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Jesús, el Rey

“18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” 2 Corintios 3:18

Cuando te ves al espejo, ¿qué ves? Cuando conoces el retrato de Jesús a través de los Evangelios, eres transformado a la imagen de Cristo, tu fotografía cambia.

Veamos a Jesús a través del Evangelio de Mateo. Para algunos de autor desconocido, este libro fue escrito por un hombre judío-cristiano, entre los años 50 y 70 d. C., en época del imperio romano, durante el tiempo de la destrucción del tempo. Dirigido a una comunidad judío-cristiana que ya creía en el ministerio mesiánico de Cristo, presenta a Jesús como el Mesías prometido para los judíos, el Salvador, el más grande de los profetas. Se presenta, además, a Jesús con la nueva ley, inspirando a la gente a ser fiel al Nuevo Pacto.

Fue escrito para inspirar a los judíos de aquel momento. A pesar de que Jesús ya había muerto y resucitado, hay que escribir esto para inspirar a aquella gente a seguir creyendo. Si te pones en la posición de aquella gente, ¿necesitarías tú creer? Si se te hace difícil a ti creer hoy, cuando todo está escrito, imagínate en aquel momento si no había una necesidad de que fueras inspirado. Se escribe, además, para presentar a Jesús como el Mesías, el Salvador o el Rey. Israel tenía expectativa de un Rey, de un Salvador; y, en un momento dado, el pueblo necesitó ser inspirado a creer que él era el Mesías y el Rey prometido.

Mateo comienza diciendo: Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Y continúa hasta el verso 16, dándonos su genealogía, pero a través de José, su padre. Esto establece que su descendencia era de un rey, el rey David. Y podríamos argumentar que Jesús no era hijo de José, pero era hijo natural, en la tierra, de José. José adoptó a Jesús. Una de las cosas que establecía la cultura es que, cuando eras adoptado, tenías los mismos derechos que un hijo. ¿Acaso no es lo mismo que sucedió con nosotros? El Padre dice que, si creemos en su nombre, recibimos un espíritu de adopción como hijos de Dios. Cuando eres adoptado, tú puedes decir que tú eres hijo de Dios; y, si hijo, coheredero con Cristo. Entonces, tú tienes unos derechos adquiridos por la adopción. Y eso fue lo que pasó en el caso de Cristo. Por eso, Mateo te presenta a un rey, con linaje de rey, porque había recibido la adopción de un padre. Por eso es que el reinado de Jesús es por la fe; el de David era un reinado que todavía perdura en el corazón de los judíos, y Abraham se conoce como el padre de la fe, así que ahora él era descendiente de David y de Abraham; el reino era diferente porque era uno que había que creerlo. Por eso le dio trabajo a la gente creerlo; el error de aquella gente fue no poder ver a Jesús como un rey. Esto se escribe para que se cumpliera lo que se escribió en 2 Samuel: 

“12 Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. 13 El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. 14 Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres;” 2 Samuel 7:12-14

Pensaríamos que hablaba de Salomón, y sí Salomón construye, pero aquí se está refiriendo a Jesús. Él no hizo maldad, pero se echó toda la nuestra para que entonces fuera castigado por azote de hijo de hombre, y se cumple entonces la palabra que del linaje de David sale ese hombre llamado Jesús, que se nos presenta en el libro de Mateo como un rey. 

“2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.” Mateo 2:2

Estos son los reyes sabios. Los pastores adoraron al niño; los reyes, cuando se presentan a Jesús, lo vieron como rey. Llegan con presentes porque, cuando tú vas a la presencia de un rey, no llegas con manos vacías; eran reyes reconociendo que había nacido un rey. Así describe Mateo a Jesús. Israel necesitaba un rey, y un rey fue lo que nació. ¿Necesitabas un rey? Pues un rey murió y resucitó por ti, y lo que tienes que hacer es seguir creyendo.

Todavía hoy, muchas veces, tenemos que convencernos de que Jesús es Rey. En Mateo, le vemos hablar y actuar como Rey; lo vemos como Rey, enseñando y predicando. 

“23 Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.” Mateo 4:23

Constantemente, se usa el término reino. Del capítulo 8-9, vemos al rey haciendo milagros.

“35 Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.” Mateo 9:35

El Rey puede sanar toda enfermedad y dolencia en el pueblo, así que tú puedes ser sano por el Rey. Si pensamos en lo que creemos que es un rey, no podemos registrar a un rey sanando; pero Jesús enseñaba el reino de los cielos completamente diferente a lo acostumbrado. Por eso, no lo pudieron ver; cometieron el error de no reconocerlo.

De Mateo 10, en adelante, vemos cómo delega autoridad.

“Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.” Mateo 10:1

Vemos al Rey enseñando y predicando, sanando, y ahora entonces él está delegando a sus discípulos esa misma autoridad que a él le fue dada.   La Palabra te presenta a Jesús como Rey, enseñando, sanando, con autoridad, con la idea de que tú te mires como en un espejo, y seas transformado en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. Y, para esto, tú necesitas reconocerle como tu Rey.

Fuente:
Pastor Carlos Rafael

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