En estos tiempos difíciles, el miedo y la angustia se han convertido en señales claras de los últimos tiempos, intentando sofocar la llama ardiente de nuestra fe. Sin embargo, no podemos permitir que estas emociones tomen el control. La visión que Dios nos ha dado debe ser ampliada, no a través de lo que vemos con nuestros ojos naturales, sino a través de la fe. Porque es solo con la fe que podemos ver lo invisible, aquello que Dios tiene preparado para nosotros.
El Evangelio de Cristo no se sostiene en aquellos que se dejan llevar por el temor, sino en hombres y mujeres que, a pesar de sus lágrimas, doblan sus rodillas en clamor y oración, confiando en que Dios es fiel. Nos llama a dejar de buscar nuestra fortaleza en las personas y a cultivar lo que Él ya ha depositado dentro de nosotros: esa llama original, creada a Su imagen y semejanza. Solo a través de la fe podemos agradarle, porque Dios es espíritu, y es en espíritu y en verdad como debemos servirle.
Es crucial que dejemos atrás el miedo y la angustia. Si realmente creemos en Dios, no podemos seguir alimentando dudas que debiliten nuestra fe o la de los que están cimentados en ella. No estamos solos, y no debemos caer en el error de pensar que Dios nos ha abandonado. Él habita en cada uno de nosotros, y Su Espíritu nos guía. No podemos permitir que el temor asesine nuestra fe o la fe de aquellos que confían plenamente en Dios. La fe es nuestra victoria, y es a través de ella que conquistamos los desafíos que nos trae el mundo.
Nuestra fuerza no viene de las circunstancias, sino de la confianza en que Dios tiene todo bajo control. Así que, en lugar de permitir que el miedo gobierne nuestras vidas, debemos enfocarnos en fortalecer nuestra relación con Dios, sabiendo que solo Él tiene el poder de darnos la Paz y la seguridad que buscamos,Prohibo desmayar.