
¿Te sientes abrumado por todos los productos y alimentos tóxicos que hay en el mercado? Vivimos en una época en la que nos angustiamos demasiado por nuestra salud (lo que explica por qué los alimentos orgánicos, libres de gluten o sin conservantes han aumentado su demanda en los últimos años).
Cuidar nuestra salud es bueno y necesario. Sin embargo, si el cuidado propio se convierte en una obsesión, nos genera miedo continuo, nos aparta de nuestra relación con Dios y con otras personas. Como cristianos, tenemos que reevaluar nuestra definición de «saludable» y ver si se ajusta a una buena teología bíblica del cuerpo o si nos hemos obsesionado con el asunto, llegando incluso a sufrir de un problema de la alimentación llamado «ortorexia».
La ortorexia es una obsesión por «la comida saludable», la cual te lleva a controlar de manera estricta los componentes de los alimentos que ingieres. Se caracteriza principalmente por eliminar alimentos que contengan colorantes, conservantes, pesticidas, grasas, exceso de azúcar o sal, ingredientes genéticamente modificados, etc. Esto hace que una persona tenga pensamientos obsesivos durante todo el día, pierda el disfrute de la comida y, sobre todo, tenga una falsa sensación de protección, autosatisfacción e identidad.
Aunque la psicología etiqueta la ortorexia como un «trastorno de la conducta alimentaria», la Biblia se refiere a este tipo de pensamientos y deseos como idolatría, en este caso, a la salud.
¿Cómo identificar el ídolo de la salud?
Podemos definir un ídolo como cualquier cosa o persona que cautiva nuestros corazones, mentes y afectos más que Dios. Por ende, un ídolo es todo aquello a lo que recurrimos en búsqueda de alivio y seguridad en primer lugar, antes que buscarlo en Dios ¿Te suena familiar?
Si cuidamos la salud con otra motivación que no sea darle gloria a Dios, ponemos en riesgo nuestra salud espiritual
Hay una línea delgada entre cuidar nuestro cuerpo e idolatrar nuestro cuerpo. Quiero hacerte unas preguntas que te pueden ayudar a identificar algunos ídolos del corazón relacionados con la salud:
¿Cuánto tiempo al día dedicas para planificar y preparar comidas saludables? ¿Y cuánto tiempo pasas meditando en la Palabra de Dios?
¿Cumplir con tus estándares de alimentación te da una sensación de autosatisfacción o identidad?
Si no tienes una situación médica particular que te requiera evitar ciertos alimentos (como la diabetes), ¿qué pasaría si por un mes entero consumes todos los alimentos que has evitado? ¿Entrarías en ansiedad? ¿Te irritarías?
¿Tu estilo de vida y alimentación te ha generado conflictos con otras personas? ¿Eres intolerante a los hábitos poco saludables de otras personas?
¿Te sientes superior a otras personas que no cuidan de su salud como tú lo haces?
Sé por experiencia propia que en muchas ocasiones es difícil aceptar la condición caída de nuestro corazón. Pero solo reconociendo nuestros pecados y corrigiendo a Cristo —confesándolos, apartándose de ellos—, podemos encontrar la limpieza y el perdón de Dios (1 Jn 1:9).
Peligros al idolatrar la salud
Cuidar de nuestra salud es bueno; nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (1 Co 6:9). Por lo tanto, es necesario tener una alimentación balanceada y hacer ejercicio para que el cuerpo funcione de la mejor manera. Sin embargo, si lo hacemos de manera obsesiva o con cualquier otra motivación que no sea darle la gloria a Dios, ponemos en riesgo nuestra salud física y espiritual.
Peligros espirituales
El primer peligro, al presentar esta clase de idolatría, es vivir en ansiedad y con el temor de que todos (o casi todos) los productos o alimentos nos van a dañar.
Esta ansiedad se deriva de pecados en nuestro corazón, como el deseo de control, el perfeccionismo y la incredulidad a la Palabra de Dios, pues a veces, sin darnos cuenta, no confiamos en que «todo lo creado por Dios es bueno y nada se debe rechazar si se recibe con acción de gracias; porque es santificado mediante la palabra de Dios y la oración» (1 Ti 4:4-5).
¿Vivirás obsesionado por la comida saludable o vivirás comiendo sabiamente y dando gracias a Dios por cada bocado?
Otro peligro espiritual al idolatrar la alimentación saludable es el orgullo. ¿Has pensado que nadie te comprende? ¿Piensas que nadie tiene toda la información que tú has recabado? Esto puede llevarte a una idolatría a ti mismo y a creer que tienes el control sobre la vida, olvidándote del control soberano de Dios. Tal vez pienses que eres más inteligente o precavido que otras personas; no obstante, la Palabra de Dios nos advierte: «Delante de la destrucción va el orgullo, / Y delante de la caída, la arrogancia de espíritu» (Pr 16:18).
Un tercer peligro espiritual es alejarnos de la comunión con otros. Idolatrar la salud no solo trae consecuencias a tu vida, sino también a la de las personas que te rodean. Sin darte cuenta, poco a poco te puedes ir alejando de amigos, familiares y hermanos en la fe que piensan diferente a ti, ignorando así el mandato: «Tengan el mismo sentir unos con otros. No sean altivos en su pensar, sino condescender con los humildes. No sean sabios en su propia opinión» (Ro 12:16).
Peligros físicos
Los peligros no son sólo espirituales, ya que, al restringirse de varios alimentos, las personas obsesionadas con «lo saludable» pueden presentar algunos problemas de salud relacionados con deficiencias de nutrientes como sodio, hierro, calcio, etc.
Esto puede llevar a problemas como anemia, osteoporosis, desequilibrios hormonales, alteración de la microbiota intestinal, convulsiones y daño cerebral permanente, los cuales pueden derivar incluso en la muerte.
Como nutrióloga, mi recomendación para evitar esta clase de alteraciones físicas es que tengas una dieta variada, es decir, que incluyas todos los grupos de alimentos como frutas, verduras, lácteos, carnes, cereales, legumbres, etc. en las porciones adecuadas.
Enfrentando el ídolo de la salud
Todos queremos sentirnos seguros, deseamos no enfermarnos y no morir jamás. Eso es normal; después de todo, ese era nuestro diseño original antes de la caída (Gn 2:17). Pero a causa de la entrada del pecado, todo ser humano muere y nuestro cuerpo se convierte en polvo en el sepulcro (Gn 3:19).
Hay una línea delgada entre cuidar nuestro cuerpo e idolatrar nuestro cuerpo
Sin embargo, para los creyentes hay esperanza. La enfermedad y la muerte no existirán para siempre, ¡Cristo ya las venció sin nuestra ayuda! Y podremos disfrutar de un cuerpo perfecto, sin enfermedad, en la eternidad, cuando Dios establezca plenamente Su reino en la tierra.
Mientras llega ese glorioso día, ¿qué podemos hacer? Aquí hay cuatro ideas:
1. Reconoce tus pecados en esta área y arrepiéntete.
Llama al pecado por su nombre, por ejemplo: orgullo, idolatría, incredulidad, etc. Y acepta que tratar de ocupar el lugar de Dios es una falta grave, pero que también en la confesión genuina encontramos limpieza y perdón, pues confiamos en el sacrificio de Cristo (Pr 28:13).
2. Contrasta los pensamientos de temor y ansiedad con las verdades de la Palabra de Dios.
Reflexiona, ¿es cierto que debo cuidar excesivamente de mí, porque Dios no lo hará (cp. Mt 6: 25-34)? Te invito a que practiques filtrar tus pensamientos a la luz de Filipenses 4:8.
3. No tomes los estudios científicos como verdad absoluta.
En la mayoría de los artículos científicos encontramos que los efectos negativos de ciertos alimentos en la salud ocurren en dosis extremas o solo en animales. También es importante considerar que cada organismo es diferente, por lo que no debemos generalizar y pensar que todo nos hará daño. Además, no olvides que las investigaciones científicas arrojan resultados diferentes con el paso del tiempo y, en ocasiones, algunos estudios hasta se contradicen entre sí.
En vez de saturar tu mente con estudios que pueden ser erróneos, satura tu mente de la verdad de la Palabra y enfócate en conocer a tu Rey y Salvador
En contraste, tenemos un Dios confiable que nos ayuda a vencer todos nuestros temores. Por lo tanto, en vez de saturar tu mente con estudios y artículos que pueden quedar obsoletos en algunos años, satura tu mente de la verdad eterna de la Palabra de Dios y enfócate en conocer a tu Rey y Salvador: «En Ti pondrán su confianza los que conocen Tu nombre, / Porque Tú, oh SEÑOR, no abandonas a los que te buscan» (Sal 9:10).
4. Recuerda que ningún alimento puede darte una salud perfecta.
Es Dios quien permite cada suceso en nuestra vida. Aun cuando nuestras células fallan y se crea una mutación genética, Dios lo permite para un bien mayor para nosotros que somos Sus hijos, el cual es conformarnos a Su imagen (Ro 8:28-29).
En Sus manos
Confiar en Dios —en Su soberanía, bondad y cuidado— nos hace vivir en paz y seguros, no por los alimentos que comemos o evitamos comer, sino porque recordamos que nuestras vidas están en Sus manos.
Quiero terminar este escrito invitando a reflexionar en las palabras de un hermano que conocí en un viaje misionero. Él se encontraba en medio de una enfermedad grave sin cura y, estando en cama con mucho dolor, dijo:
No le temo a esta enfermedad, pues la enfermedad no es lo que me quitará la vida, sino Dios. El Señor ya tiene mis días contados y esta enfermedad no añadirá ni restará días de los que mi Rey ya ha determinado. Por lo tanto, los días que esté en esta tierra los viviré alabando y glorificando a Dios.
¿Y tú? ¿Vivirás obsesionado por la comida saludable o comiendo sabiamente y dando gracias a Dios por cada bocado? ¿Vivirás en temor por tu salud y en angustia por el cuidado de tu cuerpo, o alabando y glorificando a Dios con todo tu ser?