritual. Jesús es el único remedio. Él es el médico supremo.
La iglesia es un hospital que necesita de los remedios divinos. Cristo nos ama a cada uno de nosotros y anhela ayudarnos. También está dispuesto a visitarnos en nuestra propia casa. En Apocalipsis 3: 20 leemos que él está a la puerta y llama. ¿Le permitiremos entrar?

Es maravilloso saber que Cristo es aún la resurrección y la vida, y aunque hayamos muerto espiritualmente podemos ser resucitados. «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá», dijo Jesús.

En el capítulo 11 de Juan,se encuentra el relato de la muerte de Lázaro. Jesús preguntó a sus hermanas: ¿Dónde le pusisteis?. Ellas respondieron: «Ven y ve». Nuestra actitud debiera ser la misma: Heme aquí Señor, muerto estoy ¡ayúdame!. El próximo acto de Jesús es muy relevante. Se acercó a la entrada del sepulcro y ordenó: ¡quitad la piedra!. Esta piedra bien podría ser cualquier cosa o persona que se interponga entre nosotros y Cristo; entre nosotros y la vida dinámica del cristiano, entre nosotros y el crecimiento de nuestro amor y unidad, entre nosotros y la verdad, entre nosotros y nuestra conversión o la entrega total.

¿Qué es lo que nos impide salir de la tumba espiritual? ¿Una persona? ¿Una actitud negativa o un pecado acariciado? ¿Es acaso el orgullo, el egoísmo, la pereza, la mundanalidad o la rebeldía?. Sea cual fuere la razón, Jesús habla a nuestros corazones en este momento y dice: ¡quitad la piedra!
Tal vez al igual que Marta respondamos: ¡Señor, hiedo ya!. He estado muerto por mucho tiempo. ¿Acaso hay esperanza para mi? No permitamos que las dudas, o lo que parece un imposible se interponga en nuestro camino. No importa cuan pésima sea nuestra situación ¡quitemos la piedra! ¿Porqué hemos de permanecer en el sepulcro de la muerte espiritual si el Dador de la vida está presto a socorrernos?. ¡quitemos la piedra! El da el poder. La Biblia declara que todo es posible sin estamos en Cristo que nos fortalece. Véase Filipenses 4:13.

Después que Jesús hubo orado, clamó a gran voz diciendo: ¡Lázaro ven fuera!. Cristo está constantemente llamando a su pueblo a salir de algún sitio. Abraham fue llamado a salir de Harán, Lot fuera de Sodoma; Israel fuera de Egipto, Lázaro fuera de la tumba y el remanente de Dios ha sido llamado a abandonar la tibieza y a salir de Babilonia.
El Mensaje que Dios ha dada hoy a su pueblo remanente ha de ser proclamado a gran voz Véase Apocalipsis 14: 6-7; Isaías 5 8:I. No tenemos nada de que avergonzarnos. Y así como Cristo dirigió su voz hacia la tumba la verdad de Dios en este tiempo es un testimonio directo que rompe las cadenas de la muerte y lleva sanidad al corazón de Los hombres. Así como el escalpelo del cirujano, la verdad tiene que cortar el cáncer del pecado a fin de restaurar la salud..

Una vez somos resucitados a una nueva vida en Cristo, debemos asegurarnos que todo lo que nos ataba a la tumba y a las costumbres de la vida antigua es desechado para que nuestro andar con Cristo no sea estorbado de ninguna manera. Véase Romanos 13:12- 14 y 2 Corintios 13:5.

Hay que emprender el camino auténtico: el camino de la conversión, de la superación. Habrá que desandar por donde uno se fue entibiando. Dios se esfuerza hoy por restaurar y revivificar a muchos que están dispuestos a someterse a él, a aceptar su voluntad y a colaborar en la gran obra de salvación. Habrá que volver a amar a Dios como se amó. Es decir, nacer de nuevo. Un nuevo comienzo, un volver a arder como una llama, incendiando el corazón nuevamente. «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa hacedlo todo para la gloria de Dios.» l Corintios 10:31.

Removamos la piedra que nos mantiene en el sepulcro de la muerte espiritual, y no permitamos que nada ni nadie nos separe de Cristo. El sigue siendo la resurrección y la vida. Creedlo. Reclamadlo. Probadlo. Veréis que es una realidad, un don gratuito que todos podemos obtener ! Lázaro, ven fuera!.

«Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono». «Se fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida».

«El que persevere hasta el fin, ese será salvo».

Si entendemos lo que el Señor nos dice y lo aplicamos a nuestras vidas, entonces se producirá una verdadera revolución espiritual. Muchas bendiciones.

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