Vivir conforme a las enseñanzas de nuestro Señor requiere consagración, y Jesús mostró el fundamento para alcanzar el estado máximo de esa dedicación intensa de intimidad con Dios por medio de la oración, le oró al Padre, diciendo: «Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. Jesús entró a la presencia de Su Padre para pedirle por medio de la oración la unidad de la Iglesia.
Dios, desde los tiempos antiguos, nos ha hablado de la unidad y el compañerismo que deben manifestarse en su pueblo, y a pesar de eso, no hacemos lo suficiente para que éstos dones sean parte de la vestidura del Cristiano, y la verdad es, que necesitamos despojarnos de ciertas cosas que nos impiden avanzar hacia el terreno de esa cobertura.
La presente época navideña es propicia para levantar la bandera de la unidad, en la familia, la Iglesia, las amistades, en la nación, en la clase política, la sociedad civil y todo el colectivo, en las relaciones laborales, porque unidos somos más, porque la unión es garantía de triunfo, de éxito.
La humanidad desea, clama y gime por ese atributo de Dios que Cristo pide sea traspasado a Su Iglesia, el mundo tiene necesidad de alcanzar esa meta, siente hambre y sed de ese anhelo de Cristo «Que todos sean uno». Es vital para la convivencia en paz, pacífica.
El idioma griego hace entendible la palabra unidad definiéndola como «jeis», que significa uno: (una) cosa, pero cuando éste término pasa a ser «jenotés» en esa misma lengua, entonces es unidad, que al mismo tiempo es figura de unanimidad.
Así, en esa dirección, fue como que Jesús le oró al Padre, diciendo: «Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. San Juan 17:21.
En el versículo 22 de ese mismo capítulo, el Señor volvió a interceder en oración sobre su propuesta de que la Iglesia viviera bajo la comunión de la unidad, y en su plegaria de mansedumbre y humildad, expresó: «La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno».
El libro de los Hechos capítulo 1 y versículo 14, Dios da una poderosa demostración al declarar que ésta es su voluntad para la niña de sus ojos, dice: «Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos».
La más grande lección de humildad, Jesucristo, nos invita a la unidad y unanimidad: “Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión». Romanos 12:16.
Anhela el Señor ésta bendición «Para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo». Romanos 15:6.
Pongamos a un lado lo que esté impidiendo y marchemos hacia la conquista!!!! No hay tiempo que perder!!
Compañerismo, armonía y unidad, son dones de su perfecta voluntad para la Iglesia, medita en éste mensaje del salmista David:
¡No hay nada más bello ni más agradable que ver a los hermanos vivir juntos y en armonía!
Es tan agradable ver esto como oler el buen perfume de los sacerdotes, perfume que corre de la cabeza a los pies.
Es tan agradable como la lluvia del norte que cae en el monte Hermón y corre a Jerusalén, en el sur.
A quienes viven así, Dios los bendice con una larga vida. Salmos 133 Traducción en lenguaje actual.
«Para que todos sean uno», es el reto que tenemos por delante, y podemos vencer diciéndole al monte que se opone: «Quítate y échate en el mar.» Mateo 21:21.
En el nombre de Jesús!!!! A su nombre….Gloria!!!!
DIOS TE BENDIGA