La idea de que somos siervos, somos esclavos, estamos totalmente dependientes de la Voluntad de Dios, forma parte de toda la contextura del Evangelio. Y por eso es que el apóstol Pablo siempre se consideraba a sí mismo precisamente como un siervo y como un esclavo del Señor Jesucristo. En casi todas sus epístolas el apóstol Pablo se identificaba a sí mismo como Pablo siervo, doulos de Jesucristo.
Por ejemplo en Filipenses capítulo 1 versículo 1, Pablo se introduce de esta manera: «Pablo y Timoteo, siervos, doulos» ¿no? que es la palabra griega para esclavo, «doulos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, etc. Pablo en todo momento se consideraba como un mero esclavo del Señor porque él quería recalcar esa idea de que su vida estaba totalmente a disposición del Padre para lo que Dios quisiera hacer de él, él se veía como un mero instrumento.
Es más, él se llamaba a sí mismo dice que como uno de los más grandes pecadores que no merecía servir a Dios porque había perseguido a la Iglesia. Él dice que todas las cosas las consideraba como basura para poder conocer mejor a Jesucristo. Él se consideraba muerto al mundo y a sí mismo porque él quería que Dios lo llenara y lo poseyera, y se expresara totalmente a través de él.
Como le dijo Juan el Bautista al Señor Jesucristo, que es preciso que Cristo crezca y que yo mengüe o que nosotros mengüemos para que Cristo se magnifique, y esa actitud es la que Pablo ciertamente ejemplificaba en su propia vida, y que nosotros también se supone que ejemplifiquemos. Todo siervo o sierva de Dios debe distinguirse y deberá distinguirse por una postura de completa entrega a la Voluntad del Señor, de como casi arrastrarse por el suelo en un sentido para agradar al Padre.
Y cuando digo eso, recuerde que en algún momento yo voy a estar hablando también de la gran dignidad que Dios nos asigna, y esa es otra parte de esta enseñanza también. Pero al primer nivel, nuestra actitud debe ser una de completo servicio, completa entrega, completa sujeción a la Voluntad del Padre y de no gobernarnos a nosotros mismos.
Y no solamente eso, sino que aún si lo hemos hecho todo y hemos llevado a cabo actos tremendamente heróicos, y hemos dado toda nuestra vida al Señor, y hemos sido grandemente usados por Dios para grandes avances para el Reino de Dios, aún después de haber hecho todas esas cosas, nuestra postura debe ser una de que: ¿sabes qué? yo no he hecho gran cosa. Comparado con lo que Dios ha hecho por mí no es nada. Nosotros siempre tenemos que estar como abatiéndonos a nosotros mismos.
No en una forma compulsiva, negativa, psicológica, de baja autoestima, de depresividad de nuestra actitud, pero mas bien de un sano reconocimiento de que en realidad, en última instancia, nosotros no hacemos nada excepto lo que Dios permite que hagamos, y que muchas veces Dios permite que hagamos cosas en Su Reino por Su gran generosidad, misericordia y bondad, no porque merezcamos el privilegio de hacer algo por Dios porque en realidad ni siquiera eso merecemos.
Y no solamente Pablo se consideraba a sí mismo un doulos, un esclavo, un mero siervo de Jesucristo y nos invitaba a nosotros mismos, y nos invita también a través de la Palabra a asumir esa misma actitud, sino que la Escritura también, la Escritura nos llama a meditar en Jesucristo también que hizo lo mismo en Su propia vida y que se constituyó en un mero siervo de Dios.
Ustedes recuerdan el famoso pasaje de Filipenses capítulo 2 donde en el versículo 5, Pablo dice: «Haya pues en vosotros este sentir» esa actitud de la cual habla esa parábola de Juan 17, «este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo en forma de Dios no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de doulos, tomando forma de esclavo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de doulos se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.» ¿No ve usted aquí un reflejo de esa misma actitud?
El mismo Señor Jesucristo en Su propia jornada ministerial-espiritual asumió esa forma de esclavo aunque era igual a Dios, por eso dice: no tomó el ser igual a Dios como cosa a qué agarrarse sino que la soltó, tomó esa actitud de despojo de separarse de Su grandeza y Su total dignidad, y constituirse en un mero hombre, no en un mero hombre pero con forma de hombre, y de un siervo, un personaje que estaba totalmente entregado a la Voluntad del Padre. Y Pablo dice: que en vosotros haya esa misma actitud que hubo en nuestro Señor Jesucristo que se constituyó en esclavo de Dios aunque era igual a Dios.
Y vamos a ver que en un sentido esa es nuestra propia situación, porque Dios nos ha hecho grandemente dignos, nos ha hecho miembros de Su familia, nos ha hecho miembros de Su círculo íntimo de amigos, pero también tenemos que entender que, aparte de eso, somos siervos de Dios, somos esclavos de Dios en última instancia y no debemos perder la vista de esa condición fundamental que debe ser la base de nuestra vida.
Dios les bendiga y continuaremos sacándole provecho a esta ilustración en nuestra próxima meditación.