Proverbios 27:2. Alábete el extraño, y no tu propia boca; El ajeno, y no los labios tuyos.
Son pocas las personas que no buscan ser halagados. Una de las personas que más he admirado intelectualmente fue al Profesor Arturo Uslar Pietri, un hombre con un conocimiento general vasto y un manejo de la historia asombrosa. Un día alguien le preguntó que si se consideraba un superdotado porque hablaba alrededor de una decena de idiomas, y rápidamente dijo, no, no, no, porque no puedo leer muchos clásicos en el idioma original en que fueron escritos.
Particularmente yo, desde que conocí de lo que soy capaz si le doy riendas sueltas a ese monstruo que todos llevamos por dentro llamado EGO, he procurado limitar dentro de lo posible, el publicar o el hablar cosas “buenas” que hago o que tengo.
Eso me ha servido para no llamar la atención sobre mí, sino, sobre lo que enseño, y para que cuando alguien diga cosas “malas” de mí, -aunque no sean ciertas-no le preste mucha atención porque sé que si supiera las cosas que no sabe, se daría cuenta que no sabe “ni del credo la mitad”
Los que me conocen saben que si uso mi persona como ejemplo, casi siempre es para algo anecdótico y casi nunca positivo, sino, algo que los demás deberían evitar porque ya me sucedió a mí.
Un día alguien a quien había formado me invitó para reconocer mi paternidad sobre su vida y la mentoría que había recibido de nuestra parte. Cuando le tocó presentar algunas cosas que había aprendido de mí, me di cuenta que no tenía muchas “buenas” razones para haberme invitado.
Otro día, escuché a alguien decir cuánto le había gustado una disertación que yo había dado acerca de un tema de actualidad, cuando le pregunté que cual era la parte que más le había gustado, me refirió una anécdota que había escuchado a otra persona y que usé para romper el hielo. Uy, pensé, una hora desperdiciada.
Ese niño interior siempre quiere gratificación instantánea y si no se la dan patalea. Lo que el Sabio Salomón nos recomienda es que no nos alabemos a nosotros mismos, ni busquemos halagos, pero, no descarta que otros lo hagan. Recuerdo que tenía dos programas de Radio por 10 años que tenían una buena audiencia, me sentía complacido con ser reconocido y abordado por la gente. Un día alguien me dijo lo mucho que le gustaba mi programa, y le pregunté que cual? Me refirió que todos los días. Luego me di cuenta que ciertas personas confunden programa con la programación total de la emisora.
A la gente les gusta que les digan cosas buenas, y el humanismo nos recomienda que levantemos el ánimo a los demás, por eso, nos gusta que nos den palmadas de aplauso, que nos reconozcan y si no lo hacen, si no nos dan “me gusta” o “compartir”, nos salimos del grupo.
Créanme que a ese monstruo hay que mantenerlo a rayas porque en vez de sabios nos convertimos en necios y como dice el proverbista; “Como no conviene la nieve en el verano, ni la lluvia en la siega, Así no conviene al necio la honra” Proverbios 26:1.
Uno de mis dichos favoritos es: “Cuando alguien diga cosas buenas de ti, créele la mitad, para que cuando digan cosas malas, también le creas la mitad”