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La palabra clave de cara al futuro de la Iglesia de hoy es «cambio»

Pasado el azote de la enfermedad a causa del virus COVID-19, habrá cambios en todos los conglomerados humanos, porque la calamidad que afligió a la gente incidirá en el comportamiento o clamores por justicia y en el equilibrio de individuos o grupos en algunas sociedades, provocarán crisis que tendrían grandes despliegues de querellas y luchas para lograr ajustes sociales
Abordar un tema que ha venido a cambiar nuestro estilo de vida no es sencillo. El Covid-19 cambió el mundo, lo detuvo, cerrando espacios aéreos, marítimos y terrestres… Algo impensable hasta el momento.

La palabra clave de cara al futuro de la Iglesia es cambio. Lo virtual llegó para quedarse en la Iglesia. Se graban videos en base al Evangelio y usan las redes para evangelizar y acompañar a muchos en su aislamiento. Son formas nuevas de edificar y evangelizar.

Deben seguir desarrollando un mayor sentido de familia. Esta situación ha demostrado lo interrelacionados e interdependientes que somos. Como comunión global pertenecemos al Cuerpo de Cristo, continuando compartiendo las esperanzas y el sufrimiento de los demás, y apoyándose unos a otros en la oración y la acción. Después de pasar el siniestro del coronavirus y retornar a una condición moderada, el mundo no será igual en numerosos aspectos.

Serán innumerables los cambios en la vida: transformaciones y novedosas formas de actividades económicas y políticas, prestaciones de servicios de salud, urgente atención a la crisis alimentaria, esmero cuidado al medioambiente, hacer eficiente el modo de transporte, excursiones turísticas, intercambios sociales, pensamientos ideológicos, estrategias de gobernar, trastornos psíquicos de individuos y grupos. Habrá, inclusive, reformas de conceptos religiosos y prácticas del ministerio pastoral con más fe, compromiso y dedicación.

Creo que los cambios provocados por la crisis deben mantenerse después de la pandemia. La iglesia del futuro impulsará los grupos pequeños y hará más énfasis en la cadena de oración. La ética moral del cristianismo será más altruista y las relaciones entre iglesias serán más fraternales. Las interrelaciones familiares, en muchos casos, serán más íntimas y afectuosas; sin embargo, en algunos hogares surgirán discrepancias y conflictos que podrían causar separaciones, intimación y divorcios en lugar de aparejar los enlaces conyugales.

Es probable que por un tiempo no previsible las reuniones sociales y conglomerados se restrinjan a un reducido número de personas.

La Iglesia debe ser una fuente confiable y segura de información. Sus líderes necesitan proporcionar información precisa, con una perspectiva pastoral. Ser racional y fáctico es muy importante ante la incertidumbre.

Reunión para la adoración de forma segura
La orientación sobre si las personas pueden congregarse, y en qué número, difiere de un país a otro y está cambiando rápidamente.

Cuando todavía se permite reunir a las personas, las iglesias están implementando una serie de medidas de higiene y distanciamiento físico. En los lugares donde la membresía de la iglesia es alta, se están introduciendo más servicios en diferentes momentos de la semana, con el fin de reducir el número asistentes en cada uno y proporcionar un margen para mayor distancia física entre los fieles.

Que enseñanza nos deja el COVID-19:
• Nos enseña que la vida es frágil.
• Que la iglesia no está limitada a cuatro paredes.
• Que los templos estuvieron cerrados pero la iglesia no.
• Que debemos ser más humilde, que no debemos celebrar culto a la personalidad, a la prepotencia y el orgullo.

• Que Dios es el dueño de la iglesia, Él ha preservado la iglesia en momentos en que los pastores solo podíamos descansar en Él.

• Ha dejado en evidencia la capacidad de la iglesia de ser generosa y comunidad terapéutica

• os ha enseñado a responder a emergencias y epidemias.
Sabemos que hay tres funciones clave que la Iglesia puede desempeñar en esos tiempos para promover la preparación y la resiliencia:

• Dar esperanza y enfrentar el miedo con información precisa y aliento a través de nuestra fe.

• Mantener una comunidad de adoración más amplia y conectada, si es necesario a través de mensajes telefónicos y en línea, en caso de cuarentena e interrupción de relaciones físicas.

• Expresar la compasión y el cuidado de Dios a la gente afectada en nuestras comunidades, recordando que las más vulnerables serán las más afectadas.

La Iglesia está llamada a ser una voz que calma y da tranquilidad, afirmando que Dios está con nosotros.

Aprendimos más a construir esperanza y mantener las conexiones de la comunidad, abordar los temores y emociones de las personas utilizando los recursos bíblicos y espirituales.

«Estamos en territorio desconocido. Como iglesia debemos tener una voz de paz y tranquilidad, como la única certeza a la que podemos aferrarnos, que Dios está con nosotros y no debemos perder de vista esto en medio al pánico”.

Este tiempo es una oportunidad importante para que la iglesia se conecte con la misión holística de Dios en el mundo.

Fuente:
Apostol Reynaldo Franco Aquino

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