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La Oración Unida. Reconectando con Nuestro Compromiso Inicial

Estamos en presencia de un pasaje sumamente interesante; es, en efecto, el segundo Génesis de la Biblia. En el primero tenemos la creación del mundo, ahora tenemos la creación de la iglesia. La iglesia debe conocer su origen para no olvidar su historia y su naturaleza.

Los acontecimientos de este pasaje se dan en diez días. Pentecostés ocurre durante la Fiesta de las Semanas, que son cincuenta días después de la Pascua. Sabemos que Jesús pasó cuarenta días haciendo varias apariciones a sus discípulos y enseñándoles acerca del Reino de Dios.

Entonces, 50 días desde la Pascua (cuando ocurrió la crucifixión) hasta la Fiesta de las Semanas (cuando ocurre Pentecostés), menos 40 días entre la Resurrección y la Ascensión, son diez días que los discípulos pasaron esperando al Espíritu Santo. Lo más interesante del capítulo es ver a Jesús en sus últimos días en la tierra con su cuerpo resucitado. ¿Pueden imaginarse esa única y especial escena?

Jesús había escogido a sus discípulos; se dedicó a ellos por tres años. Aparte de todas las enseñanzas recibidas, les había hecho tres importantes anuncios: dos se habían cumplido, faltaba uno. El primero fue acerca de su muerte, el otro fue acerca de su resurrección, y el otro fue la llegada del Espíritu Santo, el más importante antes de ascender al cielo.

Para esa promesa les manda a estar unidos; a no separarse. Y para lograr esa unidad, nada será más importante como estar unidos en oración. Ese es el gran tema de este capítulo. Cuando la oración se hace unida, sucede algo. Hay poder en la oración unida. ¿Qué hace el poder de la oración unida?

Esta no fue la verdad antes de la resurrección. Los discípulos fueron dispersados. El temor se apoderó de ellos. Por cuanto se había acabado todo, muchos de ellos regresaron a sus antiguos trabajos. La ausencia temporal de Jesús los había llevado a un estado de total desánimo y desesperanza.

Sin embargo, ahora están otra vez unidos. Y esto es lo que hace la presencia de Jesús en la vida de la iglesia. Jesús les había dicho anteriormente: “Porque separados de mí, nada podéis hacer” (Juan 15:5). ¿Y acaso no es cierto esta verdad entre nosotros? Cuántas veces nos hemos separado del Señor, viviendo otra vez sin tener una comunión íntima con él.

Los discípulos se habían reunido en el monte de los Olivos para despedir a su Señor, pero la orden después de eso era regresar a Jerusalén. En esta historia tenemos un llamado al compromiso otra vez. Con mucha frecuencia perdemos el compromiso original desde donde el Señor nos sacó y nos comisionó. Necesitamos regresar a nuestra “Jerusalén”, pero regresar juntos.

Jesús nos quiere juntos, y la mejor manera de hacerlo es a través de su convocación a la oración. Con frecuencia nos unimos para otras cosas, qué bueno sería hacerlo para la oración.

2. Regresar Con Una Mente Cambiada (Vers. 6)
¿Por qué los discípulos preguntaron esto? ¿Seguirían ellos todavía pensando en un mesías nacionalista para Israel? Durante los cuarenta días después de la resurrección, el tema principal de Jesús fue acerca del reino (vers. 3). Pero ¿cuál reino? ¿No les había dado una buena información del reino durante sus tres años de ministerio?

¿Se referiría Jesús al reino milenial? No sabemos los detalles de aquella conversación de Jesús durante todo ese tiempo, pero si estamos seguros de la reacción producida en los discípulos respecto a ese tema. Para ellos era muy importante el reino de Israel. La mente enfocada en el tema de las cosas terrenales les dominaba todavía.

El reino al mejor estilo de David estaba latente en sus vidas. Y Jesús, según la visión de los discípulos, era el rey para restaurar ese reinado en ese tiempo. El estar tan enfocado en las cosas terrenales nos aleja del deseo divino de volver a nuestro compromiso inicial. Pero hay algo mejor para la vida espiritual que desear los goces temporales, porque son pasajeros. La invitación a estar juntos, y hacerlo a través de la oración es lo mejor. Para los discípulos significó la llegada del Espíritu Santo (vers. 8).

3. Regresar Con La Más Grande Esperanza (Vers. 9)
¿Cuántos mensajes ha oído acerca de la ascensión de Cristo? ¿Sabía usted que después de la resurrección este hecho es el más grande para nuestra esperanza como cristianos? ¿Sabía usted que cuando oramos, la certeza de su intercesión por nosotros es nuestra más grande promesa?

Los discípulos vieron a Cristo durante cuarenta días después de la resurrección, pero ahora le verán subiendo al cielo y con ello el cumplimiento del Salmos 24:8-9. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria.

Durante ese tiempo les habló del reino y les infundió el poder de su resurrección. Pero también les hablaría de su intercesión por ellos cuando estuviera en su presencia. Esto tuvo que llenar los corazones de los discípulos de una gran esperanza. Jesús nos enseñó a orar siempre al Padre, pero también nos enseñó a hacerlo en su nombre.

Eso lo dijo en (Juan 14:13). Muchas religiones tienen sus líderes a quienes invocan en sus oraciones, pero todos ellos murieron y ninguno resucitó. Nuestro líder también murió, pero resucitó y ahora es nuestro gran sumo intercesor delante del Padre cuando oramos. Jesucristo es el único intercesor delante del Padre.

4. Regresar Con Gozoso (Lucas 24:50-53; Vers. 12)
Ninguna imagen pudo quedar más grabada en la mente de los discípulos como la ascensión del Señor en una nube al cielo mismo. Y aquella escena, en lugar de producir tristeza, produjo gozo y alabanza en ellos; produjo una unidad gozosa, una obediencia y un regreso gozoso al lugar del compromiso.

Ellos iban a Jerusalén para reunirse con sus hermanos para orar. Esta era la orden. Ellos habían sido llamados para estar unidos en oración porque tenían que esperar por la promesa. ¿Qué pasaría por sus mentes mientras regresaban? ¿Pensarían en las escenas de la última semana del ministerio terrenal de Jesús ocurrida en ese mismo lugar (Lucas 21:37)?

¿Recordarían la enseñanza que dio Jesús, conocida como el discurso de los Olivos (Mateo 24:3), en el que explicó las señales del fin del mundo y los acontecimientos que rodearon su regreso? ¿Pasarían por el Getsemaní para recordar las horas de agonía de su Señor en oración? Más aún ¿pasarían por el Gólgota donde crucificaron a su Maestro?

Lucas nos dice que regresaron gozosos y alabando al Señor. Van gozosos a reunirse con sus hermanos para continuar con el compromiso. Necesitamos la reunión con los hermanos y la oración nos ayudará a esto.

II. LA ORACIÓN UNIDA NOS PONE JUNTOS EN ESPERA DE LA BENDICIÓN
1. La Importancia Del Aposento Alto (Vers. 13)
Algunos piensan que este “aposento alto” fue el mismo lugar donde Jesús tuvo la última cena con sus discípulos. Si esto fuera así, aquel lugar cobraría mucha más importancia para ellos, pues fue en esa cena donde Jesús les lavó los pies, les habló de quien le entregaría, y fue allí donde él instituyó la Cena del Señor, el memorial con el cual se le recordaría para siempre.

Hay razones para pensar que aquel lugar era la casa de María, la mamá de Juan Marcos, frecuentado por ellos después. Posiblemente aquel fue el lugar donde Pedro fue cuando salió de la cárcel. Y aquel era un lugar de oración, porque si bien Pedro estaba retenido por Herodes “la iglesia hacia sin cesar oración a Dios por él” (Hechos 12:5).

Mis hermanos, las cosas vistas a lo largo del libro de los Hechos, como la llegada del Espíritu Santo, la predicación del evangelio, los milagros en sanidades tuvieron mucho que ver con el poder de la oración. La iglesia no puede descuidar su “aposento alto”. La falta de poder, de respuestas y de vidas consagradas al Señor se deben a la falta de ir al “aposento alto”. Jesús le dio importancia a ese aposento de acuerdo con Mateo 6:6. No descuidemos nuestro aposento de oración.

La Importancia De La Perseverancia (Vers. 14)
La orden de Jesús fue precisa: vayan a Jerusalén y reúnan a sus hermanos, y eso hicieron. La iglesia reunida allí llegaba a ciento veinte “en número” (vers. 15). Pero ¿cuál era la nota distintiva de la iglesia reunida en ese momento? Que “todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego…”.

Este versículo es crucial en la Biblia. Lo fue para ese momento cuando los discípulos quedaron solos sin su Maestro, y lo sigue siendo también para la iglesia de hoy. No somos dados a perseverar unánimes en oración y ruego. Revise su vida de oración y descubrirá que ora poco, no persevera y no siempre ruega unido.

¿Se da cuenta la importancia de la perseverancia para cualquier propósito en la vida? Todos los textos encontrados en la Biblia apuntan a la perseverancia. ¿Se acuerdan de las parábolas del “amigo de la media noche” de Lucas 11:5-8, o la “viuda y el juez injusto” de Lucas 18:1-8?

Pablo nos da dos textos para este llamado: uno es “orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17) y el otro es el de Colosenses 4:2-4. Por cierto ¿ha notado como Lucas habla de las mujeres en ese grupo de oración? John Piper dijo: “La perseverancia es la gran prueba de genuinidad en la vida cristiana”.

¿Por qué los once apóstoles con toda la iglesia perseveraban en oración y ruego? Porque algo grande iba a suceder. Jesús ya estaba con su Padre en los cielos. Pero había una profecía del profeta Joel en 2:28-29 sin cumplirse todavía. Jesús les aseguró otra vez su presencia al no dejarlos huérfanos. El Espíritu Santo era “el otro Consolador” quién sería derramado “dentro de muchos días” (vers. 5)

La oración unánime debe tener un propósito. Lucas nos da detalles muy interesantes respecto a la espera con propósito. Jesús se apareció a ellos durante cuarenta días después de la Pascua. Como el Pentecostés sucedió 50 días después de la Pascua, faltaban diez días para que esto ocurriera.

¿Por qué Jesús no envió al Espíritu Santo apenas ascendió al cielo? ¿Por qué no lo envió el segundo, tercero o el noveno día? ¿Por qué esperar diez días para recibir al Espíritu Santo? Dios no nos da las cosas cuando nosotros las queremos, sino cuando ellas nos convienen. La oración perseverante no es para presionar a Dios.

La oración favorita de algunos “yo decreto o yo declaro”, no tiene ni ruego ni perseverancia. Es cuando Dios quiere y no nosotros. El Espíritu Santo llegó el día de Pentecostés, el día cuando más gente se reunida en Jerusalén, y los tres mil convertidos ese día fueron testigos a sus países después.

Hubo, por lo menos, cuatro grandes poderes con los que nació la iglesia del primer siglo: el poder de la resurrección, el poder de la oración, el poder del Espíritu Santo y el poder de la predicación. De estos cuatro, el poder de la oración movía a los otros tres. Nada hace más poderosa a una iglesia como su vida de oración.

La iglesia del primer siglo comenzó como una iglesia de oración, la pregunta obligada es ¿ora la iglesia de hoy como la de ayer? El pueblo de Dios debe ser un pueblo de oración, unido en Espíritu y amor, porque somos un solo cuerpo con una sola esperanza, una sola fe, un solo evangelio, un solo Señor, un solo Dios y Padre de todos nosotros.

Mientras los discípulos esperaban la promesa del Padre, “estaban todos juntos, unánimes. Estaban continuamente entregados a la oración, junto con las mujeres, y María, la madre de Jesús, y sus hermanos”. Qué hermoso cuadro de los redimidos de Cristo, obedeciendo sus instrucciones y siguiendo su ejemplo de oración. Cuando una iglesia ora unida, el poder del cielo no se hace esperar. ¿Cómo es su vida de oración? ¿Oramos lo suficiente como iglesia? Nuestro crecimiento espiritual está sujeto a la vida de oración.

 

Fuente:
pastor Julio Ruiz

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