Cuando miramos a Pedro en Hechos 2, vemos un hombre lleno de autoridad, totalmente transformado por una experiencia de sanidad interior en un momento de intimidad que fue un intercambio como el que ocurre en una oración, en un momento de relación con el Señor.
Una de las cosas que más nos frustra a los cristianos es la impotencia que sentimos de cambiar al mundo. La expectativa de algunos es que Dios lo cambie por nosotros, y la de otros es que Dios nos evite los problemas; que el Señor venga y nos entregue tierra nueva. Y no hay problema con creer eso; faltan cosas por cumplirse, pero no tengamos una visión derrotista de lo que Cristo hizo en la cruz del Calvario; nosotros necesitamos saber lo que tenemos que hacer durante todo el tiempo mientras las cosas que no conocemos, pasan.
A veces nos entristecemos porque quisiéramos que el mundo cambiara. Entonces, nuestra oración es que el mundo cambie, que todo acabe, que los problemas desaparezcan. Decimos ser la iglesia y queremos ser la iglesia de Hechos 2, pero no somos la iglesia de Hechos 2 con las persecuciones; cada vez que hay persecución, salimos corriendo y queremos que Dios nos libre. Entonces, tenemos que ver cuál es el balance real, qué es lo que tenemos que hacer y cómo tenemos que vivir.
La visión de cada uno debe comenzar a virarse, no a la salvación colectiva, sino a la individual y a cómo lo que tú haces impacta al prójimo al lado tuyo. El único que puede salvar al mundo entero es Cristo, y ya pagó el precio por todos en la cruz del Calvario, y todo el que se acerque a él tiene perdón. ¿Cuál es tu trabajo entonces? Tratar de acercar, a través de tu testimonio, de tu ejemplo, de tu amor, al que está al lado tuyo.
Estás orando porque se salve tu país, pero ¿haces algo por el que está a tu lado? Lo que tienes es que estar seguro de quién eres en Cristo Jesús para caminar en tu país con la seguridad que él te da de que te ha transformado, te ha dado autoridad, y ver cómo lo que Dios hace a través de ti cambia al que está al lado. Solo así realmente podremos experimentar la transformación que todos deseamos.
Esos que critican a los pastores de no ir a buscar la oveja perdida, nunca han buscado a nadie, solo a sí mismos. Aquel que acusa a la iglesia de no ayudar, no se da cuenta que en ningún lado dice que la iglesia es la que tiene que ayudar; lo que dice es que cada uno tiene que ayudar al prójimo. Es bien fácil acusar a otro, si tú no estás ayudando al prójimo. Tu país cambiaría si todos nos viéramos como prójimos y todos nos ayudáramos el uno al otro y no esperáramos que el colectivo ayude a todo el colectivo. Los colectivos siempre ayudan a un pequeño nicho. Todos los grupos que se forman es para ver por sí mismos; esa es la batalla de los grupos. Por eso, lo que tú tienes que enfocarte es en tu prójimo, sin importar quién sea. Si hay un lugar donde no te van a juzgar y te van a dar la mano, es en la casa del Señor. En cualquier condición, te van a amar porque no te ven como el colectivo, sino como individuo, como ser humano, como persona, y conocemos al Dios que te puede redimir porque a todos nos sacó de algo igual o peor de lo que tú estás viviendo y hemos experimentado ese amor.
“21 Ellos entonces les amenazaron y les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho, 22 ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad, tenía más de cuarenta años.
Los creyentes piden confianza y valor
23 Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. 24 Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay;
25 que por boca de David tu siervo dijiste:
¿Por qué se amotinan las gentes,
Y los pueblos piensan cosas vanas?
26 Se reunieron los reyes de la tierra,
Y los príncipes se juntaron en uno
Contra el Señor, y contra su Cristo. m
27 Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, 28 para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. 29 Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, 30 mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.” Hechos 4:21-30
Aquí vemos una oración muy diferente a la que oramos muchas veces. Una oración común es: Señor, líbrame de las deudas. En vez de decir: Señor, prospérame para poder pagarla. Decimos: Señor, quítame este problema. En vez de decir: Señor, dame la valentía para pararme firme y enfrentar este problema. Ellos no oraron para que se fueran las amenazas, para que se fuera el problema. Ellos oraron para poder predicar la palabra con denuedo, mientras Él extendía su mano para que se hicieran sanidades, señales y prodigios.
Las sanidades, señales y prodigios se hacen mientras se predica la palabra con valentía, cuando no se le tiene miedo a las amenazas, a los problemas, sino que con valentía se enfrentan las cosas. Dios va a hacer milagros y prodigios en medio de tus dificultades, cuando tú te atrevas a enfrentar las cosas con valentía. Ahí es que tú vas a ver cómo Dios suple, cómo Él prospera. No es pedirle a Dios que te quite los problemas, sino decir: Señor, si tengo que pasar por esto, lo voy a pasar con autoridad; dame la valentía para caminar. Y mientras caminas, ahí es que tú vas a ver la mano de Dios obrar.
Pero la oración de la iglesia es siempre por la salvación colectiva porque satisface nuestra mente. Tú, ora: Señor, dame la autoridad para enfrentar esto; la valentía para salir y luchar y proclamar tu palabra, y mientras lo hago, muestra tu poder, haz milagros.
“31 Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.” Hechos 4:31
Si algo necesitamos es gente que se pare con autoridad a hablar la palabra de Dios, sin importar las amenazas, lo que el mundo diga, los problemas. Toma la palabra de Dios para tu vida y comienza a caminar hacia todo lo que Él te ha prometido. Esa oración solo viene de alguien transformado y empoderado. Y por eso es que veían los milagros. Caminaban en un mundo donde los amenazaban, los descabezaban, los echaban en hornos de fuego; no era que alguien escribía acerca de ellos en las redes sociales ni que los despedían del trabajo o que los discriminaran.
Una persona transformada en oración es una persona empoderada en la oración para cumplir con lo que tiene que hacer.
La oración no debe ser usada para acabar con los problemas. Hay quienes oran y oran por el mismo problema. Y sí, hay una parábola de una mujer que insistió e insistió, hasta que el juez -que era malo – le dio lo que pedía para salir de ella. Y entonces la gente piensa que tiene que orar hasta convencer a Dios, pero esa mujer no convenció a aquel juez, sino que lo cansó. Tú nunca cansarás a Dios. No puedes ir pensando de esa manera. El propósito de esa parábola no era mostrar la persistencia de la mujer, sino el corazón de Dios a través de lo que ese hombre hizo. Pero entonces, ¿por qué oras?
Ora para tener fe para resistir. ¿Cuánto tienes que resistir? Josué y Caleb tuvieron que durar cuarenta años. Resiste. Tuvieron que ver gente morir al lado de ellos. Resiste. Noé estuvo sobre trescientos días en el arca; cuarenta días duró el diluvio, pero tomó mucho más para que el agua bajara, para que se secara y para que la paloma viniera. La cuarentena de la pandemia no es lo fuerte, sino los trescientos y pico de días que nos falten después.
Deja de orar para que el COVID se vaya. Que se le quite al que lo tenga, pero por lo demás, oremos para pasar los días que tengamos que pasar. Esto hay que resistirlo. Se trata del más que resista en su mente y en su corazón sin doblegarse durante este tiempo. Y lo único que te hace resistir es la oración: Señor, dame la fe para resistir todo esto.
Cuando tú oras debes orar para saber qué es lo que tienes que hacer. No es: Quítame este problema. Es: Dime qué tengo que hacer para solucionarlo; dame la sabiduría para hacerlo, las palabras, la inteligencia para cambiar estas cosas, las ideas para hacerlo.