Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte cuando fuere tiempo. 1 Pedro 5:5
La humildad es la precursora de la verdadera exaltación. Todo cristiano debe buscar con diligencia formar el corazón lleno de humildad y no la exaltación. Aunque no hay que preocuparse sobre cuándo y cómo seremos exaltados, Jehová se encargará de ello. Lo que nos toca a nosotros es seguir bajo la senda de la humildad, confiar en Dios, obedecer su Palabra, y mantenernos al pie de la cruz.
En el segundo libro de Reyes 19, el rey Ezequías se humilló rasgando sus vestidos, se cubrió de cilicio ante Dios y oró para que fuese librado del poder de Senaquerib rey de Asiria. Rogó a Jehová por misericordia conjuntamente con sus siervos, donde acudieron ante el Señor en humildad y Él oyó sus oraciones. La sincera humildad de este rey, puso en evidencia de que reconocía que el camino a la exaltación es distinto al camino que llevan los que quieren exaltarse a sí mismos.
La exaltación a la que aspira el hombre siempre busca promocionar su propia voluntad carnal, mientras que Dios nos llevará al punto exacto según su imagen y propósito. Para esto, la carne tiene que estar muerta de tal manera que no responda a tales deseos. En resumen mis amados, guarda en tu corazón de que el orgullo nos lleva al desastre, pero la humildad en su tiempo nos lleva a la exaltación. Dios rico en amor y misericordia te bendiga en este día, Amén.