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La salvación de Rut

Rut es, principalmente, una historia idílica de amor y, debido a la hermosura de la historia, quisiera que hoy podamos ver una panorámica del libro completo y ver qué tiene Dios para nosotros hoy. Vamos a ver tres aspectos importantes en este libro: (1) El preludio de la redención de Rut; (2) El precio de la salvación de Rut; y (3) El propósito de la salvación de Rut

El libro comienza dejándonos saber cuándo ocurre la historia (Rut 1:1-5). Estos son los detalles que uno usualmente pasa por alto, pero que son vitales para entender un libro completo. El versículo 1 nos dice que la historia ocurre “En los días que gobernaban los jueces”. El período de los jueces fue un tiempo muy particular de la historia de Israel; el libro de Jueces nos lo dice, “En esos días no había rey en Israel: Cada cual hacía lo que le parecía bien ante sus propios ojos”. Cada cual hace lo que le parece bien; no había un gobierno que ponga el orden así que nadie seguía las leyes.

En los versículos siguientes vemos que Elimelec, un Israelita, decidió irse a Moab en medio de una hambruna la tierra de los descendientes de los Sodomitas—de Sodoma y Gomorra. Eran un pueblo que constantemente resistía y luchaba contra Israel. El pecado de los Moabitas contra el pueblo de Dios era tal que en Deuteronomio 23:3-7, Dios dice que por diez generaciones ningún hombre Moabita podía estar en la presencia del Señor. En ese sentido, Elimelec estaba desafiando al Señor al ir a un pueblo enemigo y luego casar a sus hijos con dos moabitas, Orfa y Rut. Pero entonces muere Elimelec, el esposo de Noemí, y también sus dos hijos. Ahora Noemí, queda sin esposo, sin hijos, y con dos nueras moabitas. Esta introducción tan tétrica tiene algo que enseñarnos: cuando queremos resolver los problemas a nuestra manera y no a la manera de Dios, habrá consecuencias.

Entre Rut 1:6-16, Noemí decide actuar; ella escucha que la hambruna en Israel ha terminado y decide regresar a Israel, aunque sea con mucha dificultad y con el rabo entre las piernas. Por eso vemos a Noemí intentando convencer a sus nueras que se queden en Moab y que se casen de nuevo (Rut 1:12-13). Noemí sabía que era viuda y vieja y que por lo tanto no podía conseguir trabajo ni podía casarse de nuevo y tener mas hijos; no quería ser una carga para sus nueras. También sabía que la vida de una viuda extranjera en Israel no iba a ser nada fácil, aún más para unas moabitas. Orfa lo entendió y decidió regresar, pero Rut, una mujer de Dios, habla por primera vez, diciendo, “No insistas en que te deje o que deje de seguirte; porque adonde tú vayas, yo iré, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú mueras, allí moriré, y allí seré sepultada. Así haga el Señor conmigo, y aún peor, si algo, excepto la muerte, nos separa.” (Rut 1:16-17). Esta joven moabita muestra al menos tres cosas en esta hermosa respuesta:su conversión al Dios de Israel, un amor real por Noemí, y su valentía ya que conocía las dificultades que vendrían.

Estas palabras de Ruth han trascendido la historia porque son demasiado pesadas. Esta joven mostró una valentía y valor genuino que solo sería posible por la obra de Dios en su vida. Y es así como las dos parten hacia Israel y, al llegar, cayeron en boca de todo el mundo. Noemí revela el dolor de su corazón (Rut 1:20-21) e insiste que la llamen Mara lo cual significa “amarga” en vez de Noemí que significa “placentera”. Noemí tenía toda la teología correcta, pero la aplicación incorrecta; ciertamente había sido afligida por el Señor, pero falló en ver más allá. ¡Ella volvió con una nueva hija de Dios!

En este preludio de su salvación, nota el gran amor de Dios por Rut. Si acabara aquí la historia, no sería una de fracaso. Rut, la moabita, ¡era ahora una adoradora del Señor! Es difícil de comprenderlo, pero Dios está siempre actuando a favor de cada uno de los que Él ama. Dios amaba tanto a Rut como para permitir el sufrimiento de Noemí con tal de traerla a su redil. Aquí comenzamos a ver el precio de la salvación de Rut.

El capítulo 1 termina con su llegada a Belén y en Rut 2:1-3 un hombre llamado Booz entra al escenario, “un hombre de mucha riqueza, de la familia de Elimelec”. Un día, Rut le pide a Noemí que la deje ir al campo para recoger espiga y fue al campo de Booz. Verás, Dios había dado órdenes para proveer para las personas en necesidad—los pobres, peregrinos, viudas y huérfanos. Les permitían tomar espigas en las fronteras de los campos, y recoger cualquier cosa que había sobrado (Levítico 19:9–10; 23:22; Deuteronomio 24:19). Es por esto que Rut va a los campos, a ver qué israelita iba a permitir que una inmigrante moabita pudiera espigar, una apuesta peligrosa.

Más adelante, el texto nos dice que Booz “dio mandato a sus criados para que no la tocaran”, y Noemí dice al final de este capítulo que Rut debe quedarse en ese campo, porque en otro lugar la maltratarían. Eso te va mostrando qué tan costosa sería la salvación de Rut; requirió que ella dejara a su familia y su comodidad, y que pusiera su misma vida en peligro. Ahora, por “chance”, Rut se encuentra en el lugar y momento preciso: el campo de Booz. Suena como una película romántica. Vemos a Rut trabajando arduamente y de repente, la cámara corta y aparece este caballero elegante que va saludando a sus trabajadores. Entonces se pone una cámara lenta… suena una música bonita, él mira hacia delante y dice… “¿De quién es esta joven?” (Rut 2:5). Su siervo le cuenta quién es y entonces, tenemos el encuentro (Rut 2:8-13).

El encuentro entre estos dos te deja ver que las cosas van mejorando. Booz era alguien diferente; es de los muy pocos personajes en toda la Biblia de los que solo sabemos cosas buenas. Lo que está haciendo aquí no es poca cosa: no solo cumple con lo que la ley esperaba de un Israelita, él va un paso más allá. El garantiza la seguridad física de Rut, les da alimento junto a sus siervas, y después, le da de su propia comida y la envía a Noemí con comida.

Aquí vemos también que la salvación de Rut también requirió que ella reconociera su necesidad. En Rut 2:10-13, en su respuesta a Booz, ella deja claro que ella sabe que no merece la gracia que el está ejerciendo con ella. Ella se postra en tierra, se reconoce como extranjera, e incluso dice que no es ni siquiera como una de sus criadas. Ella recibe la ayuda como lo que era: alguien en total necesidad.

Rut, regresa donde Noemí y le cuenta todo lo que Booz ha hecho con ella y Noemí le insta a que se quede cerca de él. Poco tiempo después, encontramos lo que nos narra Rut 3:1-3: Noemí le dice a Rut, “Lávate, pues, perfúmate y ponte tu mejor vestido y baja a la era”. Luego, en Rut 3:8-11 vemos algo sorprendente: a una mujer pidiéndole matrimonio a un hombre de forma hermosa. Rut no va a coquetearlo ni a mostrar sus atributos. Con la sabiduría de Noemí, ella cambia sus vestidos—significando que ya había pasado su tiempo de luto—y va y se presenta a Booz como una posible pareja. Booz, siendo el hombre honorable que es, no vacila y no maltrata a esta joven, más bien, cuida su corazón mostrándole su aprobación y llamándola mujer virtuosa. Esa es una hermosa muestra de cómo Rut paso de ser “Rut la moabita” a “Rut la virtuosa”: y no solo ante los ojos de Booz, sino de todo el pueblo.

El resto del capítulo 3 y el principio del capítulo 4 muestra entonces el último desafío que tienen que sobrepasar estos dos enamorados. Verás, la Biblia había hecho previsión de que si un hombre moría, su hermano soltero podía casarse con la viuda, de manera que aquel hombre no quedara sin descendientes ni su tierra se perdiera. A esto es que Noemí hace alusión diciendo que “Booz es nuestro pariente”, llamado el pariente redentor. Él era tal vez primo de Elimelec, por lo que podía ser aceptable que se casara con Ruth.

Pero Booz quería siempre cumplir con la ley y hacer lo correcto, y sucede que había una persona antes de él que era más cercana. Entonces, él habla con el pariente más cercano y le dice que trate de redimir la tierra de Elimelec, pero que, al hacerlo, debe casarse con Rut. Nos podemos imaginar a Booz esperando en silencio, pensando, “que no la quiera”. El pariente responde en Rut 4:6, “No puedo redimirla para mí mismo, no sea que perjudique mi heredad. Redímela para ti; usa tú mi derecho de redención, pues yo no puedo redimirla.” Este pariente redentor no está cortado de la misma tela que Booz. Él no quiere casarse con una moabita y así “perjudicar su heredad”. Entonces Rut y Booz están libres para casarse.

De inmediato leemos en Rut 4:9-12 que la redención de Rut fue completada. Ya no más Rut la moabita, ahora Rut, la mujer virtuosa israelita, casada con Booz, el hombre conforme al carácter de nuestro Señor. Esta salvación de Rut requirió no solo que ella se humillara, requirió que alguien la salvara. El precio de la salvación de Rut fue su matrimonio con Booz, el hombre honorable.

Esto nos trae al último punto: el propósito de la salvación de Rut (Rut 4:13-17). Ni Noemí, ni Rut, ni Booz, ni nadie podía imaginarse todo lo que Dios iba a hacer salvando a Rut. Primero, Dios bendijo a Rut, sacándola de una adoración a dioses paganos y un futuro de muerte eterna, a hacerla parte de Su pueblo, hacerla Su hija, darle un buen nombre, un buen esposo, una descendencia y un futuro. Dios bendijo a Noemí con la salvación de Rut, pues le dio una hija, le dio un futuro, le dio una razón a su sufrimiento en Moab. Y Dios también bendijo a Booz, dándole una mujer virtuosa como esposa, que haría aún más grande su nombre en Belén, que cuidaría de él y lo amaría por el resto de sus días, además de que le dio una descendencia y un futuro.

Con la salvación de Rut, Dios también bendijo a Israel, aun en el tiempo de los jueces, porque de la unión entre Rut y Booz saldría la solución para su problema de falta de liderazgo. Ya Israel no estaría sin rey, sino que de esta unión saldría el Rey David, el mejor rey que Israel tuvo.

Pero Dios también nos bendijo a ti y a mí. De la redención de Booz a Rut salió el bebé Obed, de quien salió David, de quien salió nuestro gran redentor y Salvador, nuestro Señor Jesús. Es así como Rut, Noemí y Booz se encontraron formando parte de la historia más grande de todas; su historia de amor hizo posible la mayor historia de amor de todos los tiempos; su matrimonio una sombra del matrimonio más grande del Señor con la Iglesia.

Fuente:
Pastor Jairo Namnún

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