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La matemática de la fe

El hombre, la mujer de Dios, no vive la vida y no procesa los eventos y las circunstancias de la vida como los procesa la persona que no conoce a Dios. El hombre, la mujer de Dios, el hijo de Dios, tiene que ir efectuando un cambio en su mente a lo largo de su carrera espiritual. Cuando entra en la economía divina, tiene que cambiar de forma de pensar, y comenzar a vivir la vida a la luz de principios muy diferentes a los principios que se usan en el mundo. Y por eso se requiere lo que la Biblia llama una renovación de la mente, una transformación, un cambio de forma de pensar.

En la Biblia se habla de metanoia, en el griego original. Meta en griego quiere decir “cambio”, y noia es “mente”. Es la palabra que al español se traduce “arrepentimiento”. Una de las cosas esenciales que debemos aprender es que cuando entramos en los caminos de Dios tenemos que cambiar de mente. Casi podríamos decir que cuando entramos en los caminos del Señor tenemos que “arrepentirnos” de la vieja manera de pensar, y comenzar a computar la vida en una forma diferente. Es como si a una computadora le sacaran el disco duro antiguo que tenía y le pusieran otro diferente.

La gente que usa computadoras PC (personal computers), y las personas que usan computadoras marca Apple, constituyen algo así como dos naciones cibernéticas diferentes. La gente que usa las computadoras Apple jura que son las mejores, y es como si pertenecieran a una cultura muy específica. De la misma manera, los que usan las computadoras PC marca Dell, Toshiba o IBM, por ejemplo, emplean otros programas, y parecen navegar el mundo cibernético en una manera diferente.

Esas dos “naciones” tecnológicas ejecutan operaciones similares, pero es como si representaran dos culturas separadas y distantes. Y así pasa con el pueblo de Dios. Los hijos de Dios tienen una computadora espiritual diferente a la del mundo. Pertenecen a una cultura separada, y difieren grandemente en su forma de procesar los asuntos de la vida. Operan con un programa diferente. Ese programa se llama fe.

Ahora, sabemos que la fe es una cosa muy compleja y multifacética. Tiene muchas capas y muchos elementos dentro de ella. Como cualquier programa de computadora, requiere mucha instrucción y mucha práctica para usarse con efectividad.

Pero lo principal es eso: Para funcionar efectivamente en el mundo del Espíritu, tenemos que cambiar de mente, y ajustar nuestros procesos mentales a las leyes del universo de la fe.

¡Cuánta gente entra a los caminos de Dios y no cambia de mente! Se quedan exactamente como eran antes de conocer al Señor. Procesan los retos y decisiones de la vida conforme a los mismos patrones mentales que empleaban cuando estaban en el mundo. Dios quiere que cuando entremos a sus caminos aprendamos a funcionar y pensar en una forma diferente.

Uno de los textos más poderosos en este sentido es Romanos Capítulo 12, versículo 2. Dice allí, parafraseando: “No se conformen, no se dejen moldear, por esta época en que ustedes viven”, sino, dice, “transfórmense por medio de la renovación de su mente”. En otras palabras, muchos cristianos nunca cambian de actitud y de manera de pensar a pesar de estar en el evangelio. Están en la iglesia pero la iglesia no está en ellos. Cuando viene el problema en la vida, cuando viene la oferta de trabajo, o la oportunidad de escoger un compañero de matrimonio; cuando viene la oportunidad de definir su forma de hacer negocios o manejar sus finanzas, operan según lo que la cultura les dice que deben hacer, y conjugan la vida conforme a los patrones seculares y racionales de la humanidad que no conoce a Dios.

No emplean la lógica divina, y por lo tanto desperdician la oportunidad de ver la gloria de Dios manifestarse en sus vidas. Por eso el apóstol Pablo añade que es sólo por medio del uso de esa nueva mentalidad del Reino, la mentalidad de fe, que podemos “comprobar la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom 12:2).

Cuando el hijo de Dios, la hija de Dios, entra a los caminos del Señor es preciso que entienda que está entrando a otra dimensión donde operan leyes diferentes, donde algo parece que es un animal pero en realidad es un ave, donde el mundo es mayor que la suma de sus partes. En ese mundo extraño de la fe, dos más dos no son necesariamente cuatro, sino que quizás sumen diez.

En el mundo contra intuitivo de la fe hay que aprender una lógica diferente, un vocabulario diferente, una ciencia diferente. Mucha gente se rehúsa a hacer esa transición, y por esa razón se pasa toda la vida cristiana dando vueltas como los israelitas en el desierto, sin jamás lograr entrar en la tierra prometida del poder y la efectividad espiritual.

Es importante que entendamos que al entrar a los caminos de Dios tenemos que experimentar una metamorfosis en nuestro ser interior. Se supone que comencemos a pensar en una forma radicalmente diferente a como piensa la gente común y corriente.

Los hijos de Dios computamos con una matemática diferente, y esa matemática está basada en el principio de la fe. Así pasa también en el mundo espiritual. Hay potencialmente muchas maneras de operar en el mundo del espíritu. Pero hay un solo modelo bíblico, el modelo espiritual aprobado por la mente divina; y es ese modelo—el modelo de fe— el que Dios quiere que tú aprendas.

Cuando entres en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da, no aprenderás a hacer las cosas abominables de esas naciones.
Deuteronomio 18:9

No se adapten (no se conformen) a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable (agradable) y perfecto.
Romanos 12:2

Fuente:
Apostol Roberto Miranda

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