El mundo dice que la sabiduría se basa en lo que una persona puede percibir por medio de los sentidos. La sabiduría de Dios nos propone caminar en el poder del Espíritu Santo, que no se limita en absoluto a los cinco sentidos.
El Espíritu Santo le permite a una persona discernir lo que no se dice y manifiesta inmediatamente. El Espíritu Santo nos da un “sexto sentido” para saber distinguir la verdad de la mentira, la realidad de la ficción, lo falso de lo verdadero, independientemente de las palabras que se puedan haber dicho, o de las tentadoras imágenes que se hayan presentado.
La persona que camina en sabiduría divina tiene un «sentido» o intuición proporcionado por el Espíritu Santo, el cual vive en cada creyente. Creo firmemente que la persona que funciona en sabiduría divina alcanza a ver más allá que el ser humano promedio…a oír más que el ser humano promedio…a entender más que el ser humano promedio. Esta habilidad fluye directamente del Espíritu Santo que trabaja en nosotros.
No podría contar el gran número de veces que he oído a hombres y mujeres de Dios decirme: «Comencé a hacer algo, y de repente tuve esa sensación muy dentro de mí, diciéndome que esperara…o que hiciera algo diferente…o que consiguiera información adicional». Esa «sensación» que tiene el creyente es el Espíritu Santo que trabaja guardándonos, guiándonos y llevándonos al centro del camino de Dios para que caminemos en él.
La sabiduría terrenal que se basa en los cinco sentidos humanos puede producir confusión. Lo que alguien ve, otro no lo ve. Lo que alguien oye, otro no lo oye.
La sabiduría terrenal nos lleva muchas veces a una perspectiva desviada, sobre todo si se basa en una percepción colectiva. Grandes masas de gente pueden llegar a la conclusión de que ven, sien- ten, oyen o perciben una mentira.
El resultado de la defectuosa percepción humana muchas veces nos lleva a proponer metas inaccesibles o improductivas para las cosas que realmente cuentan para la eternidad.
Por el contrario, la sabiduría dada por el Espíritu Santo cosecha claridad y precisión. Nos lleva a expandir la habilidad, a tener una perspectiva correcta, y a proponernos metas reales y productivas, centradas en las cosas más importantes para el beneficio eterno.
La presencia del Espíritu Santo hace aumentar la habilidad de una persona para percibir, de forma que la persona «ve» la vida en el contexto de la eternidad. La persona que camina con sabiduría divina no toma decisiones basadas en la apariencia de las cosas en un momento dado. Lo que percibe se contrasta con la plantilla del entendimiento y voluntad celestiales.
El discernimiento es especialmente importante en épocas de crisis.
Incluso la gente no piadosa reconoce que en épocas de crisis o de catástrofes naturales la gente no piensa con claridad. Cuando estamos sufriendo una intensa presión emocional o estamos bajo limitación de tiempo se nos nubla la percepción. En las épocas de crisis es cuando más necesitamos que el poder de discernimiento del Espíritu Santo trabaje en nuestras vidas.
Es cierto que a ninguno de nosotros le salen siempre bien todas las cosas. Todos pasamos por crisis y calamidades, pero la sabiduría de Dios nos ayuda a caminar en tiempos de dificultades, problemas, sufrimientos y persecución, y a salir de ellos más fortalecidos.