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La culpa, la vergúenza y tus finanzas

“10 Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. 11 El corazón de su marido está en ella confiado, Y no carecerá de ganancias. 12 Le da ella bien y no mal Todos los días de su vida. 13 Busca lana y lino, Y con voluntad trabaja con sus manos.” Proverbios 31:10-13

Hay varios pensamientos que afectan la manera en las que la mujer trabaja con sus finanzas; Entre estos, la vergüenza y la culpa. Hay muchas cosas que te pueden hacer sentir vergüenza; Por ejemplo, el no saber algo, el tener la expectativa de recibir cierta cantidad de dinero, y recibir otra; El haber tomado una mala decisión con las finanzas; El creerle a alguien que termine estafándote. Y, cuando te das cuenta, te preguntas cómo pudiste haber caído en el engaño. A veces, a través de las finanzas queremos encontrar un valor que no tenemos que buscar fuera sino en ti mismo y en tu relación con el Señor, y cuando abres tus ojos, tienes deudas gigantescas en tus tarjetas de crédito, y sientes vergüenza de tus decisiones y de haber llegado hasta ese lugar.

Lo mismo nos pasa con la culpa. Si te culpas a ti mismo por todo, un día pudieras llegar al lugar de madurez donde enfrentes tu realidad, trabajes con tu relación con las finanzas y lo resuelvas. Si eso pasa, gloria a Dios; Pero muchos, en cuanto a la culpa, no llegan a ese lugar de madurez, sino que se quedan culpando a otros, como si su situación financiera fuera responsabilidad de la sociedad, de la economía; Pero problemas económicos ha habido desde los tiempos bíblicos y a través de toda las historia de la humanidad y las generaciones, y eso es parte la vida. La relación de nuestros padres con las finanzas tiende a influirnos, pero no tiene por qué ser determinante, tú puedes hacer algo acerca de eso. A veces, echamos culpa a nuestro cónyuge o a quien deleguemos el manejo de nuestras finanzas. Pero, ¿cómo podemos trabajar con esto?

Piensa por un momento cuál fue la primera experiencia que tuviste donde realizaste una situación financiera. Quizás de pequeño quisiste un juguete que tus padres, por la situación financiera, no te pudieron comprar. Todos hemos tenido experiencias que financieramente han marcado tiempos en nuestra vida, y tenemos que decidir cómo trabajarlas, si con vergüenza, si con culpa, o de qué otra manera. Lo que tú tienes que entender es que, en medio de esas situaciones, la vergüenza y la culpa van a estar presentes, pero tú tienes que aprender a trabajar con ellas.

En cuanto a la vergüenza, tú lo que tienes es que aceptar tu responsabilidad. A lo mejor te da vergüenza que todos sepan que tienes una deuda gigantesca en tus tarjetas de crédito, pero no es menos cierto que tú eres responsable de eso. A lo mejor, te da vergüenza que pasaste por cierta situación, que tomaste ciertas decisiones equivocadas, pero no es menos cierto que es la realidad que estás viviendo. Tienes que aprender a poner la vergüenza a un lado y poner en su lugar tu relación con Dios, que remueve toda vergüenza de tu vida, y que te capacita para poder ponerle remedio a esas situaciones que te producen vergüenza.

En cuanto a la culpa, tienes que ponerla a un lado, y dejar de señalar a otros o a ti mismo, para hacer lo que te corresponde hacer, que no es otra cosa que tomar esa acción o esas decisiones que tenemos que tomar para cambiar y remediar esa situación.

El resultado de la vergüenza y de la culpa que nos afecta específicamente en el área financiera, es el hecho de que nos pone en una posición de víctima. Cuando una persona es víctima, es una buena excusa para justificar la situación en que se encuentra, y es una buena forma de traspasar la responsabilidad a otro. Y la verdad es que, a veces, somos víctimas de las acciones y las decisiones de otros. Pero una cosa es que seas víctima o recipiente del resultado de las acciones de otro, y otra cosa es que permanezcas mentalmente toda tu vida como víctima. Es curioso que, de las primeras experiencias que tiene el hombre al pecar, es culpa y vergüenza; Adán y Eva fueron echados del huerto de Edén, lo cual tuvo una consecuencia financiera, porque ahora tendrían pocos resultados de su trabajo. Muchos piensan que el pecado lo que hizo fue sacarlos de la presencia del Señor, pero la presencia nunca se fue de ellos, sino que ellos salieron del huerto de Edén, del lugar de prosperidad y abundancia. Ahora, el haber perdido todo aquello, les causa culpa y vergüenza.

La Biblia nos habla de una mujer cuyo esposo murió, y ella va donde el profeta, a quien su marido servía, a decirle que los acreedores querían llevarse a sus hijos como esclavos por pago de las deudas. Aquella mujer pudo haberse escondido por la vergüenza, pero tuvo que vencer la vergüenza producto de las malas decisiones de su marido que la tenían en aquella situación. Ella tuvo que escoger entre esconderse o que se llevaran a sus hijos. Prefirió vencer la vergüenza y buscar ayuda. Si tú no vences la vergüenza, alguien va a ser esclavo en tu vida.

Ella pudo haberse quedado echándole culpa a su marido; Y era la responsabilidad de él, pero ella decidió tomar acción, y el profeta no le prestó tanta atención al problema, sino a la solución. Lo que vemos es una mujer siguiendo una instrucción. Ella pudo haber dicho: Mi esposo te sirvió y él tuvo la culpa, así que ahora tú me resuelves. Pero no fue así. El profeta le dio instrucciones, y ella tomó la responsabilidad, tomó acción, no perdió tiempo, involucró a toda su familia en aquella acción; Podemos aprender mucho de esta historia. Su esposo había sido el responsable de aquello, pero culparlo no resolvería nada; Si ella no hacía algo, sus hijos serían esclavos. Si tú no vences la vergüenza, quedas en esclavitud. Tienes que tomar responsabilidad de tus decisiones y acciones.

Fuente:
pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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