
La mayoría de las personas saben que tienen una conciencia —la cual se entiende como una voz interna que ayuda a tomar decisiones—, pero pocos tienen una definición clara de lo que realmente es. Muchos apelan a ella, pero pocos conocen el concepto en profundidad.
De hecho, la forma en que está moldeada la conciencia varía de persona a persona, aún entre cristianos, y está relacionada con factores como la cultura, la religión o la crianza familiar. Esto nos debe hacer reflexionar: ¿Qué es la conciencia y por qué puede tener tantos matices? Y, sobre todo, ¿qué podemos hacer los cristianos para que la conciencia sea una herramienta beneficiosa en nuestra vida espiritual?
En este artículo quiero animarte a informar continuamente tu conciencia con la Palabra de Dios y que sea una aliada en tu crecimiento espiritual. Pero antes, debemos definir la conciencia y por qué es urgente que sepamos cultivarla para bien.
La conciencia y la corrupción del pecado
La conciencia es una capacidad que Dios dio al ser humano para ayudarlo a diferenciar lo bueno de lo malo; por lo tanto, es fundamental para la moralidad humana.
La Biblia enseña que todas las personas, aun aquellas que no conocen la ley de Dios, tienen una ley «escrita» en sus corazones y conciencias que les permite discernir lo correcto de lo incorrecto (Ro 2:14-15). Cuando los seres humanos no siguen esa ley en sus conciencias, cometen pecado (Stg 4:17).
C. S. Lewis desarrolla este concepto y lo llama la ley natural:
Primero, que los seres humanos del mundo entero tienen esta curiosa idea de que deberían comportarse de cierta manera, y no pueden librarse de ella. Segundo, que de hecho no se comportan de esa manera. Conocen la ley de la naturaleza, y la infringen. Estos dos hechos son el fundamento de todas las ideas claras acerca de nosotros mismos y del universo en que vivimos (Mero cristianismo, p. 6).
Algo tan bueno y útil para el ser humano, como lo es la conciencia, ha sido corrompido por la entrada del pecado al mundo y puede ser usado para mal. El entendimiento natural de las personas está entenebrecido (Ef 4:18). Por eso el apóstol Pablo advierte que la conciencia puede ser cauterizada, lo que significa que pierde su sensibilidad para diferenciar lo bueno de lo malo de acuerdo con la voluntad de Dios (1 Ti 4:2).
Aunque los creyentes hemos sido iluminados con el conocimiento de Cristo, aún podemos sufrir las consecuencias de una conciencia débil y silenciada, que a veces nos impide ver nuestros errores. Por ejemplo, el rey David, un hombre conforme al corazón de Dios, sufrió las consecuencias de una conciencia cauterizada. Es conocida la historia en la que, por su propio deseo descontrolado, rompió varios de los mandamientos de Dios (codiciarás la mujer de su prójimo, cometió adulterio, engañó y asesinó a Urías) para conseguir lo que quería. Su pecado silenció su conciencia y nubló por completo su comprensión de lo bueno (2 S 11).
Sin embargo, Dios envió al profeta Natán para confrontarlo, quien narró su pecado a través de una parábola sobre un hombre injusto que robó a su vecino la única oveja que tenía (2 S 12:1-12). El rey David reaccionó con enojo y dio una sentencia severa contra la persona injusta, pero entonces Natán le mostró que él era ese pecador. De forma inmediata, la conciencia de David lo redarguió, siendo usada por Dios para llevarlo al arrepentimiento (v. 13).
El evangelio es la base de nuestro caminar cristiano y el alimento que nutre nuestra conciencia
Este ejemplo nos permite ver que aún los cristianos, cuando no mantienen sus conciencias bien informadas y cultivadas en la ley de Dios, pueden cometer pecados sin sentir remordimiento o sin ser del todo conscientes de su mal, dañando de este modo su relación con Dios. Esto se debe a que han condicionado sus conciencias incluso en aspectos donde la Escritura es clara, como la prohibición de las relaciones sexuales fuera del matrimonio, por lo que llegan a excusar actos deliberados de desobediencia.
Aunque Cristo nos salvó una vez y para siempre, los cristianos todavía necesitamos lavar, renovar y fortalecer nuestra conciencia cada día. La salvación no se pierde, pero podemos entorpecer y deteriorar gravemente nuestra comunión con Dios a causa de una conciencia insensibilizada por el pecado y por la ignorancia de Su Palabra.
Cómo cultivar una buena conciencia
Una vez entendida la conciencia y los peligros de no cuidarla, debemos aprender cómo hacer para que esta sea nuestra amiga y aliada en la vida espiritual. Como Pablo anima a Timoteo, también nosotros debemos vivir «guardando la fe y una buena conciencia» (1 Ti 1:19).
Todo comienza con el evangelio de Cristo, quien nos salvó y limpió nuestra conciencia. Desde entonces, todo lo bueno que hacemos nace de esta buena noticia de redención. Si entendemos lo que Cristo hizo por nosotros y la forma en la que vivió, viviremos vidas piadosas no para ganar la salvación, sino para agradecer a Dios por el regalo de nuestra salvación.
La gracia que nos salva también nos enseña a vivir con «una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres» (Hch 24:16). El evangelio es la base de nuestro caminar cristiano y el alimento que nutre nuestra conciencia. Esto requiere que tengamos una mente informada cada día por la Palabra de Dios, a través de la lectura y el estudio personal de la Biblia, en el contexto de una vida comunitaria en una iglesia local.
Si perseveramos en el evangelio, podremos renovar nuestra mente con la ayuda del Espíritu Santo (Ro 12:2; Ef 4:23), de modo que aprendamos a discernir lo correcto de lo incorrecto. La Biblia alimenta nuestras conciencias para saber discernir la voluntad de Dios de dos maneras:
(1) En lo claramente estipulado en la Palabra de Dios: Hay temas que son claros en las Escrituras, como no cometer homicidio (Mt 5:21-22), no mentir (Éx 20:16), no tener relaciones sexuales fuera del matrimonio (Ef 5:3), entre muchos otros. Una conciencia bien nutrida de la Palabra y el evangelio estará capacitada para reconocer cuál es la voluntad del Señor revelada en las Escrituras, para vivir amando a Dios y al prójimo (Mt 22:40).
(2) En temas secundarios que son menos claros: Hay asuntos donde los cristianos pueden tener perspectivas diferentes (cp. Ro 14), porque no hay una norma bíblica definida y las decisiones están sujetas a la madurez de conciencia de cada uno, como por ejemplo, qué series y películas ver o qué tipo de música escuchar.
Sin embargo, esto no significa que «cada uno tenga su propia verdad», como enseña la cultura de nuestra época. La Biblia nos ordena también en estos contextos a vivir amando a Dios y a nuestro prójimo, de modo que este mandamiento claro nos guía en situaciones menos claras para priorizar la integridad y la compasión.
Alimenta tu conciencia cada día
La conciencia es un regalo de Dios que nos ayuda a discernir lo bueno de lo malo según lo establece la Palabra de Dios; pero el pecado hace que muchas veces empecemos a confundirnos en temas de la vida que no son tan claros para nosotros. Por eso debemos cultivar una conciencia limpia e informada por las Escrituras.
De esa manera podremos tener una vida plena, tranquila y confiada delante de Dios y de los hombres. Entonces, te animo a que alimentes y renueves cada día tu mente en el evangelio de las Escrituras, el cual te ayudará en tu crecimiento espiritual y a deleitarte en Dios.