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La Presencia de Dios Colectiva

Es en el poder de conexión, de la unidad en medio de la adoración, es en esas historias conectadas que se hace todo un pueblo. Cuando unimos nuestra adoración, la tierra tiembla, el monte arde y la gente puede ver a Dios.

La experiencia de la zarza solo Moisés la vio, y cuando él se fue, se consumió, mientras que el monte estuvo ardiendo por años. Puedes adorar a solas, pero estarás tratando de mantener la zarza encendida, cuando Dios quiere ver el monte arder.

Muchos tienen miedo de acercarse al monte ardiendo porque nos damos cuenta lo mal que estamos. En el libro de Hebreos, se nos habla de que Dios nos mueve de Sinaí a Sion, una experiencia de gloria en gloria; no porque la experiencia de Sion fuera mala, sino que la reacción del pueblo fue la incorrecta por su consciencia. En el Sinaí la gente no entendió lo que Dios pidió; dijeron que cumplirían los diez mandamientos, pero luego mandaron a Moisés a subir porque ellos entendían que no cumplían con aquello; se sintieron menospreciados, pero en realidad se menospreciaron a sí mismos, en lugar de inspirarse el uno al otro; por eso, solo Josué y Caleb sí entraron a la tierra prometida, porque se motivaron el uno al otro.

En la casa de Dios, en esa experiencia, no debe haber temor, sino que es donde más libre tú debes ser. Debes sentirte cómodo, debes ir a que Dios hable a tu vida; tu casa es la zarza, la iglesia es el monte ardiendo; la experiencia es diferente. Cuando te acercas a Dios como grupo, es cuando menos miedo debes tener. Que tu consciencia no te limite.

Si tú no adoras con libertad en la casa de Dios, ninguno podrá ver a Dios; si tú no entras en lo que Dios tiene para ti, entonces ninguno podrá entrar tampoco.

Por eso es que tenemos que ayudarte a que pierdas el temor para que te acerques a Él, para que como grupo podamos verlo como de otra manera no podríamos. Cuando esto no ocurre, cometemos el error que cometió el pueblo: Moisés, ve tú y habla con Dios, y ven y dinos. Y ahí es que se crean los grandes caudillos que nos defraudan.

Tú tienes acceso directo a la presencia de Dios, y todos debemos inspirarnos a que, a pesar de lo vivido, podamos juntar nuestra fe, entendiendo que si el otro no entra, tú tampoco; no lo veremos de la misma manera porque cada uno ve y escucha algo que los demás, de otra manera, no veríamos.

La experiencia del monte es la experiencia colectiva, donde Dios quiere decir: me voy a mostrar.

En Éxodo 19, Dios claramente predica el Evangelio, cuando le dice al pueblo de Israel: yo fui quien te sacó en alas de águila; si me obedeces, te bendigo. Mira el orden: gracia, obediencia y bendición. Ese es el orden correcto. Dios no dio las tablas en Egipto. No dijo que si cumplían con los diez mandamientos, entonces, los sacaría. La salida no era por obras, sino por gracia. El pueblo no hizo nada para ser salvo. Dios los salvó.

El pueblo que verdaderamente adora es aquel que entiende que su salvación, aunque estén en el desierto, proviene de Dios.

Hay quien no va al colectivo, a la iglesia, porque piensan que Dios les ha fallado; al servirle a Dios, no les va como esperaban, sin darse cuenta que el desierto es solo el camino a la tierra prometida. Lo único que tienes que acordarte es que, en el desierto, estás mejor que en Egipto, y que el que te sacó de Egipto fue Dios. Nada que hicieras te sacó de allí.

Si tú cuestionas por qué te va mal, a pesar de estar haciendo las cosas bien, entonces, eres un religioso, porque estás pensando que tu mayor bendición viene por lo que tú haces, sin darte cuenta que es por lo que Él hizo que tú debes obedecer, y en consecuencia es que entonces recibes bendición. Si obedeces para bendición, no conoces la gracia de Dios. Primero, tienes que conocer la gracia que te salvó. Fue Dios quien te salvó de ese accidente de auto, fue Él quien te sacó de la droga, quien te libró de la muerte, es Él quien te levanta todas las mañanas, el que te sacó de aquel problema, es Dios quien ha guardado tu mente; y por eso nada más, no importa en el desierto que estés, le tienes que obedecer.

Tu obediencia no es por obligación, sino por reconocimiento de que Él hizo por ti lo que tú nunca pudiste hacer por ti. Tú no vas a la iglesia porque te vaya bien, sino por lo que Dios ya hizo por ti. Y esa experiencia colectiva es la que hace que Dios se manifieste de manera especial.

El mensaje de Dios para la iglesia sigue siendo uno que la iglesia tradicional de hoy, a veces, todavía no quiere entender: yo te saqué, pero si me obedeces, te hago tesoro especial, nación de reyes y sacerdotes, una nación santa.

Todo mensaje debe mostrarte que eres especial para Dios, que eres rey y sacerdote, que tú conquistas y has sido separado para Dios, y muestras su gloria aquí en la tierra.

Tú eres parte del tesoro especial de un Rey. Hay algo único que Dios va a hacer contigo y a través de ti. Y es esa expresión de amor la que debe hacer que tú vayas al monte a hacerlo arder todos los días. Por supuesto, la presencia de Dios no se puede tomar por poco; Él les dijo: santifíquense. Que Dios no se torne en algo tan casual que lo menosprecies, que no se torne en algo tan liviano para ti, que no tengas y muestres reverencia a Él.

Prepárate para cada encuentro con Dios. No tomes por poco el llegar a la casa de Dios. Si tienes la actitud correcta delante de Dios, te puedes acercar confiadamente y Él te va a hablar, y el mensaje siempre será el mismo: eres especial tesoro, real sacerdocio, te he separado para algo especial.

Hay algo que solo tú puedes hacer. Que ese mensaje esté dentro de ti una y otra vez.

Deja por un momento tu individualidad y únete al coro de oraciones, y créele a Dios que el monte va a temblar, que va a arder. Motiva a otros a acercarse y oír lo que Dios les quiere decir: que son tesoro especial, linaje escogido, nación santa.

Fuente:
Pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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