Nuestro Señor Jesucristo por quién el mundo celebra las navidades es Él, precisamente, quién edifica en nosotros la fe que poseemos para creer en su sobrenatural y divino poder, así como disfrutar de su salvación y vida eterna que recibimos por gracia.
Con ese sobrenatural poder, Dios nos da la capacidad maravillosa de pedir y se nos dará, buscar para hallar y tocar para que las puertas se abran a la luz del Espíritu Santo a través de su omnipotencia.
Conocer a Dios, nos invita a observar un testimonio de fe en esta Navidad 2015, del cual fui protagonista. Como a todos, algunas veces en la vida nos ha tocado vivir momentos de desesperación e incertidumbre que para nadie es un secreto.
No obstante conocer a Dios, la opresión, y los problemas que muchas veces nos agobian, nos hacen olvidar sus promesas, pero cuando confiamos en Él, éstas se traducen en bendiciones para sus hijos e hijas, como fue en mi caso.
Deseo testificar que me encontraba orando la noche y madrugada del 17 de diciembre, y Dios dispuso en mi corazón el deseo ardiente de clamar, de adorarlo y de exaltar su nombre para que nos llene de su vitalidad divina y de su espíritu, para fortalecernos y continuar creyendo en Él pese a nuestras limitaciones y débil capacidad humanas.
La repuesta a esta oración de esta hija del Señor, no se hicieron esperar a pesar de los obstáculos que amenazaban el no poder de recibir la bendición que el Señor tenía reservada para mí. Y esto fue lo que ocurrió:
Quería participar en una actividad muy importante para mí, pero como en ese momento no contaba con los recursos y los requisitos necesarios para estar allí, en ese instante se me había olvidado que había orado a Dios para que me ayudara a ser bendecida, viendo la mano de Dios obrando maravillosa y misteriosamente por encima de la lógica y el razonamiento humanos.
De esa manera recibí la bendición de poder participar y ser beneficiada física y espiritualmente como respuesta a mi ferviente oración al Dios vivo y poderoso, que no nos deja que seamos avergonzados.
En aquel momento de esa actividad festiva mi fe era como un ancla en tiempo de tempestad y una brújula para navegar, que me garantizaba seguridad, fortaleza y un camino seguro de que para Dios no hay nada imposible.
La Biblia nos revela que debemos orar a Dios nuestro Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, y nos promete que recibiremos conforme a la medida de la fe que depositemos en Él para recibir todas las respuesta conforme a su voluntad y divino poder.
Este hecho es un testimonio que nos invita a meditar que para Dios no hay nada imposible, y que los aparentes obstáculos son partes de un ejercicio dirigido a fortalecer nuestra fe más allá de la lógica y posibilidades humanas.
Nuestro Padre Celestial nos está esperando con los brazos abiertos para refugiarnos, socorrernos y auxiliarnos con las bendiciones de sus promesas divinas para que su nombre sea exaltado y glorificado con excelencia y majestad, porque Él es dueño de nuestras vidas, en virtud de su gracia, poder y gloria por los siglos de los siglos.
Es por eso que te invito en estos últimos días del año, a que sigas creyendo que todo lo que pedimos a Dios con fe, lo recibiremos, conforme a su voluntad, y que nuestros sueños se hagan realidad, por lo que sigamos esforzándonos y trabajando bajo su divina y efectiva dirección.
Recordemos que la fe sin obras es muerta, pero es nuestro deseo que Dios nos ayude a servirle en el próximo año con toda la fortaleza que nos da a través del Espíritu Santo, y que podamos decir como el apóstol Pablo, “porque todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, Filipenses 4-1. Poniendo en juego nuestra ardiente fe que Dios, por su gracia y misericordia, a través de su Hijo Jesucristo, ha puesto en nuestro corazón.
Muchas bendiciones.