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La irresistible oferta de Jesús

Somos demasiado importantes para Dios. Hace dos mil años ocurrió un hecho histórico, trascendental, concreto e irrefutable: Dios irrumpió en la historia de la humanidad en la persona de su Hijo Jesús y la historia cambió y la humanidad también. La pelea de su vida fue contra el pecado, la maldad y la muerte. El poder de los tres fue destruido completamente en la cruz. Fue su victoria nuestra victoria, pues lo hizo por nosotros. La Buena Noticia para el mundo inconverso de hoy no es lo que Dios hará en el futuro en el concierto humano para su salvación, sino más bien, está fundada en lo que Él ya hizo.

Si el mundo fuera consciente de lo que Él ya hizo, tal vez no estuviéramos contemplando el caos de un mundo que se pierde porque no puede o no quiere ver. Mucha gente muere sin conocer a Jesús. Otra buena parte del planeta ni siquiera ha escuchado su nombre por primera vez. La oferta de Jesús es irresistible para aquel que lo acepta; si le das tu vida, Él te da la suya. Él dice: aquí tienes mi vida, es tuya ahora, te la doy si la recibes con fe, pues sólo tienes que confiar en mí. Yo me encargaré de todas tus cosas. Renuncia a tu vida y ríndete a mí, niégate a ti mismo, únete a mí. La Palabra de Dios nos imparte una increíble esperanza: “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con Él” (1Corintios 6:17).

Es la Palabra viva la que habla: somos un espíritu con él. ¿Habrá bendición más plena? No quiero ser absoluto, pero en mi opinión, me parece que no. ¿Qué significa estar unidos a Cristo y ser un espíritu con él? La Biblia está llena de hermosas declaraciones que confirman esta confesión. La unión con el Señor nos imparte liberación; la redención es un acto soberano de Dios que nos permite librarnos de las ataduras de la esclavitud del pecado y desgarra el velo de nuestras tinieblas. Mediten en el siguiente versículo: “Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado hijo” (Colosenses 1:13).

¡Aleluya! Ahora vivimos unidos a Él, somos un espíritu con Él y como si fuera poco, hemos sido trasladados a su reino. ¿Merecemos tan grande privilegio? Ya no tenemos que aferrarnos a nuestras identidades basadas en los fracasos y los éxitos del pasado, en nuestra profesión, en nuestro aspecto exterior, en las aptitudes y capacidades o en nuestras deficiencias y debilidades humanas. El reino de Cristo no es compatible con nada de esto. Su reino está abierto a todos los que abren su corazón para que Él gobierne sus vidas. Somos una nueva criatura en Cristo y la nueva criatura es una nueva creación y la nueva creación no tiene pasado porque es completamente nueva, engendrada en la sangre del Cordero de Dios. Nuestro pasado ahora está en la cruz de Cristo y en ningún otro lugar. Él nos provee conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús (Filipenses 4:19). Nada nos faltará.

Y el engañador de este mundo nos invitará a negar nuestra identidad (ser Hijos de Dios), tratará de tentarnos a continuar viviendo en la carne estando en Cristo y siendo nuevas criaturas. Ese es el trabajo del maligno: tratar de que hagamos las cosas a su manera (a la manera del mundo) y no a la manera de Dios. ¿Te acuerdas cuando Cristo fue llevado al desierto 40 días para ser tentado por el maligno? (Lucas 4: 1-12). En dos ocasiones le dijo a Jesús – el subrayado es mío- “…si eres Hijo de Dios di a esta piedra que se convierta en pan…si eres hijo de Dios échate de aquí abajo…” (lánzate del pináculo del Templo que los ángeles enviados por Dios te van a cuidar y sostener). Eso es exactamente lo que trata de hacer el diablo con nosotros, que dudemos de lo que somos, que neguemos nuestra identidad bendita, que le fallemos, que seamos infelices en el reino del Rey de Reyes.

El gozo del Señor somos nosotros, su pueblo. Él se deleita en sus hijos y como guerrero victorioso desea que andemos en el espíritu porque somos uno en Él. Él lo dijo y yo le creo. ¡Dios te bendiga!

Fuente:
Faustino de Jesús Zamora Vargas

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