Cuando el viento del Espíritu sopla sobre ti, lo que estaba muerto vuelve a la vida y se producen muchos cambios que siempre vienen llenos de milagros. De repente puedes ver a Dios en todas las cosas; su favor hace que las puertas cerradas se abran, resurgen los sueños, se rompen las limitaciones, porque su viento te impulsa para volar más alto.
Dios quiere que persigas y busques con todo tu corazón las cosas que Él quiere que tengas; sus promesas están allí esperándote, pero, a menos que estés dispuesta a salir de la comodidad, del lugar seguro de la conformidad, nunca verás lo que Dios quiere hacer.
Hay algo sorprendente en la historia de la mujer del flujo de sangre que relata Marcos 5:21-34. No conocemos su nombre, pero sabemos que había estado sangrando durante doce años; había sufrido mucho en manos de todo tipo de médicos, había gastado todo lo que tenía, y cada día le iba peor. El milagro original no era para ella, sino para la hija de Jairo.
Sin embargo, para aquella mujer, Jesús era su única y última esperanza. Sin salud, dinero, ni amigos; con la condición de ser inmunda y rechazada por su enfermedad, se atrevió a perseguir su milagro. No le importó la multitud, ni lo difícil que parecía acercarse a Jesús, lo único que sabía era que necesitaba un milagro; ella vio una oportunidad, tuvo la fe para creer que su problema sería resuelto y persiguió a Jesús.
No fue una tarea fácil, porque la multitud era grande, y ella estaba muy débil. Primero, tuvo que abrirse camino entre la gente que la separaba de Él, y luego, vencer el temor y la vergüenza, dejando a un lado los impedimentos religiosos. ¡Lo intentó!, ¡se esforzó!, ¡y lo logró! Marcos 5:29 dice: Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.
En Marcos 5:34 leemos: Y Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote. ¡La llamó hija! Las hijas de Dios tenemos unos de los más grandes privilegios que se haya concedido jamás a la humanidad. Tenemos el derecho, la confianza y la libertad de acercarnos a nuestro Señor en cualquier momento. No ignores el gran regalo del acceso a su presencia. Tu futuro eterno depende de este acceso. Él es nuestro Abba Padre (Romanos 8:15).
El diccionario define la palabra perseguir como seguir o buscar a alguien en todas partes, con frecuencia, para tratar de conseguir o alcanzar algo. Todo lo que Jesús hizo por esta mujer fue resultado de que ella se atrevió a ir en busca de su milagro. Marcos 5:27-28 dice: Cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Jesús supo que ella lo había tocado, porque siempre está dispuesto a encontrarse con sus hijas, incluso cuando ellas estén tiradas, humilladas.
El secreto es perseguir a Jesús, buscar su presencia en tu vida a través de la oración, la adoración, el ayuno, aferrándote a las promesas escritas en su Palabra. Cuando la verdad se revela en tu mente y tu corazón por el Espíritu Santo, a través de su Palabra, la fe se aviva en tu corazón. Juan 8:32 dice: Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
El Señor te dice
“Deja que lo que está muerto escuche mi voz. Aquellas esperanzas muertas que están enterradas con tus recuerdos de lamentos y remordimientos están siendo removidas hacia una vida nueva. Lo que piensas que está en el reino de lo imposible, ahora lo traigo a resurrección. Reusate a racionalizar tu bendición. La situación dice: “No hay esperanza”. La circunstancia insiste en que te rindas y sedas.
Los que te rodean, incluso tus seres queridos, susurran en tus oídos: “¿Por qué no te rindes y te das por vencida?” ¿Puedes escuchar a los huesos secos uniéndose en el valle del lamento? Deja que los que se burlan se mofen de tus sueños. Deja que, incluso todos aquellos que dicen amarte, te miran avergonzados mientras yo soplo mi viento de resurrección a través de toda tu vida. Yo estoy dándolo este día, no solo para tener vida, sino para tener la vida en ti. Este es un nuevo día.
La búsqueda del milagro requiere valentía, fe y perseverancia. No te conformes con lo que tienes hoy, busca la presencia de Dios en tu vida y permite que Él haga resurrección en lo que creías perdido. ¡Persigue tu milagro con determinación y descubre la vida en plenitud que Dios tiene para ti!