La Biblia nos muestra en Daniel 6-3 que Daniel tenía un espíritu superior, lo que lo hizo sobresalir entre los gobernantes de su tiempo:
«Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y gobernadores, porque había en él un espíritu excelente; y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino.» (Daniel 6-3)
Este espíritu de excelencia no era solo inteligencia o habilidades humanas, sino una actitud de fidelidad y compromiso con Dios. Daniel no buscaba la aprobación de los hombres, sino que servía con integridad, sabiendo que todo lo que hacía era para la gloria del Señor.
La Excelencia en la Fe Nos Conduce a Nuevas Oportunidades
Cuando vivimos con excelencia, Dios abre puertas que nadie puede cerrar. Daniel fue promovido en un reino pagano porque su testimonio era intachable. Su fidelidad y carácter hicieron que Dios lo usara poderosamente, incluso en medio de la adversidad.
Lo mismo ocurre con nosotros. Cuando agregamos excelencia a nuestra fe—esforzándonos por hacer lo correcto, actuando con amor y dando lo mejor en cada área de nuestra vida—Dios se manifiesta y nos posiciona en lugares estratégicos para Su gloria.
La Excelencia Es una Decisión Diaria
La excelencia no es un evento, sino un estilo de vida. No se trata de perfección humana, sino de hacer lo mejor con lo que Dios nos ha dado. Como dice Colosenses 3-23:
«Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.»
Si buscamos la excelencia en nuestra fe, en nuestro servicio y en nuestra manera de vivir, veremos cómo Dios se glorifica en nosotros y a través de nosotros.
