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La Audacia Bíblica según Hechos . Valentía y Convicción en Cristo

¿Qué es la audacia bíblica? Para algunos, la frase evoca imágenes de bravuconería, machismo y arrogancia. Para otros, la frase significa un vago sentimiento de valentía y convicción frente a la oposición. Hechos 4 proporciona un cuadro inusualmente claro de la audacia cristiana. El sustantivo griego para audacia (parrēsia) aparece tres veces en este capítulo (y sólo dos más en el resto de Hechos) y aquí establece el contexto para el uso que hace Lucas del verbo que significa hablar con valor (parrēsiazomai), usado siete veces en los capítulos siguientes.

Al parecer el autor pretende que veamos los acontecimientos de este capítulo como ejemplos particularmente conmovedores de audacia cristiana. Al examinar estos acontecimientos, podemos ver no sólo qué es la audacia cristiana, sino también de dónde viene y cómo podemos cultivarla por nosotros mismos.

Asombrados de hombres comunes
La palabra «audacia» u «osadía» aparece por primera vez en Hechos 4:13: «Los gobernantes, al ver la osadía con que hablaban Pedro y Juan, y al darse cuenta de que eran gente sin estudios ni preparación, quedaron asombrados y reconocieron que habían estado con Jesús» (NVI).

¿Qué han visto los líderes judíos que los asombra tanto? Recuerden que Pedro y Juan son arrestados después de una curación milagrosa en el templo (Hch 3:1 – 4:4). Pedro ha sanado a un hombre cojo de nacimiento, asombrando a la multitud. Pedro sigue la curación con un sermón evangelístico a la multitud reunida. El sermón es interrumpido por los líderes judíos, quienes, molestos por la enseñanza apostólica, arrestan a los apóstoles y los encarcelan durante la noche.

Al día siguiente, Pedro y Juan son llevados ante el concilio, incluido el sumo sacerdote y su familia. Los gobernantes exigen saber cómo Pedro y Juan pudieron realizar este milagro. Luego Pedro responde con palabras que sorprenden al Sanedrín y nos muestran el significado de la audacia en los siguientes tres elementos.

1) La audacia de los creyentes brilla en un contexto hostil.

La reunión de todo el consejo es sin duda un intento de intimidar a estos pescadores comunes y sin educación. Aquí están la élite, los educados, los hombres que tienen el poder. Son ellos quienes básicamente preguntan: «¿Qué tienen que decir en su defensa?». Sin duda, otros hombres sin educación se habían parado frente a ellos en el pasado y temblaron, palidecieron y se les trabó la lengua en presencia de estos líderes religiosos. Pero no es el caso de Pedro y Juan.

Su respuesta a la pregunta acusatoria es tan clara como una campana: «Sepan, pues, todos ustedes…», dice Pedro (Hch 4:10, NVI). Uno lo imagina levantando la cabeza y la voz para que los que están atrás puedan escucharlo claramente. Este pescador permanece impasible ante la presencia de estos líderes.

2) La audacia de los creyentes se manifiesta en su claro testimonio sobre Jesús.

Es por Su nombre que aquel hombre fue sanado. Es por Su nombre (y solo por Su nombre) que cualquier ser humano puede ser salvo. Este Jesús, a quien Dios resucitó de entre los muertos, es la piedra angular, y en ningún otro hay salvación (Hch 4:10-12).

Por lo tanto, la claridad acerca de Jesús y Su poder para sanar y salvar está en el corazón de la audacia cristiana.

3) La audacia se muestra en su claridad acerca del pecado.

Este hombre, «Jesucristo de Nazaret, crucificado por ustedes… Jesucristo es la piedra que desecharon ustedes» (Hch 4:10-11, NVI). Ustedes, gobernantes, ustedes que pretenden ser los constructores de Israel, lo rechazaron a Él, la piedra angular que se ha convertido para ustedes en piedra de tropiezo y roca de escándalo.

Si queremos ser audaces, debemos estar llenos del Espíritu y permanecer con Jesús
Aquí la situación da un vuelco. Pedro y Juan eran juzgados; habían sido arrestados. Sin embargo, aquí ellos acusan y condenan a los poderosos que apenas unos meses antes habían matado a Jesús mismo.

Entonces, ¿qué es la audacia cristiana? Es la valentía y claridad acerca de Jesús y el pecado frente a una oposición poderosa. Es un discurso sencillo y abierto, sin ofuscaciones ni murmullos. Es un testimonio de la verdad sin impedimentos, ya sea sobre Cristo y Su salvación o sobre aquello de lo que vino a salvarnos.

Un llamado a cultivar la audacia
¿Cómo podemos crecer en audacia? ¿De dónde viene? Fundamentalmente, proviene del Espíritu Santo. Pedro, «lleno del Espíritu Santo», responde a la pregunta del Sanedrín (Hch 4:8).

Ante las amenazas, los primeros cristianos «fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno» (Hch 4:31, NVI). Esteban, «lleno del Espíritu Santo», acusa a los líderes judíos que lo arrestaron y acusaron falsamente (Hch 7:55).

La valentía bíblica es obra del Espíritu e impulsada por la oración (Fil 1). Pero no solo del Espíritu Santo. Los líderes judíos, al reconocer la audacia apostólica, admiten que Pedro y Juan «habían estado con Jesús» (Hch 4:13). Si bien esto sin duda se refiere a su participación en el ministerio terrenal de Cristo, contiene una palabra para nosotros hoy. Nosotros también, si queremos ser audaces, debemos estar llenos del Espíritu y permanecer con Jesús.

El libro de Hechos nos muestra no solo la fuente última de la audacia cristiana, sino también los medios para crecer en ella. Después de que Pedro y Juan son liberados y advertidos de que no hablen más en el nombre de Jesús, ¿qué hacen?

Primero, se reúnen. «Pedro y Juan volvieron a los suyos y les relataron todo lo que habían dicho los jefes de los sacerdotes y los líderes religiosos. Cuando lo oyeron, alzaron unánimes la voz» (Hch 4:23-24, NVI). La audacia cristiana no es un asunto individualista. Proviene de reunirse con el pueblo de Dios para buscar juntos Su rostro. La valentía es contagiosa.

En segundo lugar, oran. «Soberano Señor, creador del cielo y de la tierra, del mar y de todo lo que hay en ellos… toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el proclamar tu palabra sin temor alguno» (Hch 4:24, 29). La audacia llega a aquellos que se la piden al todopoderoso Hacedor del cielo y de la tierra. El Espíritu los llena de audacia cristiana porque le piden al trono de la gracia que se la conceda generosamente.

Pablo pide precisamente este tipo de oración en el libro de Efesios. Pide a aquellos creyentes que se mantengan alerta con perseverancia y rueguen por él, «para que, cuando hable, Dios me dé las palabras para dar a conocer con valor el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas. Oren para que lo proclame valerosamente, como debo hacerlo» (6:19-20). Pablo debía declarar el evangelio con valentía y pide oración para que Dios supla lo que Él exige.

En tercer lugar, le piden a Dios que cumpla sus promesas. En sus oraciones, los santos en Hechos le repiten a Dios lo que Él ha dicho. Citan el Salmo 2 y celebran la victoria regia de Dios en Jesús. La audacia cristiana está construida sobre la Palabra de Dios. La exhortación inicial del libro de Josué subraya las raíces bíblicas de la audacia. La repetida exhortación a ser «fuerte y valiente» va acompañada de otra orientada a meditar en el «libro de la ley» día y noche, para que la Palabra no se aparte de nuestra boca (1:6, 8).

Finalmente, buscan la mano y el plan de Dios. No solo leen y orán la Biblia; leen su propia historia a la luz de las Escrituras, buscando la mano y el plan de Dios en sus vidas. Ven la providencia de Dios detrás de la oposición judía y romana a Cristo, y la observan detrás de la oposición continua a Cristo y Su pueblo.

Los santos en Hechos no se sorprenden por la prueba de fuego. Esperan dificultades y oposición. El desprecio de los hombres no les sorprende. Jesús mismo prometió este tipo de oposición. Por eso a nosotros tampoco debería sorprendernos. Antes bien, descansamos en Sus promesas. Él prometió estar con nosotros, trabajar para nuestro bien en todas las cosas, ya sea «la tribulación o la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro o la espada… En todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Ro 8:35, 37 NVI).

La historia de Jesús es la nuestra, y es en medio de esa historia que nos reunimos y oramos la Palabra de Dios en el Espíritu Santo a fin de que nosotros, como los apóstoles, podamos hablar la Palabra de Dios con valentía.

 

Fuente:
Joe Rigney

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