Nosotras las mujeres de Dios tenemos una misión y es la de ser instrumentos para expandir el evangelio de salvación y vida eterna. Somos parte de un modelo diseñado con una estructura divina para revelar su presencia de acuerdo a su santa y bendita voluntad.
Podemos ver muchas mujeres de Dios subiendo a las alturas y salvando vidas, llevando como estandarte su fe en Jesucristo, el Hijo del Dios viviente, por lo que estamos dispuestas a ofrendar le nuestros dones y talentos, para su servicio de adoración y predicación de su palabra, como parte del propósito mediante el cual hemos sido llamadas.
En el Nuevo Testamento podemos ver que las mujeres eran también importantes en el ministerio de Jesús. A diferencia de la mayoría de los rabinos, Jesús les impartía enseñanza a las mujeres (Lucas 10:38-42). Las mujeres estaban entre los discípulos viajeros (Lucas 8:1-3). A Marta le fue dada la visión espiritual para reconocer a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios (Juan 11:27).
Jesús le dijo a la mujer samaritana que él era el Mesías (Juan 4:7-26). La lección que él le dio acerca del agua viva fue justamente tan profunda como la lección que le dio a Nicodemo, y la mujer tuvo una mejor respuesta. Ella fue y le habló a la gente de su pueblo acerca del Mesías, y testificó eficazmente acerca de Jesús. Muchas de las personas creyeron en Jesús a causa de lo que ella les dijo (vers. 28-29, 39).
Después de que Jesús fue resucitado, él pudo haber elegido aparecer a los hombres primero, pero no lo hizo. Él se reveló a sí mismo primero a mujeres, y les dijo que les dieran órdenes a los hombres (Mateo 28:8-10). Aparentemente esperaba que los hombres siguieran las instrucciones de las mujeres.
La mujer continuó siendo una parte importante de la iglesia primitiva. Ellas estaban incluidas entre los 120 discípulos (Hechos 1:13-15). Pedro dijo que el Espíritu Santo hizo hablar tanto a los hombres como a las mujeres (Hechos 2:17). La historia de Ananías y Safira muestra que a la mujer se le consideraba como igual (Hechos 5:1-11). La iglesia aumentó en número de hombres y mujeres por igual (Hechos 5:14; 8:12).
El Señor nos ha capacitado, como mujer, para andar y escalar por terrenos difíciles de la vida, inclusive confirmando lo que Dios decretó en Adán que, nosotras las mujeres, somos su ayuda idónea, para que el sacerdocio entre ambos géneros, pueda agradarle, porque sin nuestros servicios, no existiría un verdadero sacrificio de adoración.
Dios llamó al hombre a la gran comisión, constituido plenamente en alma, cuerpo y espíritu, pero la mujer como su ayuda idónea también forma parte de ese llamado.
En la Biblia encontramos innumerables pasajes que nos confirman que la mujer fue creada para el hombre como ayuda idónea, tanto en el aspecto humano como en el espiritual, así como también en su rol para que ambos sirvan y adoren al Señor en espíritu y en verdad.
Las mujeres tenemos que confiar en la fortaleza de Dios, como nuestro amo, Señor y dueño absoluto, mirando al futuro con sueños renovados, sin mirar atrás los obstáculos con que hemos tropezado, pero que ya hemos superado, y que proclamemos: Siendo débil fuerte soy, recordando lo que dice Filipenses 4:13 “todo lo puedo en Cristo que me fortalece».
Mujeres de gala, mujeres de fe, mujeres de altura, podemos seguir confiando en lo que Dios hace de nosotras, poniendo pies como de ciervas, para que sigamos escalando con ánimo y continuar subiendo hasta las cimas, aún en las más difíciles, de las alturas.
Está demostrado que la idoneidad de la mujer en el sacerdocio de la adoración, expresa una mayor entrega a la obediencia, al conocimiento de la palabra, al espíritu de la oración y la confraternidad de la fe, la esperanza, el amor, que se visualiza en el desarrollo total de los cinco ministerios.
El ministerio sacerdotal de Ester pudo fluir con la visión de adquirir sabiduría en la fe de Dios y un discernimiento del amor, a tal punto que pudo conquistar el poder del reino con las virtudes divinas en su espíritu, para salvar a una nación y a su pueblo judío.
La mujer es la bendición que Dios creó con pies de cierva, caminando sobre las alturas. Mujeres les hago un llamado porque hay una nación que las necesita, y como ejemplo pongo a Ester salvando a su pueblo, y que con la gracia y su sabiduría conquistó el corazón del rey Asuero, con el fin de lograr su propósito.
Recuerden la valentía de Débora que derrotó el ejército de Sísara, como Dorca que fue resucitada por Cristo, y sus familiares daban testimonio de vida de esta joven, dedicada ayudar a los más necesitados de su comunidad; y de Ruth, ejemplo de lealtad, obediencia y fidelidad a Noemí.
Mujeres de Dios, hay un país, con innumerables problemas sociales y espirituales, que necesita tu trabajo con urgencia, para que muchas almas, con la predicación del evangelio, conozcan al Señor Jesucristo y reciban, por gracia, mediante la fe, la salvación y la vida eterna.
Apreciadas y valiosas siervas de Dios, recuerden que a través del evangelio de Jesucristo, hombres y mujeres conocerán la verdad y la verdad los hará libres, como dice el Señor en Juan 8:32.