“18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” 2 Corintios 4:18
Todo lo que vemos no es eterno. Tus relaciones naturales no son eternas; de alguna forma u otra van a terminar. Las cosas naturales, materiales, no son eternas. El problema no es la gente o las cosas que perdemos, sino la frustración que viene a nuestras vidas, que es la que nos mueve en medio de las circunstancias; cuando se va alguien o algo en cuestión de momentos, la pérdida más grande es por las expectativas o planes que habías hecho por causa de aquello que ya no está.
Cuando tú vas a un banco a tomar un préstamo, el banco te hace un préstamo a 30 años, como si tú fueras a tener ese mismo salario por 30 años. Y te hacen firmar un papel por 30 años para una casa, basado en un trabajo que tú no sabes si lo vas a tener la semana que viene. Y el banco está apostando a que, si ese trabajo te dura 10 años, los próximos 20 tú vas a poder conseguir un trabajo similar que te pague lo mismo. Entonces, tú haces expectativas de vida basado en algo que es temporero.
¿Cuál es el problema de un divorcio? No tan solo la soledad de la pérdida de la persona, sino la pérdida de los planes que tú tenías con esa persona. Hoy te divorcias, y pierdes los pasajes de las vacaciones en crucero del año que viene, porque habías planificado basado en el matrimonio. Ahora viene la pérdida de la casa porque la compraste basado en el salario de 2 personas. Y la familia que tú pensabas tener, ahora se esfumó porque la otra persona ya no está. Eso pasa en la viudez, y en cualquier cambio en cualquier relación, porque todos ponemos expectativas en nuestra vida, basado en la gente y en las cosas que tenemos. Y la frustración más grande viene cuando eso se va, y piensas que todo lo que tú esperabas también desaparece. Pero entiende hoy que lo que Dios te ha prometido no depende de quién está al lado tuyo hoy ni de lo que tienes hoy. Lo que Dios te ha prometido va por encima de quien está al lado tuyo hoy, y de lo que tienes hoy. Si Dios te dijo que te iba a prosperar, Él no está esperando prosperarte con ese trabajo. El banco te dio la casa basada en este trabajo, pero el Dios que te dijo que te iba a dar una casa no está dependiendo de este trabajo para darte la casa. Tú no estás en un préstamo pre-aprobado con el cielo por los próximos 30 años. Dios te la va a dar comoquiera, de una manera u otra. Él lo va a hacer porque Él no hace planes basado en lo temporero de esta vida, sino en su promesa sobre ti.
Perdiste tu trabajo, pero no has perdido la promesa de Dios para ti. Perdiste gente con la que tú contabas, pero los planes que Dios tenía para tu vida van por encima del trabajo que perdiste, de la casa que perdiste, de la gente que se fue. Tú puedes estar tranquilo y seguro porque los planes y las promesas de Dios no dependen de lo que se ve. Las promesas del Dios al que tú le sirves están por encima de quien está contigo hoy, y se va mañana. No importa quién se fue, hoy Dios te dice: Mi promesa para tu vida sigue vigente.
Un psicólogo hizo un experimento que dice mucho de cómo vemos la vida. Inventó unas gafas que hacen que se vea todo al revés, patas arriba. Luego de varios días de uso de las gafas, la gente comenzaba a ver al derecho otra vez, aun con las gafas puestas. O sea, aunque los cristales estaban diseñados para que todo se viera al revés, el cerebro enderezaba la imagen. Esto nos deja saber que tú no miras con tus ojos, sino con tu cerebro. Es tu cerebro el que construye la realidad que tú ves. Así que, lo que tú estás viendo, es lo que tú quieres ver. Por eso no podemos ser prontos en juzgar. Cuando la gente te cuenta algo, te cuentan los pedacitos de la historia que quieren darte para que tu mente construya la historia que ellos han creído. Y cuando otro te da los otros pedacitos, resulta que la historia es de otra manera.
Cuando entiendes cómo funciona tu cerebro, entiendes que tú no puedes vivir una vida basada en las expectativas o visiones que tu mente está creando basado en la gente o en las cosas que tienes. De lo contrario, cada vez que una de esas cosas desaparezca, tu vida quedará en la nada. Así que tú tienes que aprender a vivir por lo que Dios ha prometido para tu vida, y saber que esté quien esté al lado tuyo, lo que Dios ha dicho se va a cumplir.
“4 Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel. 5 He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. 6 El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.” Malaquías 4:4-6
Dios está diciendo: Vamos a restaurar las leyes de Moisés. Porque el pueblo, como comunidad, lo que conocía era lo que Moisés había dicho que tenían que hacer, y lo que no. Por lo tanto, la única manera de comportarse era en referencia a Moisés. Y el profeta Elías fue de los que más hizo milagros en beneficio del pueblo, milagros a los que el pueblo se acostumbró. Y ahora que viene una nueva época, ellos todavía siguen pensando en Elías. Aún en el Nuevo Testamento, hay múltiples referencias del pueblo esperando por Elías. Cuando Cristo preguntó quién decía la gente que él era, la respuesta fue que algunos decían que era Elías. Elías estaba tan arraigado en ellos, que no podían ver quién era Cristo. Elías les daba un sentido de seguridad por las experiencias que tuvieron; si no tenían a Elías, no tenían los planes que habían hecho contando con Elías.
Pero lo que Dios quiere hacer contigo no depende de que Elías esté, sino de la palabra que Él te dio. Él tiene algo más grande para tu vida, nuevo y mejor para ti, por encima de lo que el mundo haya dicho.