Cada 16 de agosto, el Primer Mandatario de la nación rinde cuentas de sus actuaciones del año previo por ante el Congreso Nacional o es juramentado. Las calles se engalanan con el tricolor, pero la verdadera razón de fiesta para el 16 de agosto nada tiene que ver con los presidentes, y demasiado con el pueblo llano. Tras la independencia, surge una débil República Dominicana, pobre, despoblada, y con dos ideologías contrapuestas, el liberalismo presente en Santiago, y el conservadurismo del Sur, con Santana, Báez y Bobadilla.
El caudillo Santana, aduciendo que era inviable el Estado Dominicano que presidía nos anexa a España, deviniendo en Provincia Ultramarina, aunque en la realidad eramos una colonia pobre. Tras haber probado el néctar de la libertad, los ciudadanos dominicanos se rebelaron contra el ejército español, armándose diversos complots, como fue la intentona de José Contreras y la invasión terrestre de Sánchez y su posterior fusilamiento.
Un grupo de soldados, mal avituallados, con todo por perder, pero con orgullo y dignidad, entraron por Capotillo, hoy Dajabón, en 1863, y ese primer grupo recibe el apoyo militante de grandes figuras como sería un Gregorio Luperón. Y mal apertrechados, y peor entrenados, van obteniendo triunfos cada vez más espectaculares, la línea noroeste, Puerto Plata, y finalmente Santiago caen a sus pies, desde donde dominaron militarmente las comunes que conformaban las viejas provincias de Santiago y La Vega.
Tras la toma de Santiago por las fuerzas restauradoras y los ataques de éstos al sur y este, que eran la sede del gobierno español y de sus aliados conservadores, se hizo inviable la permanencia del Imperio Español en nuestra patria, ordenando Isabel II que sus tropas desocuparan el territorio.
En este 16 de agosto, aparte de escuchar el discurso del señor Presidente o de cogerlo de asueto, yendo a un resort o a una montaña, tómese un momento y piense que ese rojo de esa bandera que lo identifica se debe a los héroes que hemos tenido, que ofrendaron su sangre por nuestra libertad, y pocos han sido tan valientes como un Benito Monción, Gaspar Polanco, Pepillo Salcedo, Santiago Rodríguez, Gregorio Luperón y muchos otros que dieron todo para que hoy disfrutemos de una nación independiente, digna y con valores.
Es recordar nuestro valor y orientar a las futuras generaciones a luchar por el mantenimiento y engrandecimiento de la Patria. Ese es el compromiso que nos corresponde como dominicanos y formadores, crear nuevos patriotas y luchar contra los malos dominicanos doquiera estuviesen. Si así lo hacemos, Dios nos bendecirá grandemente.