Rodrigo conoció a Cristo en su adolescencia, desde el primer día se enamoro tanto de Dios y busco sus caminos de una forma especial. Leía cada día la Biblia, oraba cada día de tal manera que logro forjar un hábito diario de comunión con Dios. Rodrigo busco tanto de Dios que cada vez que aprendía algo nuevo buscaba más por aprender, su oración era sencilla: “Dios respáldame, Dios dame sabiduría”, y la realidad es que su oración era efectiva, pues Dios derramo sobre Rodrigo una sabiduría hermosa a pesar de su corta edad y el respaldo de Dios se podía observar fácilmente a través de las obras que Rodrigo realizaba para gloria de Dios.
Rodrigo creció en un ambiente un tanto legalista, pero que al mismo tiempo le sirvió para ser el hombre que llego a ser, pues a sus veinticinco años Rodrigo era un predicador respetado, un siervo de Dios admirado y un ejemplo a seguir.
Rodrigo trataba hasta en lo más mínimo agradar a Dios, a veces parecía que exageraba en algunas cosas, pero no importando el juicio de la gente hacia lo que ellos creían exagerado, Rodrigo seguía siendo fiel a Dios hasta en lo mínimo. Su grado de buscar la perfección era tal que llego un momento que pensó que lo era, que lo había logrado, que había conseguido la perfección.
Rodrigo comenzó a ver a los demás como débiles, cómo gente que no se sometía a Dios y no buscaba de Dios. Rodrigo pensaba que por ser él “perfecto”, todos lo deberían de ser. Lo que Rodrigo no se daba cuenta es que poco a poco ese sentimiento de creerse perfecto lo estaba llevando al fracaso.
Rodrigo comenzó a ser muy duro consigo mismo, sin percatarse de que su imperfección natural hacia cometer algunos errores. Cuando Rodrigo cometía un pecado, se sentía devastado, derrumbado, sin ánimos, y la verdad no estaba mal que se sintiera mal por pecar, pero él no había comprendido que no era perfecto, que existía una imperfección nata en su ser que lo llevaba a pecar por naturaleza.
Rodrigo lucho mucho tiempo con áreas de su vida que lo hacían sentirse fracasado, áreas que aunque lo intentará no podía vencer, eso hacia bajarle el ánimo, pues pensaba que una persona “perfecta” cómo él, no le era permitido fallar. La realidad es que Rodrigo era más duro consigo mismo de lo que Dios mismo podría exigirle.
A veces cometemos el error de pensar de Dios como si Dios pensará como un humano, creemos que Dios está a la expectativa atento a castigarnos por no ser perfectos, a veces nos hacemos en nuestra mente conceptos de Dios que en ninguna manera son los que en realidad tendrían que ser.
Yo veo a un Dios que vino por los imperfectos y no por los perfectos (“Cuando Jesús los oyó, les dijo: «La gente sana no necesita médico, los enfermos sí. No he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que saben que son pecadores»”. Marcos 2:17 Nueva Traducción Viviente), veo a un Dios que llamo a doce hombres imperfectos para ser sus discípulos, veo a un Dios utilizando gente imperfecta durante toda la historia para llevar a cabo sus planes que tiene para nosotros. La Biblia dice: “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque” Eclesiastés 7:20 Reina-Valera 1960 (RVR1960).
Un día Rodrigo se dio cuenta que no podía seguir creyéndose tan perfecto, porque por naturaleza era imperfecto, no estaba mal que buscará la perfección, pero no podía martirizarse todo el tiempo por no lograrlo, eso en lugar de beneficiar su vida espiritual le estaba afectando y mucho. Y no digo que sea bueno conformarse a poco, sino más bien que no es bueno exigirse más de lo que realmente se puede dar. La Biblia lo dice de la siguiente manera: “Basado en el privilegio y la autoridad que Dios me ha dado, le advierto a cada uno de ustedes lo siguiente: ninguno se crea mejor de lo que realmente es. Sean realistas al evaluarse a ustedes mismos, háganlo según la medida de fe que Dios les haya dado.” Romanos 12:3 Nueva Traducción Viviente (NTV).
Cómo Rodrigo hay muchas personas que en su afán de buscar la perfección se olvidan que siguen siendo imperfectos, personas que tienen conceptos de un Dios castigador y no de un Dios de misericordia, personas que se exigen más de lo que Dios mismo les exige(si fuera el caso) y al no conseguirlo se frustran, se desaniman y hasta desisten de seguir en los caminos de Dios.
Cuando entendemos que Dios nos conoce a perfección y que no necesitamos sorprenderlo cómo para ganarnos su favor comenzamos a vivir una vida cristiana plena, disfrutando cada día de su gracia y misericordia, reconociendo con humildad nuestros defectos pero al mismo tiempo entregándoselos en las manos a Dios para que nos ayude a superarlo, luchando cada día por ser mejores sin caer en el error de exigirnos más de lo que Dios mismo quiere de nosotros.
La clave en la vida cristiana es la humildad que tengamos para reconocer nuestros límites, pues es la humildad y el reconocimiento lo que nos trajo a los caminos de Dios, solo reconociendo nuestra necesidad de Dios pudimos abrirle nuestro corazón, por esa razón, cada día debemos reconocer que estamos bajo un proceso de perfeccionamiento que alcanzaremos un día cuando nos veamos cara a cara con el Señor.
¡Busquemos a Dios con humildad, reconociendo nuestras debilidades, porque en medio de nuestras debilidades Dios nos fortalece!
“Cada vez él me dijo: «Mi gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad». Así que ahora me alegra jactarme de mis debilidades, para que el poder de Cristo pueda actuar a través de mí. 2 Corintios 12:9 Nueva Traducción Viviente (NTV)