Salmo 4:4 Estamos a punto de comenzar la semana santa, algunos le llaman la “tan esperada” semana santa, pero ¿porque es tan esperada la semana santa? Para la gran mayoría de personas es porque esta época significa vacaciones, playa, diversión, descanso, paseos, etc. Esto es lo que la mayoría de las personas tienen en su mente en esta época.
Pero para nosotros los cristianos más que una época de vacación, la semana santa es una época para reflexionar, para meditar, entendiendo primeramente lo que significan estas palabras: es el proceso que permite pensar detenidamente en algo con la finalidad de sacar conclusiones y tomar decisiones.
La semana santa por su significado es una época en la cual tenemos que tomarnos el tiempo de meditar en lo que significa para nuestra vida la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo en la cruz del calvario, es una época para enseñar a nuestros hijos el maravilloso mensaje de salvación que nos da la muerte y resurrección de Cristo.
Posiblemente muchas personas al escuchar que la semana santa es una época para reflexionar se preguntaran ¿sobre qué cosas tengo que meditar? Veamos en la palabra de Dios sobre que cosas tenemos que meditar en esta semana:
TENEMOS QUE MEDITAR EN EL AMOR DE DIOS MANIFESTADO HACIA NOSOTROS (JUAN 3:16)
Tenemos que meditar en el gran amor del Padre celestial que nos ha amado de tal manera que entrego a su hijo unigénito para que nosotros los pecadores que estábamos muertos en delitos y pecados pudiésemos recibir la vida eterna.
Tenemos que meditar en el amor incondicional de nuestro Dios que supera todo el amor que cualquier ser humano pudiera tener (Romanos 5:7-8)
Quizás alguien estaría dispuesto a dar su vida por otro, pero seguramente lo haría por alguien que “valga la pena morir” por alguien que “valga la pena salvar” tal vez alguien estaría dispuesto a morir por un hijo, o por un amigo, pero nuestro Dios entrego a su hijo para que muriera por sus enemigos, por los que lo aborrecen, esto es amor incondicional.
Esta reflexión nos tiene que llevar a preguntarnos a nosotros mismos, motivado por el amor del Padre celestial que entrego a su hijo unigénito por amor a nosotros siendo pecadores, ¿Qué estamos dispuestos nosotros a entregar de nuestra vida en respuesta a este amor?
TENEMOS QUE MEDITAR EN EL SACRIFICIO QUE CRISTO SUFRIO POR NOSOTROS (FILIPENSES 2:5-8)
El precioso sacrificio de nuestro Señor Jesucristo hecho no solo en la cruz, sino también manifestado en su sufrimiento previo a la crucifixión nos debe motivar a seguir su ejemplo, tal como lo dice el texto que hemos leído que tengamos el mismo sentir que hubo en Cristo.
Tenemos que reflexionar en las tres grandes lecciones que el sacrificio de Cristo nos da a nuestra vida:
Humildad: Siendo Dios se despojo a si mismo de su gloria y majestad y se hizo hombre y habito entre nosotros y sufrió por nosotros.
Obediencia: Nuestro Señor Jesucristo fue obediente hasta la muerte a la voluntad de su Padre Celestial, en la noche en Getsemaní, Jesús pudo haber dicho no lo hago, no voy a la cruz, pero el dijo “Pero no se haga mi voluntad sino la tuya”
Amor (Efesios 5:2) Que maravilloso es saber que nuestro Señor Jesucristo no fue entregado, sino que el mismo se entregó por nosotros, pero no se entrego por obligación, no se entrego por cumplir una profecía, sino que nos dice que se entregó a si mismo por amor a nosotros
Cada uno de nosotros debemos reflexionar y preguntarnos a nosotros mismos:
¿Tengo en mi vida ese mismo sentir de humildad que hubo en nuestro Señor Jesucristo?, ¿o hay soberbia y altanería en mi corazón? ¿Sera que me siento superior a las personas, será que veo con menosprecio a mi prójimo?
¿Tengo en mi vida ese mismo sentir de obediencia que hubo en nuestro Señor Jesucristo? ¿Estoy dispuesto a hacer la voluntad de Dios cueste lo que cueste asi como lo hizo Cristo en Getsemaní? ¿o será que estoy encaprichado en hacer mi voluntad, será que nos estoy dispuesto a doblegar mi voluntad a la voluntad del Señor?
¿Tengo en mi vida ese mismo sentir de amor que hubo en nuestro Señor Jesucristo? ¿Estoy dispuesto a entregar voluntariamente mi vida para servir al Señor? ¿estoy dispuesto a entregarme a mi mismo por amor para servir a mis prójimos? ¿O será que solo exijo ser amado, comprendido y servido?
Reflexionemos en nuestros caminos en esta Semana Santa.