En este tiempo de Navidad, donde las luces, las festividades y los regalos llenan el ambiente, es importante detenernos y reflexionar sobre la verdadera luz que ilumina nuestras vidas: la luz de Cristo.
En Juan 8-12, Jesús declara: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” Estas palabras nos invitan a comprender que solo en Cristo encontramos el verdadero camino, aquel que nos guía hacia una vida plena, con propósito y esperanza. Cuando seguimos Su luz, no solo dejamos atrás las sombras del pecado y la confusión, sino que encontramos claridad, paz y la promesa de vida eterna.
Asimismo, en Malaquías 4-2 leemos: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación.” Este pasaje profético nos recuerda que Jesús, el Sol de Justicia, no solo nos trajo salvación con Su venida, sino que también nos da sanidad y consuelo en nuestras dificultades. La Navidad no es solo una celebración de Su nacimiento, sino una oportunidad para renovar nuestro compromiso con Él, dejando atrás las cosas que nos alejan de Dios y enfocándonos en lo eterno.
Este tiempo festivo, que suele ser de gran alegría, también puede ser una temporada de distracción espiritual. Por eso, es vital recordar que, aunque las luces del mundo brillen, ninguna se compara con la luz divina que transforma y da vida. Reflexionemos. ¿Estamos realmente permitiendo que Jesús sea el centro de nuestras celebraciones? ¿O hemos caído en las tinieblas de la superficialidad, olvidando lo que es verdaderamente importante?
Un Llamado al Corazón
Hoy, en medio de las luces navideñas y los regalos materiales, hagamos una pausa. Preguntémonos qué lugar ocupa Cristo en nuestras vidas. Él nos llama a dejar las cosas que nos atan al mundo, el materialismo, la vanidad y la búsqueda desenfrenada de placeres temporales. En cambio, nos invita a caminar en Su luz, a vivir en obediencia y a relacionarse profundamente con lo espiritual.
Esta Navidad puede ser el comienzo de una transformación. No permitamos que el ruido del mundo ahogue la voz de Dios en nuestros corazones. En lugar de solo adornar nuestras casas, adornemos nuestras almas con Su amor, Su paz y Su presencia.
Señor amado, en este tiempo de Navidad, quiero volver a Ti. Ayúdame a dejar atrás las cosas del mundo que oscurecen mi relación contigo. Enséñame a vivir en Tu luz y a buscarte con todo mi corazón.
Que las luces de esta Navidad me recuerden que Tú eres la luz verdadera, la única que guía y transforma. Llena mi vida de Tu paz y dame la fuerza para caminar siempre en obediencia a Tu voluntad. Renueva en mí un espíritu dispuesto a seguirte y a glorificarte, no solo en esta temporada, sino todos los días de mi vida. Amén.