
La mayoría de las congregaciones hoy no quieren ceder espacio a la nueva generación que Dios está levantando. Se aferran a púlpitos viejos, estructuras obsoletas y liderazgos que, aunque llevan 50 años en el ministerio, han perdido la pasión, la humildad y la visión.
Dios no está impresionado con títulos de “apóstol”, “profeta” o “pastor”.
Está buscando al remanente.
Ese grupo fiel, olvidado, arruinado, rechazado por la misma iglesia institucional.
Los “invisibles”, los que fueron heridos por groserías, echados por no encajar, oprimidos por quienes decían servir a Dios.
Dios va a levantar la Generación de Josué.
No serán los más estudiados, pero sí los más obedientes.
No serán los más visibles, pero sí los más dispuestos.
Ellos no heredarán un púlpito, heredarán la presencia de Dios.
Nosotros, como medio de comunicación cristiano, no podemos quedarnos callados.
Es hora de recoger lo que el Espíritu está mostrando:
- El pueblo está herido.
- Los líderes están divididos.
- Y el Espíritu Santo está siendo ignorado.
¡Basta!
Basta de tapar con diplomacia lo que debe ser expuesto con luz.
Basta de callar por miedo a perder “conexiones” cuando lo que estamos perdiendo es la gloria de Dios.
No se trata de atacar, sino de llamar al arrepentimiento.
Si no hay quebranto, ¿qué vendrá?
¿Seguiremos predicando mientras la generación que Dios quiere usar sigue siendo silenciada?
Dios no dejará que se pierda su propósito por el ego de algunos.
La antorcha no es para guardarla, es para traspasarla.
No es para acumular gloria humana, es para encender nuevas generacion
ORACIÓN PROFÉTICA
Padre Santo, hoy levantamos nuestra voz no para contender, sino para suplicar que venga tu luz sobre tu Iglesia.
Perdónanos por callar cuando debemos hablar. Perdónanos por permitir que el orgullo y el control humano apagara tu fuego.
Hoy clamamos por el remanente escondido, olvidado y herido.
Dales fuerza. Dales voz. Dales un lugar en tu mover.
Levanta la Generación de Josué.
Sopla sobre ellos tu Espíritu. Ábrelos camino donde fueron rechazados.
Pon antorchas encendidas en sus manos.
Y que no prediquen desde el resentimiento, sino desde la redención.
Señor, despierta a los que aún duermen en el altar.
Despierta a los padres espirituales que deben soltar la antorcha.
Trae unidad. Trae humildad. Trae quebranto.
Y sobre todo, Señor…
No permitas que la antorcha se quede guardada.
¡Que arda, que pase de mano en mano, que llegue a donde tú la envíes!
Hazlo otra vez, Dios de avivamiento. Y empieza por nosotros.
En el nombre de Jesús. Amén.