Articulos

La Presencia de Dios. Trascendencia Inmanencia y Redención

1. Dios es inmanente porque es trascendente.
El Señor es «Dios arriba en los cielos (trascendente) y abajo en la tierra (inmanente)» (Jos 2:11). Pero para comprender plenamente a Dios debemos reconocer que Su acercamiento a la creación proviene de Su ser distinto de la creación. En otras palabras, no hay ninguna deficiencia en Dios que la creación satisfaga. El Señor no se relaciona con este mundo porque le falte algo dentro de Sí mismo. No, Dios se acerca por la abundancia de quién es.

La trascendencia de Dios lo distingue del orden creado y pone las cosas en su justa perspectiva. Dios no viene a nosotros necesitado y carente de algo, sino que viene «Para vivificar el espíritu de los humildes / Y para vivificar el corazón de los contritos» (Is 57:15). Es el Santo y Justo de arriba quien restaura a los quebrantados y necesitados de abajo.

2. La Biblia enfatiza la presencia manifiesta de Dios, no solo Su omnipresencia.
Hay una diferencia entre decir «Dios está en todas partes» y decir «Dios está aquí». La primera es la categoría predeterminada de la mayoría de los cristianos. Hablamos de que la presencia de Dios es ineludible y que Él está presente en todas partes (Sal 139:5-12; 1 R 8:27).

Pero parece que las Escrituras están más interesadas en Su presencia manifiesta en la relación personal y la redención. Aunque estas realidades divinas ciertamente no están en oposición, la historia bíblica sí gira en torno a la presencia de Dios con Su pueblo en el Edén, el tabernáculo/templo, la encarnación de Cristo y el cielo nuevo y la tierra nueva.

3. La historia de las Escrituras comienza y termina con la presencia de Dios.
En el libro de Génesis, el Edén es el hogar de la primera pareja, pero, más importante aún, es el santuario de Dios: el templo-jardín donde se relacionan el Creador y los portadores de Su imagen (Gn 3:8).

Avanzamos rápidamente hasta el final de nuestras biblias y vemos una imagen muy similar, pero en una escala mucho mayor. Todo el cielo ha colisionado con toda la tierra para hacer un santuario perfecto para que Dios more con la humanidad (Ap 21:1-4).

En el libro de Apocalipsis, el Edén ha regresado y se ha expandido hacia un cielo nuevo y una tierra nueva donde todo el pueblo de Dios disfruta de Su presencia eternamente.

4. La misión de la humanidad y la presencia de Dios son inseparables.
Dios le dio un propósito al hombre y a la mujer. Debían ser fecundos y multiplicarse para llenar la tierra, someterla y ejercer dominio sobre los animales (Gn 1:28). Adán y Eva debían hacer esto en el Edén, el epicentro de la presencia relacional de Dios en la creación.

A medida que la familia de la primera pareja se expandiera, también lo harían los límites del jardín y, con ellos, la presencia de Dios. De la misma manera, la presencia de Dios se extendería al resto de la tierra mediante el ejercicio de dominio de Adán y Eva (Nm 14:21; cp. Sal 72:19; Is 11:9).

5. El pecado socava la misión de la humanidad y la experiencia de la presencia de Dios.
Pero hay un problema, ¿no? Adán y Eva reemplazan bendiciones por maldiciones cuando comen del fruto prohibido. Estas maldiciones van directo al corazón de quiénes son y para lo que fueron creados. Para Eva, el dolor abruma la promesa de un pueblo. Para Adán, el sudor y las espinas impedirán la promesa del lugar.

El pecado obstaculiza todo ahora, especialmente la experiencia humana de la presencia de Dios. A causa de su desobediencia, Adán y Eva ahora están exiliados; su misión es un desastre mientras se encuentran fuera del Edén. La presencia de Dios que alguna vez conocieron libremente ya no es gratuita.

6. Dios hace un pacto para devolver Su presencia a Su pueblo.
Pero por gracia, Dios interviene para pagar el precio. Para superar el pecado del ser humano y asegurar Sus propósitos, el Creador se convierte en Redentor del pacto. Por medio de las promesas de Su pacto, el Señor restaura lo que Adán no pudo hacer. Dios hace un pueblo y un lugar por medio del pacto mientras cumple Sus promesas a la humanidad.

Dios hace todo esto para ser nuestro Dios y para que nosotros podamos ser Su pueblo (Gn 17:7; Éx 6:7; 29:45, Ap 21:3, etc.). Entonces, en el centro del pacto hay una relación, una que está decididamente en Sus términos. Dios entra en Su creación para crear un pueblo y un lugar para Su presencia. Así, el pacto es como el Señor lo declara en el Sinaí: «Habitaré entre los israelitas, y seré su Dios. Y conocerán que Yo soy el SEÑOR su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para morar Yo en medio de ellos» (Éx 29:45-46, énfasis añadido).

7. La presencia de Dios es el medio y el fin de la redención.
Como evangélicos, hablamos mucho sobre la presencia de Dios, pero rara vez miramos la Biblia para ver qué es. Cuando lo hacemos, descubrimos que es ante todo un tema sobre el que gira la historia de las Escrituras. Sin embargo, al leer nuestra Biblia, comenzamos a ver un patrón doble.

Primero, la Biblia deja claro que la presencia de Dios es una meta central en la misión redentora de Dios. Toda la obra de Dios termina cuando el Señor habita con los seres humanos.

Segundo, la presencia de Dios no es solo un objetivo, es también el medio por el cual se cumple la misión redentora. Dios se introduce a Sí mismo en Su propia historia para traer salvación. Para entender nuestra Biblia y cómo nos cambia, necesitamos conocer la presencia de Dios.

8. La presencia de Dios encuentra su máxima expresión en Emmanuel, Dios con nosotros.
Dios mismo viene a salvar. Jesucristo, el Hijo de Dios, entró en la historia de la humanidad para dar Su vida en rescate por muchos (Mt 20:28; Mr 10:45). Por Su gracia, Dios nos redime de la manera más inimaginable posible: Dios en Cristo se hizo hombre, caminó entre la humanidad y murió por Su pueblo.

En este acto de misericordia, Cristo nos reconcilia consigo mismo y vuelve a abrir el acceso al Padre para que los que estuvieron desterrados de Su presencia puedan volver a acercarse a Dios (He 4:16; 7:19).

9. Los propósitos de la iglesia están ligados a la presencia de Dios.
La presencia de Dios tiene enormes implicaciones para la forma en que entendemos la iglesia (1 Co 3:16-17; 2 Co 6:14-7:1; Ef 2:13-22). El Nuevo Testamento llama «templo» a la iglesia por una razón. A través de esta imagen, vemos que la comunidad de Cristo es, en este tiempo de espera por Su regreso, el instrumento que el Señor usa para difundir Su presencia en un mundo perdido y pecador.

En consecuencia, la iglesia tiene dos propósitos claros: 1) La iglesia trabaja internamente en la santificación de sus miembros y la preparación del pueblo escogido para la presencia presente y futura de Dios; y 2) la iglesia trabaja externamente en compartir el evangelio para que los perdidos también puedan disfrutar de la presencia de Dios ahora y por siempre.

10. Ser un cristiano gozoso es conocer la presencia de Dios.
Si somos honestos, muchos de nosotros podemos pensar en Dios como nuestro «genio de la lámpara» de vez en cuando. Lo mantenemos en el estante hasta que surgen problemas o cuando hay algo que nuestro vecino tiene y que realmente queremos. El problema es que las relaciones reales no funcionan de esta manera, especialmente con el Dios trino. El Señor de todo no se quedará en el estante de la vida de nadie.

En cambio, las Escrituras son claras en cuanto a que toda la vida (y, principalmente, la vida en el evangelio) se trata de estar en la presencia relacional de Dios. Por eso David proclama: «En Tu presencia hay plenitud de gozo; / En Tu diestra hay deleites para siempre» (Sal 16:11). Cuando empujamos todos nuestros asuntos secundarios a la periferia, esto es todo lo que queda y lo que realmente importa.

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Botón volver arriba