
“No se quejen unos de otros, hermanos, para que no sean juzgados. Miren, el juez está a la puerta.”Santiago 5-9
El Espíritu Santo está llamando a Su pueblo a cerrar la puerta a la queja y abrir la boca para alabar.
La Iglesia no puede avanzar murmurando. Cuando el corazón se llena de inconformidad, el altar se enfría, la adoración se vuelve rutina y la presencia de Dios se entristece.
Hemos aprendido a orar por bendición, pero olvidamos agradecer por Su presencia. Hemos pedido milagros, pero a veces murmuramos si no llegan en nuestro tiempo. Y sin darnos cuenta, la queja se convierte en un veneno que corroe la fe y divide el cuerpo de Cristo.
El Juez está a la puerta, no para destruir, sino para recordarnos que la pureza de nuestras palabras revela la pureza de nuestro corazón.
No podemos hablar de unidad mientras sembramos quejas. No podemos pedir avivamiento mientras murmuramos de nuestros hermanos.
Hoy el Señor nos llama a limpiar los labios con fuego santo, a reemplazar la queja por gratitud, y la murmuración por intercesión.
Cuando la Iglesia aprende a agradecer, el cielo se abre; cuando se humilla en adoración, el Espíritu vuelve a derramarse con poder.
Señor, pon guarda en mi boca y santifica mis palabras. Quita de mí todo espíritu de queja o murmuración. Enséñame a hablar vida, a edificar, y a mantener mi corazón agradecido aun en la prueba. Que en Tu pueblo se escuche más gratitud que descontento. En el nombre de Jesús.