“Tu ojo es una lámpara que da luz a tu cuerpo…», Lucas 11:34-36 (NTV).
El ojo es como la boca, tendrá apetito de aquello con que suele alimentarse. Por ejemplo, si dejas que tus ojos se saturen de pornografía verás que cuanto más miras, más deseas; y cuánto más deseas, mayor será la probabilidad de que tengas algún tipo de práctica sexual. ¿Quién se tomaría un vaso de agua sabiendo que tiene unas gotas de veneno? Nadie en su lucidez mental lo acercaría a su boca para ingerirlo por el hecho de que lo podría enfermar. Lo mismo sucede con nuestra mente. Nuestra mente es como una esponja, absorbe todo lo que se le acerca. Lo que entra en la mente de alguna forma vuelve a salir.
El cuerpo es siervo de la mente y la mente puede condicionarse y dirigirse. John White explica: “La mente es como una computadora, responde de acuerdo a los patrones de información que han sido programados en ella. Si tú sientas a un niño de cinco años frente a un televisor y lo dejas mirar televisión chatarra por diez horas al día, ¿qué canciones crees que cantará, y hacia qué productos crees que correrá en el shopping? Es posible programar el pensamiento de la gente al controlar los procesos educativos. Si una persona ha estado alimentando su mente con pornografía, participando en actividades sexuales ilícitas, asociándose con personas que lo impulsan al mundo del libertinaje, ¿cuánto tiempo crees que pasará antes de que su cuerpo responda de una manera acorde a los estímulos recibidos?
Cierta vez un joven se acercó al gran evangelista Billy Graham y le hizo el siguiente comentario: “Pastor, a veces tengo la sensación de que dentro de mí hay dos perros, uno bueno y otro malo. Hay momentos cuando pienso que el perro bueno va ganando la batalla y otras veces siento que el perro malo gana. ¿Qué tengo que hacer?”. Sabiamente, el anciano predicador le dijo: “Deja de alimentar el perro malo. Mátalo de hambre”.
A menudo no nos damos cuenta de que podemos controlar nuestros sentimientos mediante el control de los pensamientos a través de la dieta de nuestra mente.
El apóstol Pablo enseñó en 1ª Tesalonicenses 4:7 que el Señor no nos ha llamado a inmundicia sino a santificación. Job 31:1 dice: «Hice pacto con mis ojos…». De este hombre Dios habló: «No hay en toda la tierra nadie tan bueno como él. Siempre me obedece en todo y evita hacer lo malo», Job 1:8 (TLA). La dieta de los ojos puede ser la llave que abrirá la puerta a tus más grandes bendiciones.