Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Santiago 1:13
La Biblia en otras versiones mejoradas, traduce concupiscencia como malos deseos; la RAE la describe como apetito desordenado de placeres deshonestos. Ambas definiciones muestran que definitivamente Dios no es quien nos tienta sino que de nuestro interior surgen todas las tentaciones. Esto es interesante, Dios trabaja en nosotros el orden perfecto, del interior al exterior, pero el mundo en nosotros hace lo contrario, trabaja el exterior (apariencia) al interior.
Siempre escuchamos la expresión «las apariencias engañan», pues si, las apariencias son exteriores. Los religiosos de la Palabra en la época de Jesús, engañaron tanto a la gente que los creían ser dioses con toda autoridad, pero Cristo, que vio el interior de esas personas los describió como generación de víboras. Todos tenemos pasiones, malos deseos y apetitos desordenados que nos llevan a tomar decisiones incorrectas, caemos en situaciones que no deberiamos atravesar, expresar pensamientos que no debimos haber dicho.
Dios se preocupa por transformar lo que hay en tu corazón, por cambiar los deseos equivocados, por corregir aquellas pasiones desordenadas. No hay culpables por nuestros errores, todos somos responsables de nuestras tentaciones. Hoy debemos abrir nuestro corazón y examinar lo que hay en él. Darle la oportunidad al Señor para transformar nuestro interior y de esta manera nuestro exterior. Así que, es necesario conocer lo que hay en tu corazón, conoce tus pasiones, conócete a ti mismo, reconocer tus debilidades. Dios te llene de gracia, amor y bendiciones para este día, Amén.
