Las palabras de Jesús en Mateo 5:10-12 y Mateo 5:44 nos invitan a una profunda reflexión sobre la naturaleza del sufrimiento y la persecución en la vida del creyente. «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.» Aquí, Jesús no sólo reconoce el sufrimiento de aquellos que son perseguidos por su fe y justicia, sino que también les ofrece una promesa de fe. esperanza y recompensa.
La persecución puede manifestarse de muchas formas: insultos, desprecios,indiferencia, falsas acusaciones, y hostilidad. Sin embargo, Jesús nos llama a responder a estos desafíos con amor y oración por aquellos que nos persiguen. «Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen» (Mateo 5 – 44-). Esta enseñanza radical de amor y perdón subraya el llamado a vivir una vida que refleja el carácter de Cristo, incluso en medio de la adversidad.
El apóstol Pablo, en su carta a los Tesalonicenses, añade una dimensión adicional de esperanza y consuelo. Nos recuerda que la persecución y el sufrimiento no son el final de la historia. «El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces los muertos en Cristo resucitarán primero» (1 Tesalonicenses 4:16). Esta imagen poderosa de la segunda venida de Cristo nos asegura que los sufrimientos de este mundo son temporales y que una gloria eterna nos espera.
La promesa del retorno de Cristo no sólo nos ofrece consuelo, sino que también nos motiva a vivir vidas de fidelidad y esperanza. Saber que seremos «arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire» (1 Tesalonicenses 4:17) nos anima a perseverar y a alentar a otros con estas palabras.
En conclusión, las enseñanzas de Jesús y Pablo nos llaman a una vida de amor, perdón, y esperanza. Nos recuerdan que, aunque enfrentemos persecuciones y sufrimientos, nuestra recompensa es grande en los cielos. Sentémonos unos a otros con estas promesas, viviendo con la certeza de que Cristo viene pronto a levantar a su Iglesia, y que, en su presencia, encontraremos gozo eterno.