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La oración debe ser específica

Toda oración efectiva debe comenzar con una presentación específica y detallada ante Dios de lo que necesitamos. Ser específico es muy importante en la vida de fe, sobre todo en lo que tiene que ver con nuestras peticiones al Señor. Paul Yonggi Cho, en su libro, Oración, la clave del avivamiento, declara:

Dios siempre ha contestado a las oraciones directas y concretas. Todo lo que El hace tiene un plan y propósito. En Génesis 1 y 2 se nos dice que Dios creó dentro de unos marcos de tiempo específicos llamados días. Cuando mandó a Moisés que construyera el tabernáculo, le dio instrucciones claras; no dejó que él decidiera si habría de confeccionar la tienda de aproximadamente veinte codos (la longitud que hay entre el codo y la punta del dedo); no, se le dijo exactamente cómo debía ser de larga y de ancha. Por lo tanto, Dios es un Dios preciso, y El espera de nosotros que oremos con precisión.

Cuando el Señor se detiene y manda a llamar al ciego Bartimeo, motivado por su clamor persistente y atrevido, le hace una pregunta intrigante: “¿Qué quieres que te haga?” ¿Por qué le hace esa pregunta innecesaria? ¡Es evidente que lo que Bartimeo necesita es recibir la vista! Evidentemente, el Señor quería escuchar de la propia boca de Bartimeo la expresión específica de su necesidad. Hay cierta formalidad casi legal en los procesos espirituales, y esto se aplica sobre todo en lo que tiene que ver con las intervenciones milagrosas de Dios en el mundo. Se requiere una petición específica para obtener una respuesta específica.

A Dios le gusta escuchar nuestras peticiones verbalizadas, declaradas en forma clara y concreta, nacidas de un corazón que las ha incubado y acendrado a través del tiempo, que las ha ido concentrando y reduciendo por medio de la repetición y el cultivo hasta llevarlas al punto de convertirlas en una piedrecita lisa, súper concentrada y ultra densa. Cuando le presentamos al Señor ese humilde pero poderoso producto de nuestras lágrimas y desvelos, instantáneamente este suscita la reacción positiva de parte del cielo.

Bartimeo le contesta al Señor sin titubear: “Maestro, que recobre la vista”. Cinco palabras. Pero más que suficiente para provocar la respuesta ansiada de parte de Jesús: “Vete, tu fe te ha salvado”. Dice la palabra que “En seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.

Fuente:
predicas.org

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