Juan 20 nos narra el momento en que María Magdalena, Pedro, y otro de los discípulos encuentran vacía la tumba de Jesús, y creen. Y, dice el verso 9: “9 Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos.” Los discípulos no habían entendido las Escrituras, no habían entendido lo que Dios había dicho que iba a hacer. Jesús había dicho que al tercer día iba a resucitar, pero ellos no lo habían entendido. Hay cosas de Dios que nunca podremos comprender, las tenemos que creer; pero, no es hasta que entendemos ciertas cosas, que podemos entonces ejercitar nuestra fe.
Cuando hablamos de entender, en las cosas del Señor, hablamos de recibir con fe aquellas cosas que Él ha dicho. Jesús había dicho a sus discípulos que al tercer día resucitaría; pero la experiencia que ellos habían tenido de una resurrección no era la experiencia que Jesús iba a tener. Ellos habían visto a gente levantarse de los muertos, gente salir de las tumbas; pero no habían entendido lo que Jesús haría, que es algo que tú debes entender.
“12 Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? 13 Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. 14 Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.” 1 Corintios 15:12-14
La predicación debe provocar fe; pero, si la predicación es vana, la fe que se tiene también lo es. Y lo que hace vana a una predicación es que el que predica no crea que Cristo resucitó de los muertos. Pero, si tú crees que Cristo resucitó de los muertos, y recibes esa palabra en tu vida, esa predicación no es vana, no es vacía; por lo tanto, tu fe tiene una base sólida bajo la cual funcionar.
Jesús no resucitó; quien resucitó fue Cristo. Los discípulos fueron a buscar a Jesús resucitado porque, como vieron que Lázaro salió de la tumba, pensaron que verían de igual manera a Jesús; habían visto a la hija de Jairo levantarse de los muertos; la que resucitó era la misma muchachita, los mismos doce años, el mismo nombre, la misma persona; se levantó y se le alargó la vida. Cuando vieron que Jesús levantó al hijo de aquella viuda que iba en el funeral, a quien vieron salir del ataúd fue al mismo jovencito que estaba allí. Todas las experiencias que habían tenido era que la persona se levantaba de la tumba y continuaba su vida; así que ellos van a buscar el cuerpo de Jesús, van esperando que el que se levante sea Jesús; pero, cuando llegan allí, Jesús no está; porque Jesús no vino a mejorar su naturaleza humana, sino a acabar con ella, para que se levante algo más grande en nuestra vida, que es Cristo; quien resucita es Cristo.
Por eso, la primera experiencia de Cristo resucitado es cuando María Magdalena está allí en el sepulcro y ve a una persona a la que no reconoce; ella ve un hortelano, un jardinero; no se da cuenta que es Jesús quien habla con ella, sino hasta después de cierto tiempo. Porque, cuando Cristo resucita, ya no es la misma persona; no lo pueden reconocer; de primera intención, no pueden ver que es Él. Esto es lo que tú tienes que entender, porque esto es lo que los discípulos no entendían; ellos fueron a la tumba a buscar a Jesús levantado de los muertos, a buscar una versión un poco mejorada; pero, cuando Cristo se levantó, no se levantó una versión meramente mejorada, sino que se levantó una nueva creación completa, algo totalmente diferente. Hay quienes dicen tener una experiencia con Dios, pero siguen siendo los mismos. La iglesia no está para levantarte y darte una mejor experiencia, una mejor vida; la Palabra de Dios está para transformar tu vida, de manera tal que, cuando la gente te vea, tenga que decir: No sé qué te ha pasado, pero eres totalmente diferente, ya tú no eres la misma persona. Ese es el poder de la nueva creación, y esto solo ocurre cuando creemos en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Tú no debes servirle al Señor con la mera expectativa de mejorar un poco, de extender un poco más tu vida; ten la expectativa de que Él te transforme y te haga la nueva criatura que prometió hacer de ti; y, cuando te miren, tendrán que decir: Algo verdaderamente ha cambiado, has sido totalmente transformado. Esa es la experiencia de la resurrección.
En la Palabra, observamos el paralelo de algunos milagros de Cristo con el momento de la resurrección. Juan 2 nos habla de la ocasión en que Jesús cambia el agua en vino. El verso 1 nos dice que esto ocurre el tercer día, lo que nos hace referencia al día de la resurrección. Jesús fue invitado a aquel lugar en el tercer día; se acaba el vino, y Jesús toma agua, algo ordinario, y lo convierte en algo extraordinario. Ese es el poder de la resurrección; el tú creer esto, el recibirlo en tu interior, el comprender que lo que Él quiere hacer contigo no es mejorar meramente tu vida sino que, cuando te vayan a buscar, y tú te busques a ti mismo, no seas la misma persona. Tú no puedes buscar al mismo; tú no puedes ir a la tumba a buscar a Jesús porque no lo vas a encontrar; ese lugar está vació. Ahora al único que puedes encontrar es a Cristo, la persona transformada, la nueva creación.
De la misma manera debe ocurrir en tu vida. Deja de estar buscando mejorar el viejo hombre, la vieja criatura; Dios quiere hacerte una nueva criatura; Él quiere cambiar lo ordinario en algo extraordinario para tu vida.