La mezcla de gracia y de santidad, la mezcla de justicia y misericordia, la combinación en una sola personalidad con claridad e integridad es una mezcla muy difícil de sostener. Generalmente vamos a inclinarnos en una dirección o en otra.
Por eso es que hay ministerios hoy en día que se caracterizan o por una rigidez y un legalismo destructivo y dañino, donde todo es mandamiento y santidad, y obligaciones o ministerios donde vemos lo contrario, donde todo es gracia, paciencia, Dios te ama, no te preocupes, Él está contigo, Él está para bendecirte, para ayudarte y no se menciona mucho la parte de la responsabilidad del cristiano de vivir una vida de santidad y de integridad delante de un Dios santo.
Entonces tenemos esa dualidad y esa dicotomía artificial de ser gente de gracia excesiva y entonces caemos en libertinaje, o ser gente de santidad digamos no balanceada y ser entonces personas que rayamos en el fariseismo, el legalismo, la esterilidad espiritual.
Mientras que yo veo que en la Escritura una y otra vez, Dios nos llama a una postura de un balance perfecto con la ayuda del Espíritu Santo, sabiendo que siempre vamos a estar estableciendo cada día un balance de un lado o del otro y que habrán situaciones que a veces requerirán de nosotros un poquito más de claridad y de integridad, y santidad al comunicarnos con alguien que está en pecado o que a veces requerirá de nosotros paciencia, bondad, misericordia y simplemente esperar que con el tiempo la persona vaya santificándose y purificándose.
Y eso lo vemos continuamente en el Ministerio de Jesucristo. Ya hemos hablado en otras ocasiones acerca de cómo Dios trató a la mujer adúltera, con tanta delicadeza y misericordia y cómo trató con severidad a estos hombres que querían apedrearla, y que estaban tan concentrados en el pecado de ella que no miraban sus propias faltas, pero que también la trató con tremenda veracidad, integridad y claridad acerca de su pecado. Vimos también el caso de David cómo a través de su pecado Dios lo enjuició y lo castigó pero también tuvo gran misericordia de él.
Otro personaje en la Escritura que nos ayuda a ver esta mezcla en el carácter de Jesús de esas dos cualidades es la persona de Zaqueo, ese personaje memorable que hay en las Escrituras, donde vemos que Zaqueo, un pecador de gran pecado y de mucho tiempo de pecar contra Dios y contra Su pueblo; abusaba de su posición gubernamental, de sus derechos como oficial del ejército romano para colectar los impuestos a nombre de Roma y estaba muy consciente de su pecado, pero no se sentía como capacitado para entrar ante la Presencia de Dios.
Y por eso cuando Jesús pasa por la ciudad él a lo único que aspira es a mirarlo desde arriba y ver algo desde el árbol donde se subió, ver algo de esa gloria y esa bondad de este hombre tan especial. Pero vemos que el Señor Jesucristo sabía el corazón de Zaqueo y sabía que en él estaban luchando estas dos naturalezas, una naturaleza pecadora y avara y explotadora, pero por otra parte también un corazón que estaba consciente de su pecado y quería redención, pero no sabía cómo comenzar el proceso arduo de la perfección y de la santificación de su vida.
Entonces el Señor entendiendo esto, como Él entiende de paso nuestra propia lucha entre esas dos naturalezas, se dirige hacia Zaqueo cuando pasa delante de él y sabemos la famosa Palabra de Jesús: «Zaqueo date prisa, desciende porque hoy es necesario que pose Yo en tu casa.» El Señor ve en esta alma un gran potencial y entonces se concentra en eso, invita a Zaqueo a descender del árbol y se invita Él a su casa ese mismo día para comer con él y tener intimidad, y amistad con él.
¿Qué maravilloso no? esa bondad del Señor. Fíjense que el Señor no le dice a Zaqueo primeramente: Zaqueo tienes que arrepentirte, tienes que enderezar tus caminos y tienes que devolver el dinero que has robado, sino que primero ve ese arrepentimiento de él y se invita a su casa. ¿Y qué dice la Biblia?
Cuando estaban sentados en la casa de Zaqueo y Zaqueo invita a sus demás amigos, y vemos aquí algo acerca de la importancia de en el Evangelismo, usar esa postura simpática y agradable, y alegre, y positiva del Evangelio para atraer a la gente al Evangelio, y después, entonces, les podemos dar el llamado a las otras cosas más serias y más exigentes de la vida cristiana.
Pero dice que: Zaqueo invitó a sus amigos y ahí estaba Jesús con Sus discípulos pero había un grupo de gente uraña y exigente, los fariseos que miraban con desagrado este gesto de Jesucristo y que decían: «Este hombre ha entrado a posar con un hombre pecador. Todos murmuraban de Él.»
Pero en un momento dado Zaqueo, tocado por la misericordia de Jesucristo se pone de pie, y sabemos la historia, él reconoce su pecado y dice: voy a tomar la mitad de mis bienes y se la voy a regalar a los pobres, y no solamente eso sino que si le he robado a alguien y lo he defraudado de alguna manera yo quiero reponerle cuatro veces lo que le robé.
Entonces la misma misericordia del Señor y Su simpatía provoca el arrepentimiento y la rectificación de comportamiento en la vida de Zaqueo y nosotros tenemos que usar de ese mismo tipo de acercamiento con la gente que nos ofende, con la gente que peca; sean nuestros hijos, sean gente de nuestra Congregación, sean hermanos de la Iglesia, tenemos siempre que dejar que la misericordia triunfe sobre el juicio porque a la larga eso es lo que convence a la gente y hace que lleguen a los caminos del Señor.
Si primero les estamos mostrando el lado serio, severo, exigente de la Palabra nunca vamos a tener iglesias efectivas en el Evangelismo. De lo contrario si mostramos a la gente una cara simpática y una postura positiva mientras también mantenemos la santidad como un valor ejemplar y necesario en la vida cristiana, seremos gente que podremos atraer a muchos al conocimiento de Jesús y producir gente alrededor de nosotros que sean saludables y contentos, porque saben que tienen un Dios misericordioso. Dios les bendiga.