
No siempre es el enemigo visible el que pone a prueba nuestra confianza, sino las dudas y temores que nacen en nuestro propio corazón. En esos momentos de incertidumbre, cuando el camino parece oscuro y las promesas se sienten lejanas, la fe se ve desafiada, a veces hasta parece que se debilita.
Pero es precisamente en medio de esas luchas internas donde la fe se forja y crece. La Palabra de Dios nos recuerda que no estamos solos en esta batalla, y que Su fidelidad es inquebrantable. En Isaías 40-31 se nos promete:
«Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.»
Sigamos volando en las alas de la fe, aún cuando el viento sople fuerte contra nosotros. La fe es el puente que conecta nuestro presente con las promesas de Dios, la certeza invisible que nos sostiene y nos impulsa a seguir adelante.
Hebreos 11-1 nos enseña que:
Es, pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Recordemos que no vemos aún lo que Dios ha preparado, pero con confianza en Él, recibimos por fe las bendiciones abundantes que ha prometido en Su Palabra.