Para algunos la obediencia no es más que una absurda costumbre de tiempos pasados, para otros es un fantasma mental que ha contribuido a embrutecer a las masas, mientras que para varios es algo arbitrario que en el lenguaje moderno de hoy no tiene cabida ya. Sin embargo la obediencia es mucho más que todo lo anteriormente mencionado, la obediencia es y será la principal puerta para acceder a toda clase de bendiciones. ¿Quiere que su vida mejore? ¿desea en verdad que su trabajo, ministerio, emprendimiento o proyecto prospere? ¿anhela que toda su familia experimente abundancia integral? Bueno, si usted quiere todo esto debe comenzar por obedecer, sí, tal como leyó, obedecer; pero ojo, no se vale obedecer a cualquiera, es preciso hacerlo con la persona correcta.
HABLEMOS DE LA OBEDIENCIA y HÁBITO
- Definición de Obediencia según un diccionario de la lengua castellana: Acción de acatar la voluntad de la persona que manda, de lo que establece una norma o de lo que ordena la ley.
- Definición según el Concepto Bíblico: La obediencia a Dios es considerada una virtud y se la define como acatar Su voluntad, aceptar sus designios, someterse a Su autoridad; es por tanto una actitud que el ser humano debe aprender, no viene de manera innata, es algo que debemos desarrollar con el paso del tiempo. La disciplina, constancia y motivación son tres elementos que nos ayudarán a ser más obedientes. Numerosos son los pasajes bíblicos que nos hablan de la obediencia ––sus beneficios y consecuencias––, estos son apenas algunos:
Romanos 6:15-18. Aquí nos dice que uno se hace siervo de aquel a quien obedece, en este caso al pecado o a Dios…, es mejor hacerse siervo de Dios.
Santiago 4:7-8. Aquí nos enseña que no podemos servir a Dios a la distancia, debemos acercarnos a Él, al hacerlo Él se acercará a nosotros. Este acercamiento sólo es posible a través de la obediencia.
Filipenses 2:5-11. El mismo sentir que hubo en Cristo debe haber en nosotros, un sentir de obediencia a tal punto de sacrificarnos por Dios; hacer que nuestra carne muera para que nuestro espíritu viva y gobierne.
Mateo 26:36-39 y 42. “Que no sea como yo quiero sino como Tú quieres”. Tal debe ser nuestra disposición a Dios, hacer esto es muestra de sabiduría, humildad, capacidad de sumisión total al Creador. Esto también significa cederle el control a Aquel que puede hacerse cargo de nuestras vidas.
1ª Samuel 15:22. Este pasaje es un “clásico” en la lectura cristiana pues nos muestra una verdad espiritual que pocos logran dimensionar, “es mejor obedecer que los sacrificios”. No sacamos nada con hacer esto o aquello si no obedecemos de corazón a Dios; la obediencia está por encima de toda religiosidad o apariencias engañosas.
Jeremías 48:10. Este pasaje es potente en todos los sentidos. Aunque pequeño en extensión es gigante en verdad, nos dice que debemos hacer bien el trabajo que hacemos para el Señor, y sólo podremos hacerlo afirmados en la obediencia.
Salmos 128. Este salmo está dedicado exclusivamente a mostrar los beneficios reservados para quienes obedecen a Dios, la descripción acá es bastante gráfica, conmovedora y apasionante.
Al obedecer nuestra vida y la de nuestra familia fructifica cual vid cargada de uvas.
- Hábito: Es una acción que se repite una y otra vez hasta que se convierte en una conducta en la vida de quien lo practica. Hay hábitos positivos y negativos, los primeros producen toda clase de beneficios mientras que los segundos sólo causan destrucción en quienes los practican. Por tanto, cultivar hábitos positivos harán de nuestra vida más sana, más productiva, más plena, más feliz. La obediencia a Dios es un hábito que vale la pena desarrollar, ¿por qué? porque hacerlo desatará en quien lo practique una serie de bondades difíciles de calcular.
JOSÉ EL CARPINTERO, UN HOMBRE QUE OBEDECIÓ
Permítanme hablarles un poco de un hombre que a juicio mío tiene mucho que enseñarnos acerca de la obediencia, un hombre que a veces parece “poca cosa” ante otros personajes bíblicos pero cuyo testimonio nos da sendas lecciones respecto a la obediencia; me refiero a José, el padre terrenal de Jesús, más conocido como José el Carpintero.
Haga una pausa para considerar a este hombre que jamás dudó en hacer lo que Dios le mandaba. Tómese el tiempo para preguntarse, ¿quién fue él?
José ha sido tan eclipsado por María que, en la mente de muchos, se le relegó a un papel de un actor poco importante del drama de los primeros años de la vida de Jesús, al mismo nivel del mesonero, de los pastores y de los magos…, ¡que gran error! No obstante, José debió ser un individuo sumamente extraordinario porque de lo contrario Dios no lo hubiera escogido para que se responsabilizara de su Hijo.
Desarrollo del Tema.
En el relato de Mateo 1:18-25 (versión RV 1960) encontramos varias cualidades de este hombre que valen la pena mencionar. Éstas son:
Era un hombre justo (v. 19)
Era un hombre honorable (v. 19, no quiso exponer a María a la humillación pública)
Era un hombre que creía en Dios (implícito en todo el texto)
Era un hombre obediente (v. 24)
Ahora bien, la cualidad que deseo resaltar hoy de todas las mencionadas es su obediencia a Dios. ¿Quién de nosotros varones estaríamos dispuestos a creer que nuestras esposas están embarazadas por obra y gracia del Espíritu Santo? ¡José creyó y obedeció a Dios! ¿Quién de las mujeres que leen este documento estarían dispuestas a dejarse embarazar por un ser llamado Espíritu Santo? ¡María sí estuvo dispuesta! El asunto es señores y señoras, que la obediencia aplasta toda duda, la obediencia nos lleva a experimentar encuentros con Dios que jamás antes hemos tenido.
La práctica de la obediencia a Dios produce tres resultados ineludibles:
Privilegios, Responsabilidades, Cambios
Hoy quiero hablarles de los cambios que la vida de José experimentó producto de su obediencia a Dios, cambios que siempre son para bien aunque a veces pareciera que no. Preste mucha atención a las siguientes líneas:
1º Cambios de Lugar: Al aceptar a María como su esposa y criar a Jesús como si fuera su hijo, José se vio obligado a moverse de un lugar a otro en varias ocasiones. Primero fue a Jerusalén para empadronar (censar) a su familia (Lucas 2:1-5); Segundo, una vez nacido el niño Jesús debió escapar hacia Egipto para evitar la muerte de Jesús (Mateo 2:13-18); Tercero, debió regresar a Galilea (Mateo 2:19-23).
Esto nos deja como lección que la obediencia a Dios implica dejarnos controlar por Él sabiendo que nuestras vidas estarán mejor en sus manos que en la nuestras. La obediencia a Dios resultará en un “inevitable mover de un nivel espiritual a otro superior”. Así como José se movió de una ciudad a otra, así Dios quiere movernos de una condición espiritual pasiva a una condición espiritual activa. ¿Cuántos aquí desean ser más espirituales? ¡yo sí! Para que esto ocurra debe obedecer la voz de Dios.
2º Cambios de Compromisos: Cuando José contrajo matrimonio y luego nació Jesús, algunas responsabilidades se sumaron a su vida. Entre las más importantes encontramos una en particular: Criar a Jesús como si fuera su hijo y hacer de él un hombre de bien para la sociedad. Los judíos antiguos creían que “el que no enseña a su hijo un oficio, le enseña a robar”. Así entonces José enseñó a Jesús el oficio de la carpintería (Marcos 6:3); pero la preparación más importante de José hacia Jesús fue la espiritual. Él, como buen padre judío instruyó a su hijo en las Sagradas Escrituras y lo llevó a la sinagoga a estudiar (Lucas 4:16).
Esto nos deja como lección que la obediencia a Dios nos llevará a asumir compromisos cada vez más importantes y trascendentes para la grandeza del Reino. Recordemos el texto bíblico que dice “en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré”. ¡Ya es tiempo que asumamos el compromiso de transformar este mundo decadente en uno mejor! ¿Cuántos quieren ver a su nación transformada para bien? Si así lo deseamos, al igual que José seamos obedientes y asumamos nuestro compromiso como Iglesia. Pero también asumamos el compromiso de mejorarnos a nosotros mismos, nuestro estilo de vida (pensamientos, palabras, acciones).
3º Cambios de Mentalidad: José no podría haberse movido de ciudad y mucho menos haber asumido compromisos que “no le correspondían” si su mente no hubiese sufrido algún tipo de cambio. Por tanto podemos afirmar que Dios hizo que los pensamientos de José cambiaran, fue el Señor quien produjo en el interior de este hombre ese click que todos necesitamos a la hora de avanzar a una vida mejor, una transformación de esquemas mentales y estructurales que es urgente en la vida de los ciudadanos del Reino. ¡Sin cambio de mente seguiremos dando vueltas en el mismo lugar por años! Mejor hagamos caso a Romanos 12:2.
Seguramente hay personas que están esperando que cosas grandes sucedan en sus vidas, ya sea una sanidad, la cancelación de su deuda, una reconciliación con su cónyuge, que su hijo vuelva al hogar, que su marido entregue su vida al Señor, salir de una situación complicada, en fin, ¡todos esperamos un milagro! Sin embargo les puedo afirmar que ese portento no sucederá a menos que al igual que José estemos dispuestos a obedecer a Dios y dejar que nuestras vidas sean guiadas por Él.
Dios nos ayude a obedecer y no dudar; hacer de la obediencia un hábito en nuestras vidas; si lo hacemos muchas bendiciones nos aguardan, ¿saben por qué? porque la obediencia a Dios siempre es recompensada.
¡Que el Señor nos bendiga!