En estos últimos dos años, he podido ver cómo una amiga muy cercana ha estado lidiando con el diagnóstico de cáncer de su madre, con expectativas de vida inciertas. La he visto gastar sus ahorros, energía y tiempo para cuidar de su madre de la mejor manera que puede. Poner en riesgo su trabajo y su propio cuidado personal, poner en pausa su vida social; incluso, ha tenido que dejar de servir y de asistir a las actividades de la iglesia. De manera inesperada su vida se ha complicado. ¿Qué podemos decirle a esa amiga que está pasando por esta situación?
Humanamente hablando, uno quisiera poder animarla con palabras de esperanza, y de paz. Decirle que todo saldrá bien, que el Señor es poderoso y puede hacer un milagro. Pero muchas veces en medio de la prueba, en el afán de «resolver,” podemos perder de vista en quién debemos fijar nuestros ojos….
Podríamos pensar en tres posibles resultados de la enfermedad de la madre de mi amiga:
1-El Señor le regala años de vida bajo tratamientos médicos,
Isaías describe vívidamente el sacrificio de Jesús: «Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, Y cargó con nuestros dolores. Con todo, nosotros lo tuvimos por azotado, Por herido de Dios y afligido. Pero Él fue herido por nuestras transgresiones, Molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, Y por Sus heridas hemos sido sanados.» (Isaías 53: 4-5).
En este pasaje podemos ver, que si nos consume el dolor, debemos recordar que Jesús llevó nuestro dolor. Si estamos luchando con el pecado, ira, falta de fe, desánimo, podemos ser perdonadas, porque Él fue molido por nuestras iniquidades. Si estamos atormentadas y no tenemos paz, no olvidar que Él fue castigado por nuestra paz. Si estamos enfermas, creer que Él fue herido para nuestra sanidad.
2- El Señor decide curarla de su enfermedad.
Hemos visto en la Biblia cómo el Señor curó enfermedades, hizo milagros, hizo que el ciego recobrara la vista, que el sordo oyera y que el cojo caminara. Sin duda nuestro Dios es Todopoderoso. Nuestra oración y deseo profundo es que Él sane a la madre de mi amiga, pero el mayor milagro ha sido hecho, Él la curó de la enfermedad espiritual, la limpió, la salvó y la hizo Su hija. Esto nos da gozo y nos llena de agradecimiento y alabanzas.
3- El Señor decide llevarla con Él.
¡Gloria a Dios! ¡Jesús resucitó! ¡Nosotras también resucitaremos con Él! ¡Dios tiene un futuro glorioso para nosotras!
«Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?». (Juan 11: 25-26).
Cuando Jesús resucitó de entre los muertos, hizo posible que todas nosotras resucitáramos con Él.Jesús nos dice que cuando la muerte se haga presente, el dolor, las lágrimas y la desesperación que antes nos esperaban sin remedio, ya no serán nuestra única opción, pues al ser vencida por Él cuando se levantó victorioso de la tumba, todo temor desaparece y nuestra esperanza crece al saber, que de igual manera, seremos levantadas en el día postrero, porque pusimos nuestra fe en Él. Pablo ratifica esta esperanza en 1 Corintios 15: 54b-55:
«Devorada ha sido la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh sepulcro, tu aguijón?».
Debemos fijar nuestros ojos en la eternidad y en la victoria que Cristo obtuvo en la cruz y en Su resurrección. No son meras palabras, es un hecho real que debe llenarnos de esperanza. Es una verdad poderosa que todos necesitamos, especialmente aquellos que están cerca de la muerte. La certeza de que Cristo resucitó y la esperanza de nuestra resurrección deben impactar la manera en que enfrentamos la aflicción, la enfermedad y la muerte. Dios nos ha dado la victoria por medio de Jesús.
¡Mantengámonos firmes e inconmovibles!. La tentación y el desánimo vendrán como las olas del mar para afligirnos y confundirnos. Edifiquemos nuestra vida sobre la roca, y no sobre la arena, confiemos en Dios.
“Telelestai”, consumado es, completo está! Esto fue lo último que dijo nuestro Señor Jesucristo antes de morir, mientras colgaba en una cruz. Él tomó la forma de siervo para venir a cumplir la voluntad de Su Padre y fue obediente hasta la muerte. El Cordero sin mancha fue hecho sacrificio perfecto, la deuda del pecado fue finalmente pagada. Jesús tomó nuestro lugar, pagó el precio de nuestra redención con Su propia sangre, limpiándonos total y completamente para siempre.Jesús estuvo dispuesto a soportar una tortura dolorosa e insoportable, humillación y vergüenza en la Cruz del Calvario. Y nosotras, ¿estaríamos dispuestas a tomar nuestra cruz, la oportunidad de aceptar la voluntad del Padre para nuestras vidas? La única manera que podemos, como mi amiga, enfrentar la aflicción, es poniendo nuestros ojos en Cristo, esperando con fe y con el gozo puesto delante; que podamos decir como pablo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).