Salmo 31:19, “! Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres!”.
La bondad no solo es un atributo de Dios, sino una verdad fundamental que todo cristiano debería abrazar.
El apóstol Pablo, en Tito 2:4-7, dice: “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con nosotros, nos salvo no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramo en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador. Para que justificado por la gracia, viniéramos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”.
¿Qué éramos nosotros antes de conocer a Cristo? Pablo dice: “Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros”, Tito 2:3.
Al respecto, “dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien”, Salmo 14:1.
Sin embargo, Dios es fuente de todo lo que es bueno; porque “toda buena dadiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”, Santiago 1:17.
Dios no le quita nada que sea verdadero, a sus hijos: “Porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová. No quitara el bien a los que andan en integridad”, Salmos 84:11.
Conozco en este país a muchas personas que han sido impactadas por la bondad de Dios, han recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador y nacido de nuevo espiritualmente, y sus vidas transformadas de manera radical.
También conozco el testimonio de una pareja joven, que vivía en un sector de San Pedro de Macorís, que en su vida fue impactada por la bondad de Dios, porque su primer hijo nació pesando libra y media, y todos los vecinos se asombraron de ver una criatura tan pequeña y apostaban que no iba a durar ni siquiera tres meses.
El bebe no nació prematuro, pero la comadrona también dudaba que durara mucho, porque no ni siquiera le cabía el tetero por la boquita para alimentarse de la leche, por lo que tenía que usar una jeringuilla, y además era estreñido y para que evacuara le ponían enemas con otra jeringuilla. Era realmente una situación difícil para los jóvenes padres de esa criatura.
Los vecinos cuando iban al hogar de esta joven pareja, el saludo que le daban era que si el bebe todavía estaba vivo. En un momento que se juntaron muchos de los vecinos, algunos por curiosidad y otros preocupados, por la situación del bebe, esperaban su fallecimiento en cualquier momento. Pero su abuelo, ya incomodo por los molestosos comentarios de los vecinos, manifestó en alta voz, ese niño “los va a enterrar a todos ustedes”, y así fue. La bondad de Dios se manifestó en esa familia, y el niño sobrevivió.
Su hijo creció saludable, estudio en la UASD, y se graduó en ciencia de la Comunicación Social, y trabajando duro, saco de la pobreza a su familia, y lo más importante fue que en su juventud recibió a Cristo como su Señor y Salvador.
El destino eterno del hombre está determinado por la decisión que tome con respecto a cómo puede ser verdaderamente bueno a los ojos de Dios. (Ver Juan 5:28-29; Romanos 3:1-26; Tito 3:3-7.
Ese niño que creció lleno de vida física, soy yo, Miguel A. Matos, ahora un adulto mayor, tengo 50 años de casado, con una hermosa familia, con tres hijas, que me han dado siete preciosos nietos , y más de la mitad de mi vida la he utilizado al servicio del Señor, agradecido por su inmensa bondad y misericordia.
Muchas bendiciones para mis colegas periodistas, amigos y para mis apreciados y amados hermanos en Cristo.