La tarea de pastorear una grey o manejar un ministerio en la iglesia no es asunto de unas pocas horas invertidas aquí y allí; sobre todo cuando se busca impartir una visión y marcar un grupo con una cierta sensibilidad espiritual. Se requiere que el líder invierta mucho tiempo y pasión en el proyecto. Los ministerios exitosos se erigen a largo plazo, una intervención a la vez, tratando directamente con el pueblo. Hay que mantener contacto cercano con los líderes claves. Es necesario impartirles la unción y la marca del siervo o la sierva de Dios por medio del contacto continuo.
Ese es el método que empleó Jesús. Durante los años de su ministerio, vivió, caminó y ministró con sus discípulos hasta marcarlos profundamente con su visión. Finalmente, la obra del Espíritu Santo en Pentecostés selló las enseñanzas recibidas del Maestro, y permitió que los discípulos pudieran ministrar en el poder y el estilo del Señor.
A lo largo de mi ministerio, he descubierto que el pastorado conlleva un alto precio personal. En realidad, cualquier liderazgo que tenga visión o propósito requiere un continuo involucramiento de parte del líder principal. ¡No hay atajaderos! Requiere la inversión total e incesante de nuestra vida. Es necesario mantener un involucramiento directo y personal con aquellos que queremos formar con la visión que hemos recibido de parte de Dios. El terreno ministerial tiene que ser irrigado continuamente. Los líderes tienen que ser marcados insistentemente con la visión original.
El líder tiene que estar claro con respecto a lo que Dios le ha comunicado. Necesita saber con certeza qué tipo de ministerio va a construir. Tiene que determinar cuáles son las directivas específicas que ha recibido de parte del Espíritu Santo, y cuál es la sensibilidad que ha de impartirle a sus seguidores. Tiene que mantenerse fiel a la visión original. Es necesario persistir en los elementos que la componen a pesar de la oposición y la crítica, los retrasos y complicaciones, y aun los fracasos personales. Todos los aspectos del ministerio necesitan ser alineados con la visión esencial. Cada actividad o decisión debe reflejar los valores esenciales de esa visión.
Evidentemente, Josafat entendía esto. Por eso invirtió mucho tiempo y energía en darle la vuelta continuamente al pueblo, a pesar de residir en la capital del reino. Podemos imaginarnos al dinámico y joven rey, saliendo periódicamente desde Jerusalén con una comitiva de sus oficiales principales temprano en la mañana, para dirigirse a caballo hacia algún sector del país. Era necesario asegurarse que la visión de una nación piadosa, regida por los principios de la Ley de Jehová, estaba siendo implementada y arraigada en la sensibilidad de su pueblo.