La política es el peor problema de la iglesia. Es su constante tentación, la ocasión de sus mayores desastres, la trampa que el príncipe de este mundo le tiende continuamente.
Al momento de escribir esta serie de artículos varios países en nuestro hemisferio se encuentran en tensas situaciones sociopolíticas. En Venezuela, una gran parte de la ciudadanía se ha lanzado a las calles en protesta contra el gobierno, la injusticia y la condición socioeconómica.
En Puerto Rico, se demanda la renuncia del Gobernador por las recientes revelaciones de un Chat en Telegram. Y, en Estados Unidos la sociedad cada vez esta más dividida en líneas raciales, provocada por la política partidista.
Situaciones como estas provocan una serie de preguntas que debemos responder de una manera responsable y seria.
¿Cuál debe ser la participación de la iglesia ante estas situaciones?
¿Cuál es la mejor forma de contribuir a los cambios?
¿Debemos aliarnos con partidos políticos para tener más influencia?
¿Cuál debe ser la participación de la iglesia en la política del mundo?
Antes de considerar una respuesta, debemos echar una mirada a la historia. Lo que nuestros países están enfrentando hoy no es nada nuevo, lo que es nuevo es la forma en como la iglesia lo pretende manejar.
Históricamente la iglesia del primer siglo veía al Estado como un adversario y en los mejores casos como un mal necesario – del cual ellos eran llamados a salir.
Ellos no veían al gobierno secular como algo que ellos debían abrazar y mucho menos enredarse. En las instrucciones de Pablo para la iglesia en Roma (Romanos 13 y 14) el afirma que el Estado tiene el propósito de ejecutar la ley y mantener la autoridad civil, pero la iglesia sirve a un propósito mayor -proclamar el Evangelio del Reino.
Para la iglesia del primer siglo estaba claro que la Iglesia y el Estado son dos entidades separadas con dos metas diferentes y con ideales totalmente opuestos.
Durante los primeros 300 años, luego de la resurrección, la iglesia resistió involucrarse militarmente y rechazó participar a nivel político, aun requiriendo que los nuevos discípulos en la fe, que servían en oficinas públicas renunciaran o no podían participar de la mesa del Señor y eran descalificados para ser bautizados. (The Early Christians, Arnold Eberhard)
Ellos veían el Reino de Dios como algo aquí y ahora, no algo que algún día vendría cuando Jesús regresara. Esta convicción hacía que ellos vieran su fe como algo que activamente manifestaba el Reino a este mundo, demostrando cada día a que se parece un hombre y una mujer cuando Cristo es quien los gobierna.
Esta convicción los distinguía y los marcaba como un pueblo peculiar, radicalmente diferente al mundo que los rodeaba.
En nuestro tiempo, como en los tiempos de la iglesia del primer siglo, muchos han abrazado la realidad del Reino de Dios entre nosotros. La diferencia es que lo que eso significa para muchos es que no estamos de acuerdo con el matrimonio del mismo sexo, el aborto o que ejercemos el derecho al voto de cierta manera. Si te has preguntado porque hay cristianos que votan de cierta manera en cada elección, de acabo de dar la respuesta.
Diferente a nosotros los creyentes del primer siglo no se identificaban con partidos políticos o participaban en conflictos militares. Ni siquiera permitían que alguien de la política participara con ellos, a menos que esa persona renunciara de su función política. ¡Intenta eso hoy!
Por más de 300 años la iglesia del primer siglo no se enredó con el Estado. Esto lo sabemos por los diferentes escritos de maestros que regularmente le trataban de explicar a los Romanos porque ellos no participaban en política.
Uno de ellos es Tertuliano alrededor del año 195,
“En nosotros, todo el celo en la búsqueda de la gloria y el honor está muerto. Así que no tenemos ningún incentivo apremiante para participar en sus reuniones públicas, ni hay nada más extraño para nosotros que los asuntos de Estado”.
Para ellos el asunto estaba claro: Los que son ciudadanos del Reino de Dios no están interesados en los reinos de los hombres.
Esto no significaba que no estuvieran interesados en los que vivían en los reinos de los hombres, sino que su enfoque era vivir para el Reino de Cristo y exhortar a otros a hacer lo mismo.
Esto lo hacían por medio del amor al prójimo, servicio, y compartiendo el amor de Cristo con ellos. Lo hicieron bajo condiciones no favorables porque continuamente eran perseguidos, arrestados, golpeados y muchos murieron en el proceso.
Lo que ellos nunca hicieron fue tratar de ganar poder en el gobierno Romano como un medio para cambiar al mundo, predicar el evangelio o reducir su propio sufrimiento.
Ellos resistieron la tentación que Jesús venció. A Jesús, satanás le ofreció avanzar la misión del Reino de Dios por medio de la adquisición de poder político sobre las naciones. En vez de buscar el poder político, Jesús abrazó la cruz y de esta manera abandonó la espada y la política de este mundo. Lucas 4:5-8
Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos. Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.
Ni Jesús ni la iglesia del primer siglo participaron de la política de sus días. Juan 6:15, lo registra de esta manera, “Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo”.
Muchos dirían que eso fue una oportunidad que Jesús no aprovechó. Lo ven como el medio para tener un mayor impacto en la sociedad. ¿En serio? El único problema es que quien lo ofreció fue el diablo y la condición era si se postraba y lo adoraba.
Esto debe ser una clave para los que creen que la política de los hombres cambia al mundo. Si Jesús discernió de donde provenía la oferta nos hace bien prestarle atención a lo que él dijo e hizo.
La pregunta lógica es, ¿Qué podemos hacer? ¿Cuál debe ser nuestra actitud? ¿De qué manera debemos vivir?
Bueno, qué te parece si comenzamos por lo que dice 1 Pedro 2:11,
Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma… Hebreos 11:13-16
Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
La iglesia del primer siglo era exhortada a vivir como peregrinos y extranjeros, no anhelando nada de este mundo, sino lo celestial.
Una breve mirada a la historia nos muestra que la iglesia del primer siglo durante los primeros 300 años tenía la convicción de que la iglesia y el estado eran totalmente diferentes, y que ser un ciudadano del Reino de Cristo significaba no enredarse con los asuntos de los reinos de este mundo.
Ellos abrazaron la idea de vivir por valores totalmente diferentes que los ponían constantemente en conflicto con el mundo que los rodeaba.
Esto los distinguía de los paganos. Se daban cuenta de que ellos eran diferentes.
Así comenzó la iglesia del primer siglo, pero no fue así como se mantuvieron. Las cosas comenzaron a cambiar alrededor del año 312, con un emperador llamado Constantino y una alegada conversión al cristianismo.