La fe, más que poner una demanda en Dios o en el cielo, la pone en ti. Hay gente que pretende provocar a Dios con su fe, pero la pregunta es si su fe les ha provocado a ellos. ¿Cómo tú pretendes provocar a Dios con tu fe, si tu fe no te ha provocado a ti?
Cuando tú activas tu fe, pones una demanda en tu cuerpo, en tu mente. Por eso es que tienes que batallar con pensamientos negativos. Cuando tú comienzas a creer por algo, comienzas a demandarle a tu mente que se ajuste, que se sujete, que se someta a la palabra de Dios, y que se mantenga firme. Tú comienzas a demandarle a tu espíritu, a tus emociones, porque sabes que ya no te deberías sentir como te sientes, no deberías sentir esa tristeza. Aunque no hayas recibido la petición, comoquiera, por causa de la demanda que la fe está haciendo, tú sabes que tienes que sujetar esas emociones.
El problema es que es más fácil echarle la responsabilidad a otro. Es más fácil cuestionar por qué Dios no ha hecho. La pregunta es: ¿Cuándo tú vas a hacer? Es fácil demandar que el cielo responda, pero el cielo está esperando por ti. La Biblia dice que todo lo que tú ates en la tierra, será atado en el cielo, y todo lo que tú desates en la tierra, será desatado en el cielo. Así que, antes de tú comenzar de afuera, comienza a demandar de adentro.
Dile a tu fe que comience a poner en orden tu mente, tus pensamientos, tus emociones.
Por eso a muchos no les gusta la vida de fe, porque, antes que poner una demanda en el cielo y en Dios, la fe pone una demanda en ellos. No puedes pretender creer por sanidad, y seguir comiendo como siempre lo has hecho. No es posible que tú creas que vas a ser libre de deudas, sin que eso ponga una demanda en ti. La pone, porque la tentación que tú vas a recibir para coger deudas es grande. Vas a tener que amarrar tus deseos con tu fe.
La demanda de la fe no es en el cielo, sino en ti. Por eso, te vas a sentir incómodo.
Todo lo que tú le estás creyendo a Dios, demanda de ti primero. No tan solo de tu fe, sino de tu cuerpo, de tu mente, de tus emociones, de tu espíritu, de tus finanzas, demanda que tengas disciplina para completar lo que Dios te ha dicho que va a hacer contigo.
¿Por qué muchos dejan de creer? Porque no están dispuestos a que se demande de ellos. Preferimos vivir vidas supuestamente cómodas, sin aspirar a más, pero lo que otros llaman cómodo, para ti debería ser incómodo. Tú no debes estar sujeto a lo mismo que el mundo, porque tú tienes algo diferente a lo que el mundo tiene, que no es otra cosa que tu fe.
Tus expectativas deben ser diferentes y, lo que otros tienen como comodidad, para ti debería ser un estado en el que tú no debes estar. Tú deberías sentirte incómodo con lo que otros se sienten cómodos, y deberías estar dispuesto a hacer, lo que otros no están dispuestos a hacer. Acepta, en tu mente y en tu interior, las demandas que la fe te hace.
Por eso es que hay gente que se decepciona de Dios y de la iglesia, porque ponen la demanda en Dios, cuando la fe no tan solo demanda de Dios y de los cielos, sino también de ti. Demanda disciplina, sabiduría. La vida de fe es una vida de demanda.
Cuando tú le sirves a Dios, la demanda está en ti. Cristo les dijo a sus discípulos: Si tú me quieres seguir, sígueme, pero tienes que dejar casa, padre, madre, hijos; Todo. Pero él dice también que quien tome su cruz y la lleve, va a recibir recompensa. Desarrolla una fe imparable, una que soporte la demanda del Espíritu de Dios sobre tu vida.
La fe necesita un contexto. Varios elementos crean el ambiente, la atmósfera, para que sea manifestada o expresada. Entre ellos, las circunstancias difíciles, los problemas, los retos. Si todo estuviera bien, no habría razón por la cual creerle a Dios. No es que Dios envíe problemas a tu vida, los problemas son parte de la vida, y la bendición es que te dan el contexto necesario para que tu fe se ejercite, y se manifiesten las promesas de Dios.
Los problemas provocan, o deberían provocar en ti, un ejercicio de fe. Si tú hoy piensas que no tienes posibilidades, si piensas que estás en el peor momento de tu vida, si no sabes qué vas a hacer con tu vida, tú eres el candidato perfecto para un milagro, para una intervención divina. Estás en el mejor momento de tu vida.
Hay gente en la iglesia que no ejercita su fe. Ir a la iglesia no es tener fe. En Santiago 2, dice que aun los demonios creen y tiemblan. Hay personas en la iglesia que creen en alguien, pero no están creyendo por algo. Y, creer en alguien, en Dios, te da la salvación, y la vida eterna, pero, ¿cómo pasar toda la vida en la tierra sin creerle a Dios por algo?
No se trata únicamente de ir a la iglesia, sino de ir esperando algo de parte de Dios. La pregunta es: ¿Qué tú estás esperando de parte de Dios? Si no estás creyendo por algo, ¿cómo le agradas a Dios?
Si no le estás creyendo a Dios por algo, le quitas el placer a Dios, porque lo que le trae placer a Dios no es que tú cantes, que ores, sino que cantes porque estás creyendo por algo, que cantes a pesar de los problemas, porque crees que Él te va a librar. Lo que le trae placer a Dios no es que tú ores; Cualquiera puede orar con vanas repeticiones; Pero cuando tú oras por fe, no hace falta repetir unas palabras quinientas veces; Una oración de dos o tres palabras, pero con fe, puede mover al Dios Todopoderoso a tu favor. Los mejores momentos de tu vida han sido cuando has tenido desafíos, retos, de Dios. Los mejores momentos de tu vida han sido cuando has tenido que creerle a Dios.