En Job 1:1-7 vemos el ejemplo de la verdadera buena vida en Job. No era perfecto, pero sí era un hombre intachable y digno de imitar. Era conocido por todo el mundo por sus riquezas, pero también por ser un cristiano devoto e íntegro. Además, tenía 10 hijos que vivían en armonía.
Job 1:8-12 relata la conversación entre Dios y Satanás que desata una serie de miserias en la vida de Job. Dios sabe que Satanás es terrible: Él lo conoce mejor que nadie. Sin embargo, Dios le dice a Satanás, “Te has fijado en mi siervo Job…”. Desde este punto comenzamos a ver siete lecciones sobre el sufrimiento:
Nuestras vidas siempre están en las manos de Dios.
Nuestro gozo es un regalo de Dios, y nuestro sufrimiento es una dádiva de Dios, aun cuando no podamos entenderlo. En nuestro sufrimiento, no hacemos nada mirando a Satanás; ni él ni nadie puede hablar hasta que Dios no le dirija la palabra.
Satanás le dice a Dios que Job era fiel a Dios, pero era porque Él siempre lo bendecía materialmente. Satanás estaba diciendo que lo que Dios da es más importante que lo que Dios es y que Él no es tan glorioso como dice ser.
La gloria de Dios es más importante que nuestra comodidad.
Job 1:13-19 nos demuestra que el único lugar donde podemos estar verdaderamente cómodos y contentos es en el medio de la voluntad de Dios, ¡aun en el sufrimiento! En una sola tarde, Job pasó de ser el hombre más dichoso del mundo a ser el hombre más desdichado; de tenerlo todo a perderlo todo, sin nadie a quien culpar.
No siempre podemos explicar el sufrimiento humano.
Job era un hombre justo: no podía pensar en algo que haya causado tanto sufrimiento. Eso debiera provocar en nosotros humildad y gracia para con los que sufren. Al final, no necesitamos conocer por qué sufrimos si nosotros conocemos a aquel que nos sostiene en medio del sufrimiento.
Nuestra reacción ante el dolor es más importante que el dolor mismo.
En los versículos 20-22 vemos cómo reaccionaría un hombre intachable como Job en medio del sufrimiento: adoración. Imagínate la sonrisa en el rostro de Dios cuando Satanás, sus demonios y los ángeles también pudieron conocer el corazón de Job. Este es un hombre especial: él sabiamente no habló de inmediato, sino que nos dice que “Se levantó” en silencio, recopilando sus ideas, rasgó su manto y rasuró su cabeza, mostrando el duelo y el dolor que sentía. Luego se “postró en tierra”, manteniendo su compostura, derramando su alma en adoración.
El sufrimiento saca lo peor de nosotros, pero el sufrimiento también saca lo mejor de nosotros. Nos reorienta hacia el cielo, nos muestra qué es lo verdaderamente importante, nos lleva a amar a otros que han sufrido también. El sufrimiento saca lo que realmente somos por dentro.
Job ya ha sufrido suficiente, pero este no es el final. En el capítulo 2 vemos que Dios hiere “a Job con llagas malignas desde la planta del pie hasta la coronilla”. Es difícil de imaginárselo, pero las formas de Dios no son las nuestras; Dios no había terminado ni con Job, ni Satanás y ni con nosotros. Él quería que no hubiera ni un rastro de dudas de cuán glorioso Él es, y de cuán enamorado y sometido estaba Job a Su majestad.
Pasar la prueba no significa que el sufrimiento va a parar.
Así como el dolor no necesariamente está relacionado con el pecado, así tampoco el pasar la prueba significa que ya estaremos libres de aflicción. Dios muchas veces nos cuece a fuego lento para que terminemos con un mejor sabor; a veces quedamos dorados, pero por dentro quedamos mejor que nunca. ¡Es por eso que estamos llamados a permanecer firmes (Efesios 6:11-13; 1 Pedro 5:9-10; 1 Corintios 10:12)!
Pero no es fácil resistir; lo vemos en Job 2:9-10. El texto nos muestra que la mujer de Job sobrevivió la primera prueba. Pero en esta segunda ocasión, al ver que todavía no había terminado y que Dios seguía callado, ella no soportó más. A todo el dolor que ya sentía Job, ahora tenía que añadírsele una mujer hablando como blasfema.
Pongamos guarda a nuestras palabras mientras sufrimos.
En el dolor, las únicas palabras que pueden salir sin pensarlo mucho son aquellas de bendición al Señor. Lo vemos en los amigos de Job quienes, fueron hasta donde Job a condolerse y llorar con él. Duraron una semana sin proferir palabra, glorificando a Dios, pero luego que ellos abren la boca para tratar de justificar a Dios, terminan deshonrándolo y hieren a Job aún más de lo que ya había sufrido. El mismo Job, luego que empieza a hablar, peca contra Dios y se equivoca en sus palabras.
El sufrimiento nos prepara para el servicio.
Si Job no hubiera sufrido, no supiéramos de él. El sufrimiento nos saca de nuestro egoísmo y nos lleva a vivir vidas con valores eternos, pensando más en los demás que en nosotros mismos (2 Corintios 1:4). Tu sufrimiento no se trata de ti; a través del fuego que pases, Dios te está preparando para usarte para sanar a otros.
Vimos en Job que es posible sufrir bien, trayendo gloria a Dios. Pero en Cristo Jesús nosotros vemos un Dios que sufre por nosotros, trayendo salvación a Su pueblo. En los sufrimientos de Jesús nosotros aprendemos a no dudar nunca de la bondad de nuestro Padre amoroso.