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La pregunta del amor

La pregunta que tenemos para hoy constituye uno de los retos más grandes de la vida cristiana.

Jesús pudo haberle preguntado a Pedro por qué lo negó tres veces. Pudo preguntarle si ahora creía que él era el Mesías. También pudo preguntarle: “Simón, hijo de Jonás, ¿estarías dispuesto a confesarme otra vez como el Hijo del Dios viviente?”

Pero no le hace ninguna de estas preguntas. Jesús va directo a su corazón, y le dice: “Simón, Hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?”. Por otro lado, vea que Jesús ahora le está llamando por su antiguo nombre. En las tres preguntas se ve este énfasis.

¿Por qué lo hace? Para recordar la obra de la gracia hecha en su vida y la demanda de un amor exclusivo a Cristo por quien vino esa misma gracia. ¿Por qué le preguntó tres veces lo mismo y una misma demanda?

Pedro había herido el corazón del Señor negándole tres veces, ahora el Señor lo confronta hasta tocar sus heridas todavía muy frescas de la negación para que sienta la tristeza causada a su Señor. La presente pregunta también es hecha a todos nosotros. Cambie ahora el nombre de Simón y ponga el suyo.

¿Cómo enfrentaría esa pregunta hoy?
Jesús no está tan interesado en que conozcamos el mandamiento de amor a Dios sobre todas las cosas, sin amarlo de corazón. Tampoco está interesado en el canto: “Oh, cuánto te amo Dios”, si mi corazón ama otras cosas. De igual forma, tampoco está interesado en que ore todos los días, pero no le ame.

Y si alguno de nosotros se siente como Pedro al ser confrontado por esta pregunta, deje al Espíritu Santo ministrar su vida. Enfréntate con el Señor hoy y dispóngase al final a decir honestamente: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. Consideremos, pues, las demandas de esta última pregunta. Veamos la naturaleza de esta importante pregunta.

  1. EN ESTA PREGUNTA HAY UNA DUDA RAZONABLE
  1. Podemos vivir sin amar a Jesús (vers. 15)

Esto pudiera sorprenderle, pero esta duda es razonable. No piense que, por tener una religiosidad externa con una asistencia al culto y una participación en sus actividades, lo exime de ser confrontado con esta pregunta. Hay miles de personas que hacen lo anterior dicho, y aún más, pero pudiera ser que no hay un amor real por Cristo.

No son pocos los que mantienen una especie de “ortodoxia” sobre sus creencias, tanto que las defienden cuando otros tratan de atacarlas o menospreciarlas, pero no amar a Cristo. La iglesia de los efesios estaba llena de muchas virtudes, y actividades, pero cuando el Señor la miró profundamente descubrió con asombro que había dejado su primer amor (Apocalipsis 3:2-4).

En la iglesia de Laodicea había creyentes que ni eran fríos ni calientes, sino tibios. Al final nos encontramos que Cristo “está a la puerta y llama”. Habían sacado a Jesús de su adoración (Apocalipsis 3:20). En una escala del 1 al 10, si fuera confrontado por la pregunta de hoy, cuál sería mi porcentaje.

Pedro la respondió tres veces, pero al final estaba entristecido. Jesús sabe que nosotros, al igual que Pedro, amamos otras cosas; eso es, a “estos”, y estos compiten por nuestro amor a él.

  1. La posición no garantiza amar a Jesús (vers. 15b)

Pedro era un apóstol, pero no cualquiera. Él era considerado el líder entre los doce. Sin embargo, fue a este hombre a quién Jesús le hizo la pregunta: “¿Me amas más que éstos?”. Entre los apóstoles había un traidor, por lo tanto, no amó a Jesús; hablamos de Judas quien al final le entregó.

Vivió muy cerca del Señor, al punto de ser el tesorero del grupo, pero esa elevada posición no significó amar a Jesús. Pero note la diferencia con Pedro. ¿Quién podía juzgar a Pedro de no amar al Señor? Él era un discípulo con un corazón ardiente por el Señor. En no pocas ocasiones se ve desviviéndose por su Maestro.

Él fue quien le pidió al Señor caminar sobre las aguas. ¿No hay acaso una osadía y vehemencia en esto? ¿No fue acaso él quien se ciñó el vestido y corrió primero para encontrarse con Jesús en la playa cuando supo que era su Maestro? ¿No había dicho Pedro que él y sus compañeros sacrificaron todo por seguir a Jesús (Mateo 19:17)?

Todo esto era cierto, pero el Señor le preguntó: “Pedro, ¿me amas más que éstos?”. Amados, no importa qué posición tengamos ahora dentro del cuerpo de Cristo. No importa si usted es un pastor, diácono o maestro, usted y yo requerimos que el amor por Cristo sea examinado. Si como discípulo no amo a Cristo, no importa a qué otra cosa ame.

  1. ESTA PREGUNTA DEMANDA UNA DEFINICIÓN DEL AMOR POR JESÚS
  1. ¿Ágape o Fileo?

Nuestro idioma no nos ayuda mucho para expresar la palabra “amor” como en el griego. Había por lo menos cinco palabras para referirse al amor, especialmente en el griego antiguo, pero las más comunes, y usadas fueron: ágape, fileo y eros.

El amor “ágape” era una alusión al amor divino; el amor “fileo” era una referencia al afecto, a un amor impulsivo y susceptible a enfriarse fácilmente. Mientras que el amor eros se relaciona con todo lo sensual.

Jesús inició el juego de palabra, diciendo: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas (agapao) más que éstos?” (vers. 15). A esto, Pedro contestó: “Sí, Señor; tú sabes que te quiero (fileo)”. Así respondió tres veces. La pregunta de Jesús inquirió un amor divino, mientras que Pedro había respondido manifestando un afecto humano.

Pero hay algo curioso en esto, en las dos primeras preguntas Jesús usó el amor “ágape” y en la última “fileo”, pero Pedro usó tres veces “fileo”. Y fue allí con esa tercera pregunta que Pedro se entristeció. Con esto, Jesús mostró la diferencia entre un simple “te quiero” y el profundo “te amo”. De igual manera, Jesús examina nuestra clase de amor. Entonces, ¿amo a Jesús con amor “fileo” o amor “ágape”? Dios nos amó con el amor sacrificial de “ágape”.

  1. La tristeza del corazón (vers .17)

Jesús no perdió la compasión por su discípulo, pero era necesario confrontarlo hasta llevarlo a este lugar. La reacción nuestra sería la misma. Pedro entendió finalmente a su Señor y su demanda. Con un corazón quebrantado, y por seguro con lágrimas en sus ojos, le dice: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo…” (17b).

Este pasaje nos toca muy hondamente. Nosotros no somos diferentes a Pedro. Podemos estar amando a Jesús con un amor muy frágil, como si se tratara de uno de mis amigos o de mis familiares cercanos. Para alguna gente Jesús es como un “cajero de 24 horas” que acuden a él cuando ya no hay dinero en el bolsillo, pero el resto del tiempo no lo toman en cuenta.

Sería bueno recordar que Jesús nos amó con un amor desprendido y entregado. Su amor no fue dado con goteras ni a destajos. Él se entregó por completo. Su amor por nosotros lo llevó a la cruz.

Nuestro amor por él no debe reducirse a un simple te quiero por la noche y un te quiero por la mañana. Mi amor por él debiera ser el asunto más cautivante de mi corazón. ¿Podrá pasar mi amor la prueba de esta pregunta? ¿Podremos decir “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”?

III. ESTA PREGUNTA DEMANDA UN CAMBIO DE PRIORIDAD

  1. De regreso a la pesca (vers. 2)

Pedro volvió a la pesca después de la muerte de Jesús. No era difícil para un pescador volver al agua. Pero la sorpresa es que, a pesar de la pericia y veteranía de los pescadores, no agarraron ni un solo pez en toda aquella noche. Hay en esto algo interesante para destacar.

Creo que Jesús intencionalmente permitió no pescar nada para recordarles que ese no era ya su oficio primario. Su llamado era a pescar hombres y esto lo estaban cambiando por su antiguo oficio. Este relato nos revela algo de la naturaleza del hombre que no ha cambiado nunca. Aun siendo creyentes las prioridades suelen invertirse. Bien pudiera otras cosas alejarnos del Señor y de mi amor por él.

Un creyente debiera determinar en su vida si su trabajo, estudio o diversión lo está alejando de su Señor; si es así, debiera hacer un parado y revisar lo que ocupa su tiempo. Lo más importante para mi vida debe ser el Señor, más que mis intereses. Pedro y sus compañeros al ver que su Maestro ya no estaba con ellos como antes, volvieron a su antiguo oficio.

El aparente “fracaso” parecía evidente. Las esperanzas se habían ido. Los sueños de conquistas, todos ahora se habían acabado. De esta manera, la pregunta de Jesús tiene la intención de reordenar las prioridades cambiadas por Pedro. Aunque ellos deberían proveer para su familia, no hora de regresar a la pesca. Su trabajo ahora era pescar hombres, y ese es su principal llamado.

  1. “¿Me amas más que éstos?” (vers. 16)

Esta es la pregunta más importante de esta historia. El pronombre “éstos” está construido en forma neutra, para referirse a hombres o cosas. ¿Le estaba diciendo Jesús a Pedro si lo amaba más que los otros discípulos o del negocio de la pesca?

Cualquiera de las dos cosas puede darse. Tarde o temprano todos somos confrontados con esta misma pregunta. ¿Me amas más que éstos? Note que Jesús no está diciendo a la gente que dejen de trabajar para que le sigan a él, aunque si esto ocurre, él nos sostendrá.

Eso sería una contradicción puesto que él conoce la importancia y necesidad del trabajo. Pero sí está presentando cuál debería ser el orden de prioridades en nuestra vida. Mi amor por Jesús no puede estar por encima de mi oficio. Nuestra sociedad se ha materializado tanto que su trabajo ha llegado a ser el medio por el que se adora al “dios dinero”.

Pero en esta categoría también entran mis estudios, entretenimiento e intereses particulares. Cuando Jesús se acerca y nos dice, “¿me amas más que éstos?”, ¿cuál sería nuestra respuesta?

¿Podría decir que amo a Jesús más que a mi auto, mi computadora, mi familia, mi trabajo, mi deporte? ¿Pasaría mi amor por Jesús la prueba cuando lo comparo con aquellas cosas a quien le dedico tanto tiempo y que son objetos de mi especial atención? ¿Es mi amor por Dios un amor “ágape” o un amor “fileo”?

  1. ESTA PREGUNTA ESPERA UNA PRUEBA DE AMOR
  1. El Señor necesitaba traer al impetuoso Pedro a enfrentar su futuro.

Si en verdad él decía que amaba a Jesús, entonces tenía que ir de sus palabras a los hechos. Jesús no se conforma con menos, porque eso fue lo que él hizo. Él amó al mundo al entregarse por todos los perdidos. Ahora Jesús demanda “una prueba de amor”.

Jesús le hizo a Pedro tres veces la misma pregunta y en cada una de ellas le demandó lo mismo: Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas, apacienta mis ovejas. Una prueba de mi amor por Cristo es la de cuidar a sus ovejas.

Si no hago esto, todo sería puras palabras. Por lo tanto, el llamado de Jesús es a hacer algo por él, y el ganar y cuidar a otros para Cristo es nuestra mayor tarea. ¿A dónde hay que ir para alcanzarles? Hay que ir donde están los perdidos y los extraviados.

Hay que ir a los que están en medio de tinieblas y proclamar a Cristo como el Salvador de los pecadores. Si digo que amo a Cristo, pero no amo a sus ovejas extraviadas, ¿de qué me sirve anunciarlo? La prueba más elevada de mi gozo por él se traduce en buscar y salvar al que se había perdido.

Una pregunta muy honesta sería esta ¿Cuánto amo a la gente que el Señor ama? ¿Qué estoy haciendo para “apacentar” aquellos por los que Cristo murió? Este planteamiento está en armonía con la recompensa celestial: “Por cuanto lo hiciste a uno de mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:34-46). No habrá en el cielo un gozo más grande que este.

Después de este encuentro Pedro llegó a amar a Jesús de todo corazón. Pasó de un simple “te quiero” a un profundo “te amo”. Aquella mañana en la playa fue restaurado. Lloro por haberle negado, pero ahora tiene el gozo de la restauración y la comisión de pastorear y seguirle.

Alguien lo definió así: “Simón, fuiste débil como un cordero, errante como una oveja, y con todo, en medio de todo, tú, como querida oveja fuiste objeto de mi tierna y amorosa solicitud. Ahora, con el provecho de tus experiencias (debido a tu sincero pesar), considera a los miembros de mi iglesia como tus corderos, y aliméntalos; como tus ovejas, y pasto réalas; sí, como tus queridas ovejas, y al alimentarlos, ámalos.

No descuides la labor con la grey, Simón. ¡Esta es tu verdadera misión! ¡Vuelve a ella! (William Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento: El Evangelio según San Juan (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 1981), 765. Nada será más importante en nuestras vidas que el amor a Cristo. Si no lo amo de corazón no tendrá mucho sentido lo que hago para él. ¿Ama usted a Jesús realmente? ¿Cuál es su respuesta a la pregunta de hoy?

Fuente:
Julio Ruiz

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