
«Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Filipenses 2-5-8
La obediencia a Dios es una característica fundamental en la vida cristiana. Desde el principio, Dios ha llamado a su pueblo a caminar en fidelidad y sujeción a Su voluntad. Jesús nos dejó el mayor ejemplo de obediencia, mostrando que no se trata solo de seguir reglas, sino de una entrega total a Dios.
La obediencia de Cristo. Nuestro modelo
Jesús, siendo Dios, se humilló voluntariamente y obedeció hasta la muerte en la cruz. Su vida nos enseña que la obediencia no es opcional, sino una manifestación de amor y confianza en el Padre.
La obediencia como señal de amor
Jeús dijo: «Si me amáis, guardad mis mandamientos.» (Juan 14:15). No se trata de un simple acto religioso, sino de un compromiso genuino con Dios. Cuando obedecemos, demostramos que nuestra relación con Él es real y profunda
La obediencia trae bendición
En Deuteronomio 28-1-2, Dios promete bendiciones a quienes escuchan y obedecen su voz. Muchas veces queremos recibir las promesas de Dios sin sujetarnos a Su dirección. Sin embargo, la obediencia abre las puertas del favor divino.
. La lucha entre la voluntad propia y la voluntad de Dios
El mayor desafío de la obediencia es renunciar a nuestros deseos para seguir el plan de Dios. Jesús oró en Getsemaní: «No se haga mi voluntad, sino la tuya.» Lucas 22-42). Someterse a Dios implica rendirse completamente a Él.
Obedecer a Dios no siempre será fácil, pero trae gozo, paz y recompensa eterna. Jesús nos mostró que la verdadera grandeza está en servir y obedecer. ¿Estamos dispuestos a seguir su ejemplo?