Romanos 7:1-6 «Hermanos, les hablo como a quienes conocen la ley. ¿Acaso no saben que uno está sujeto a la ley solamente en vida? Por ejemplo, la casada está ligada por ley a su esposo solo mientras este vive; pero, si su esposo muere, ella queda libre de la ley que la unía a su esposo. Por eso, si se casa con otro hombre mientras su esposo vive, se le considera adúltera. Pero, si muere su esposo, ella queda libre de esa ley, y no es adúltera aunque se case con otro hombre. Así mismo, hermanos míos, ustedes murieron a la ley mediante el cuerpo crucificado de Cristo, a fin de pertenecer al que fue levantado de entre los muertos. De este modo daremos fruto para Dios. Porque, cuando nuestra naturaleza pecaminosa aún nos dominaba, las malas pasiones que la ley nos despertaba actuaban en los miembros de nuestro cuerpo, y dábamos fruto para muerte. Pero ahora, al morir a lo que nos tenía subyugados, hemos quedado libres de la ley, a fin de servir a Dios con el nuevo poder que nos da el Espíritu, y no por medio del antiguo mandamiento escrito.»
Hace poco en nuestro estudio de la DOCTRINA DEL PECADO en nuestra Escuela Bíblica, estuvimos estudiando estos capítulos de la Epístola a los Romanos, ya que surge la pregunta sobre la condición del hombre antes y después de la conversión, ya que, por causa de la Caída de Adán y Eva, el ser humano estaba en enemistad con DIOS. Eso claramente nos lleva al tema de la SANTIFICACIÓN y la LUCHA INTERNA DEL CRISTIANO. Que DIOS bendiga Su Palabra predicada en esta noche.
Trasfondo. Esta hermosa Epístola a los Romanos trata grandes temas la Obra Redentora de nuestro SEÑOR JESÚS y sobre la condición del ser humano por causa de la Caída de Adán y Eva.
Así que esta Epístola nos enseña la NECESIDAD de la Redención y el Resultado de la Redención en las vidas de los que reciben a JESUCRISTO como Salvador.
En el capítulo 5, el apóstol Pablo nos enseña la JUSTIFICACIÓN por la FE en Jesucristo.
En el capítulo 6, el tema es MUERTOS AL PECADO, VIVOS EN CRISTO.
Pero ahora en el capítulo 7, el apóstol Pablo ahonda más sobre el tema de la condición del cristiano que, aunque está EN CRISTO, todavía su naturaleza humana es parte del viejo hombre.
El Cristiano y la Ley. Romanos 7:7-16. «¿Qué concluiremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo, si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado. Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es codiciar si la ley no hubiera dicho: «No codicies». Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento, despertó en mí toda clase de codicia. Porque aparte de la ley el pecado está muerto. En otro tiempo yo tenía vida aparte de la ley; pero, cuando vino el mandamiento, cobró vida el pecado y yo morí. Se me hizo evidente que el mismo mandamiento que debía haberme dado vida me llevó a la muerte; porque el pecado se aprovechó del mandamiento, me engañó, y por medio de él me mató. Concluimos, pues, que la ley es santa, y que el mandamiento es santo, justo y bueno. Pero entonces, ¿lo que es bueno se convirtió en muerte para mí? ¡De ninguna manera! Más bien fue el pecado lo que, valiéndose de lo bueno, me produjo la muerte; ocurrió así para que el pecado se manifestara claramente, o sea, para que mediante el mandamiento se demostrara lo extremadamente malo que es el pecado. Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual. Pero yo soy meramente humano, y estoy vendido como esclavo al pecado.»
El matrimonio es un pacto, que mientras ambos viven, están obligados a cumplir; al morir el esposo o la esposa, el otro/a queda libre de la ley.
De igual manera, el creyente al morir al pecado queda libre de la LEY, para ser unido a JESUCRISTO.
Pablo pregunta: «¿Qué concluiremos? ¿Que la ley es pecado?» En ninguna manera es su respuesta, la ley es la que nos muestra lo que no debemos hacer, y como dice Pablo: «Concluimos, pues, que la ley es Santa…» (v. 12) y, «…es espiritual» (v. 14).
Nótese que es ESPIRITUAL porque fue escrita por el mismo DEDO de DIOS (Éxodo 31:18).
O sea, el mismo ESPÍRITU SANTO es el DADOR de la Ley conocida como de Moisés.
Nótese que la ley, aunque designada para dar vida (Lev. 18:5; Lucas 10:25-28) era una sentencia de muerte para el apóstol Pablo (y todo ser humano) porque ella muestra la condición del pecador.
O como dijo Godet, una vez que nos ha hundido en este estado de separación con Dios, no tiene poder para librarnos.
Una realidad es que existe en la «naturaleza» humana siempre la tendencia a hacer o «pensar», lo que no agrada a DIOS.
Sin embargo, la naturaleza pecaminosa, o la carne, ya no DOMINA al creyente que ha Nacido de Nuevo. Es por medio de la Obra Redentora de nuestro SEÑOR JESÚS, que el hombre que ha creído en JESÚS como SEÑOR Y DIOS pasa de muerte a vida. Es decir, muerte espiritual a Nuevo Nacimiento.
Así la Santificación es al mismo tiempo instantánea al venir uno a JESUCRISTO, y progresiva, es decir, todo el tiempo, ya que cada día, y en todo lugar, necesitamos la ayuda de DIOS para PURIFICAR nuestras vidas.
Pero todavía surge la pregunta sobre la condición del hombre después de la conversión.
Así nuestra Epístola aclara completamente lo que la Ley de Moisés podía hacer para el hombre que había puesto su confianza en JEHOVÁ. ¿Podía la Ley JUSTIFICARLO? Claro que no, pero guiaba al hombre a una vida que agradara a DIOS. O sea, que hacer y qué no hacer.
La LEY DE MOISÉS era un ayo, tutor, o «el esclavo que vigila a los niños» (Dios Habla Hoy), hasta que vino JESUCRISTO (Gal. 3:24).
Aunque los Rabinos enseñaban que la Ley o Torá existía antes de la creación del mundo y del hombre, y que de alguna manera estaba presente en Adán para cumplir los Mandamientos, no hay pruebas Bíblicas de eso, ya que es en el Sinaí, después del Éxodo de Egipto, que DIOS comienza a darle al pueblo de Israel la LEY, antes de entrar en la Tierra Prometida.
Pero nótese que después de la Obra Redentora de JESÚS en la Cruz del Calvario, ya no necesitamos al «tutor».
Sin embargo, por medio de la Obra Redentora, el SEÑOR JESÚS JUSTIFICA al pecador sin merecerlo, pero no lo hace PERFECTO. La perfección la obtendremos cuando estemos con el SEÑOR.
La lucha del cristiano. Romanos 7:14-25. «Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual. Pero yo soy meramente humano, y estoy vendido como esclavo al pecado. No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo, sino el pecado que habita en mí. Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mí. Así que descubro esta ley: que, cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo. ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! En conclusión, con la mente yo mismo me someto a la ley de Dios, pero mi naturaleza pecaminosa está sujeta a la ley del pecado.»
Estos son los versículos que han dejado a los comentaristas perplejos por siglos. ¿Estaba Pablo hablando de su condición antes de convertirse? O ¿estaba hablando después de convertirse? O ¿Estaba hablando del fariseo piadoso?
Algunos toman la posición que él estaba hablando en su condición de fariseo.
Otros toman la posición que estaba hablando antes de convertirse.
Pero debemos notar como ya he mencionado, que el cristiano todavía tiene el viejo hombre o su naturaleza vieja, aunque ya ha muerto al pecado como mencionamos en el capítulo 6.
Esa lucha solamente la podemos vencer por medio de la ayuda del ESPÍRITU SANTO en nuestras vidas. Como dice un comentarista:
«El Espíritu Santo obra a través de la Palabra de Dios para producir santidad en la vida del cristiano. Estar en el Espíritu y andar en el Espíritu no significa en modo alguno que el cristiano ya no peca más, sino que la preocupación por las cosas espirituales ocupa el primer lugar en su vida.»
Sobre si el apóstol Pablo estaba hablando de él mismo antes o después de la conversión, debemos recordar que, aunque el gran apóstol de la fe fue un APÓSTOL de JESUCRISTO y usado por DIOS para escribir Epístolas que son PALABRA DE DIOS, y como Apóstol, para poner el FUNDAMENTO (Efesios 2:20), Pablo seguía siendo un hombre y no un súper hombre.
Yo sigo la opinión de los comentaristas que dicen que Pablo estaba hablando de sí mismo como un HOMBRE CRISTIANO. O sea, después de la conversión.
Eso es porque es después de la conversión cuando Pablo llegó a estar consiente como nunca sobre el poder del pecado en su propia vida (compárese Fil. 3:7-9; 3:10-21).
Es importante este punto, ya que es en la Regeneración, que llegamos a entender aún más la realidad de nuestra propia naturaleza pecaminosa.
Eso nos debe recordar que Pablo el fariseo, aunque había sido irreprensible en cuanto a la justicia de la Ley (Fil. 3:6), no llegaba a darse cuenta de la misma lucha que había en su persona en contra del pecado.
Eso es porque como ya dije, es después de la CONVERSIÓN, que el creyente puede entender la lucha que lidiamos en contra del pecado.
Sobre la manera de Pablo expresarse, el profesor Kenneth Berding, cita al gran teólogo del siglo 20, J. I. Packer, en una entrevista que le hizo mientras era su estudiante. Packer le respondió a su pregunta diciendo que, Pablo, no estaba luchando con el pecado por ser tal pecador, más bien su lucha era porque era tan santo.
Packer sigue explicando que el pecado entumece al pecador. Las personas que pecan una y otra vez se vuelven insensibles al pecado. Sin embargo, la lucha de Pablo era porque él estaba sensitivo al Espíritu Santo.
Así debemos entender que esa es la LUCHA DEL CRISTIANO en contra de los deseos de la CARNE.
Ralph Earle, a pesar de su posición que Pablo estaba hablando de su condición como fariseo, dice algo similar a lo que ya hemos dicho:
«Es obvio que parte del lenguaje que se usa aquí se podría aplicar al estado regenerado. En la vida de la persona convertida hay un conflicto entre la naturaleza de Cristo y la naturaleza carnal. La lucha puede terminar completamente solo mediante la crucifixión del yo.»viii
Eso nos recuerda el Texto de Gálatas 2:20.
«He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.»
NOTA: Que nuestra lucha interna sea porque somos TAN SANTOS, y no por ser TALES PECADORES.
Los vv. 24 y 25 son importantes porque ellos introducen el 8:1.
El clamor de Pablo: MISERABLE HOMBRE DE MI, como dice Keener, era el clamor común de desesperanza, lamento o reproche de uno mismo; algunos filósofos se quejaban de que este era su estado, prisioneros en un cuerpo mortal.
Los griegos consideraban su cuerpo físico como una prisión.
Sin embargo, cuando hablaban de ser libertados de sus cuerpos mortales querían decir que serían libres sencillamente por la muerte; la libertad de Pablo vino por la muerte en Cristo (6:1-11).»
Aquí podemos notar que el problema no es en sí el cuerpo físico, sino toda nuestra NATURALEZA PECAMINOSA.
Eso nos lleva ahora al capítulo 8, el cual es una continuación de este capítulo.
No hay condenación para los que están en CRISTO. Romanos 8:1-4. «Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa, sino según el Espíritu.»
Recuerden que este versículo es una continuación del tema anterior, y sigue a los versos 24 y 25 del capítulo anterior como ya hemos dicho.
Nuestro Texto en este capítulo ocho comienza con que no hay condenación para los que están en Cristo JESÚS. Siguiendo como ya hemos enfatizado, el capítulo anterior.
El comienzo del verso 1 es muy importante, ya que al decir que YA NO ESTAMOS BAJO CONDENACIÓN, nos muestra DOS COSAS:
La primera es que ya no estamos bajo la CONDENACIÓN del pecado. De hecho, hemos sido liberados de esa condenación que antes nos llevaba como hijos de ira (Efesios 2:3).
La segunda es que aquello que nos CONDENABA en el pasado, o sea, nuestra propia conciencia, ya no lo hace, puesto que estamos en PAZ CON DIOS (Romanos 5:1).
Trasfondo del capítulo 8: Este capítulo 8 de Romanos nos muestra la vida Cristiana mediante la ayuda del ESPÍRITU SANTO. Es necesario entender que el Cristiano necesita la ayuda del ESPÍRITU SANTO en su vida las 24 horas del día.
El tema de este capítulo también podemos decir que es el de la ADOPCIÓN por la cual somos declarados HIJOS/AS DE DIOS.
Noten también que, en este capítulo, podemos ver la Obra del ESPÍRITU SANTO en nuestras vidas como el GRAN CONSOLADOR quien nos GUÍA a toda verdad, así como el SEÑOR JESÚS había dicho que Él haría (Juan 16:13).
El tema de las evidencias de la salvación se expone de DOS maneras:
La primera es por el testimonio interno del ESPÍRITU SANTO a nuestra vida.
El segundo es el testimonio externo el cual es por medio de una vida en SANTIDAD.
Seguridad Eterna. El tema en realidad en este capítulo 8 es el de la seguridad que el creyente es HIJO/A DE DIOS.
Es importante notar que la VIDA CRISTIANA no es una de INSEGURIDAD ETERNA, más bien es una de SEGURIDAD ETERNA.
Así es importante entender que la VIDA CRISTIANA no la vivimos parte del tiempo, sino que es TODO EL TIEMPO.
Ahora bien, debemos enfatizar que la SEGURIDAD ETERNA que todo creyente puede estar confiado tener, no viene porque nos imaginamos tenerla, o, porque presumimos tenerla.
Debemos entender que la SEGURIDAD de la salvación debe ir acompañada con el Testimonio de las Sagradas Escrituras.
Con esto quiero decir que la Palabra de DIOS está en acuerdo con el Testimonio del ESPÍRITU SANTO. Dice Francisco Lacueva: